Confirmaciones

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Notas: One shot de una escena del ep 1 del dorama "Está bien no estar bien". Para dar un contexto visual, sugiero ver la escena en el minuto 43:40 (hay otra escena de una moto en el medio que se pueden saltear).Mun-yeong y Joo-ri parecen conocerse de antes, y el pasado vuelve a hacerse presente.Nota: a veces los puntos de vista cambian (sin avisar). Espero que aún así, se entienda, o por lo menos, se disfrute.


El nerviosismo la recorre y no puede contener la mezcla de sensaciones encontradas, la sonrisa, el pánico, el temblor, las mariposas en el estómago. Cuánto se acordará de ella? La reconocerá después de tanto tiempo? La subida en el ascensor se hace eterna, parece que ya repitió mil veces las palabras que deberá decir, sin que su voz tiemble - como siempre.

La puerta del departamento se abre y su perfume es lo primero que ataca sus sentidos. Y al mareo del pánico se le suma el sentirse embriagada de su aroma, que huele a pasado, a dicha, a corazón roto.

Pensando que era servicio al cuarto, Mun-yeong abrió la puerta con descuido, sin mirar, ¿por que habría de mirar a la gente de servicio? y al no ver movimiento levantó la vista con fastidio para encontrarse con un recuerdo de otra vida. Otra vida donde ella no era así, bah, no tan así.Notó la incomodidad de Joo-ri, y ocultó la propia, como bien había aprendido a hacer, detrás de esa media sonrisa entre desprecio y burla, tantas veces ensayada. Joo-ri seguía viéndose como un pollito mojado, aún 20 años después. ¿Por qué le seguía afectando de esa manera entonces? -¿Qué haces aquí? - preguntó ladeando la cabeza con extrañeza.

Adaptándose a la nueva incomodidad, sentadas en el sofá, Joo-ri lo más alejada que puede, huye de toda conversación ligera para poder salir de allí lo más rápido posible, con los papeles firmados, y su dignidad intacta.

-Recuerdo que tu madre cocinaba muy bien. Debería ir a comer cada tanto como antes? - cómo le gustaba incomodarla! elegía las palabras justas, mientras deslizaba la estilográfica delineando su nombre- Aunque... no eran los platos de tu mamá lo que yo quería probar - levantó la vista de los papeles que terminaba de firmar, para saborear el efecto de sus palabras en Joo-ri.

Ciertamente, el rubor en sus mejillas y la turbación en su mirada la delatan. Intenta fijar la vista en un punto vacío sobre la mesa para no verla a los ojos, para no darle la satisfacción (más todavía) de reírse de su deseo. Por qué me hace esto? Por qué me hace esto? Me hace enojar tanto! - Gracias por firmar los papeles - inclina la cabeza haciendo una reverencia, aliviada por poder seguir sin mirarla a los ojos, toma los papeles de la pequeña mesa y se levanta para retirarse.

- Nunca entendiste mis chistes- se levanta también y la detiene suavemente tomándola del brazo- tampoco mis indirectas.

El contacto es fulminante. La memoria de ese contacto viene del pasado, creciendo desde el fondo de la mente y las golpea como una onda de choque, un tsunami de sensaciones que creían olvidadas. Sus ojos se encuentran sin pensarlo, buscando comprobar en el reflejo la verdad de esas sensaciones, intentando confirmar que el pasado fue realidad y no fantasías entre sueños. Y allí estaban otra vez, como antes, Joo-ri desarmando todas sus barreras, Mun-yeong viéndola como nadie más la veía. Y otra vez, como tantas veces, el deseo se hizo presente, como una falta de aire. Como una pulsación que urgía a respirar de la boca de ella, como si su vida dependiera de ello. Como si sólo la vida existiera sobre su piel, y había que beberla, toda.

