«So kiss me»

—¡Qué carajo! ¿Por qué tu alarma está programada a las tres de la mañana?

La voz asustada de Ron Weasley resonó por toda la habitación, haciendo eco en medio del silencio.

Hermione Granger abrió los ojos de golpe y se sentó en la cama, cubriéndose el pecho con las sábanas mientras trataba de no entrar en una crisis histérica.

Estaba soñando.

Estaba completamente segura de que todo era un sueño. La voz de Ron solo estaba en su mente porque antes de dormir había tenido una pelea con él. Y es que, ¿a quién se le ocurría guardar una poción multijugos en un cartón usado de leche?

—Hermione, ¿qué haces a las tres de la mañana?— volvió a preguntar como si su presencia en la cama de la joven fuera de lo más normal.

—¡Por las barbas de Merlín!— gritó Hermione mientras tomaba una almohada y golpeaba al pelirrojo en la cabeza—. ¿Qué hiciste? ¿Qué pasó?— repitió.

Ron la miró con el ceño fruncido mientras se sobaba la frente.

—¿Pero qué te pasa, Hermione? Tú me invitaste a venir, dijiste que estabas lista para hacerlo— respondió.

—¿Yo? ¿Hacer qué?— había pequeñas escenas en su mente, pero no recordaba todo en su totalidad.

—¿En serio quieres que te lo describa?— preguntó con una sonrisa tonta—. Está bien. Primero, nos besamos. Después subimos hasta aquí y comenzaste a quitarme la ropa con ayuda de tu varita, entonces...

—¡Ronald Weasley! ¡Guarda silencio!— volvió a pegarle con la almohada y se sonrojó.

El menor de los varones Weasley volvió a sonreír al ver a la chica así, tan tímida y apenada.

—Oye, no hay nada de qué avergonzarse, lo digo en serio.

Hermione sonrió al escucharlo, pues Ron lograba hacerla sentir bien con pequeñas acciones o palabras, por más tontas que fueran.

—Nosotros... ¿podríamos hacerlo de nuevo?— preguntó.

Ron dejó salir una risita y la miró con cariño, acercándose para acariciarle las mejillas.

—Las veces que quieras— se acercó a sus labios, pero se detuvo antes de besarla—. Oye, ¿para qué era la alarma?

Hermione le pegó en el pecho y lo abrazó.

—Enfócate en lo importante, olvida la alarma.

Ron volvió a sonreír y asintió con fuerza.

—Lo que tú digas.