Como siempre, Mun-yeong tomó la iniciativa y la giró, atrayéndola hacia sí. Joo-ri se dejó llevar, casi en un ensueño. Sus cuerpos tenían memoria, como si lo hubieran ensayado mil veces - y sí, pero no habían sido ensayos. Una rodeó la cintura de la otra, mientras la otra tomaba su nuca y reducía el espacio entre sus bocas. Demoró un segundo, demoró una eternidad, lo suficiente para temblar de anticipación, y sonreír antes de rozar sus labios. SI. Era el mismo sabor. Confirmado. La misma destreza en su lengua. Confirmado. La misma intensidad invadiéndola. Confirmado. Será igual su toque?

Los papeles fueron al piso. Qué papeles? Mun-yeong fue encaminando el beso hacia su cuarto, y no tuvo impedimentos. El deseo vibraba al unísono en los dos cuerpos. Al lado de la cama, frenaron para tomar aire, y volvieron a conectar las miradas. - Estás más alta - te extrañé. - Y tú podrías usar un poco más de maquillaje en ese rostro - yo también. Le quitó la blusa y vió cómo se le erizaba su piel - todavía. Sonrió al ver que aún podía intimidarla, en la intimidad. Recorrió su brazo con la punta de los dedos hasta llegar a su barbilla. Seguía siendo hermosa, y sin necesitar maquillaje. La volvió a besar, rodeándola, para quitar su sostén y llenar sus manos de sus senos. 

SI. O mejor, no. Su toque no es igual. Es más posesivo, más firme, más...creativo. Le siguió el ritmo de su beso, y tímidamente coló su mano por el escote de su bata y acarició sus senos. El gemido en su boca como respuesta la enloqueció. Quería más gemidos de ella, quería más todo de ella. Quería volver a sentir, quería sentir diferente, igual, más, todo. Una vez más.

El pantalón fue desabrochándose. Solo? y se retorció cuando sintió las caricias en su pubis. Se pegó más a su cuerpo, colgándose del cuello, en puntas de pie, para que su mano llegara más allá. El movimiento hizo que Mun-yeong se riera entre besos. Como odiaba eso! Como amaba eso. La más alta no quiso continuar con la tortura y la empujó despacio sobre la cama - ambas se sorprendieron con la suavidad del movimiento. SI. Algunas cosas habían cambiado.

Todo resto de ropa había desaparecido ya. Sentía el peso de su cuerpo sobre el suyo, el calor y la suavidad de su piel moviéndose sobre la suya. Podría haberse desmayado de placer sólo con esa sensación, sino fuera porque sus uñas se clavaban de vez en cuando despertándola, mientras la boca de Mun-yeong recorría sus senos y sus dientes mordían sus pezones disparando dolor y placer directamente en su sexo. Cerraba sus ojos para sentir, sólo sentir. Pero quería mirarla. Mirarla encima suyo. Mirar cómo ella la veía. Como sólo ella podía verla. Atrajo su rostro para sí y la volvió a besar. La besó con hambre, tomando todo lo que podía, dando todo lo que podía. Mun-yeong volvió a sonreír y se sentó sobre ella.

Encajó su pubis sobre el de ella, los vellos ya empapados de sus mieles se entrelazan, comenzando la danza. Sexo contra sexo, clítoris versus clítoris, fluyendo, mojados, deslizándose, exprimiéndose hasta no distinguir dolor de placer. Las manos en sus caderas la acercan imposiblemente más, sus dedos hundiéndose en su piel, buscando la utopía, fundirse juntas al gozar.

La visión sobre ella es abrumadora, embriagante, electrizante. Una diosa cabalgándola, la piel brillante de sudor, los pezones erectos, los senos perfectamente delineados. El aroma de sexo lo invade todo, y es perfume divino, perfume de mujer en gozo.

Mun-yeong es consciente del poder que tiene, vibra con la mirada de la otra devorándola. Y le da más, más de lo que quiere: mientras continúa empujando su centro con el suyo, una y otra vez, se muestra para ella, desliza sus manos desde su abdomen, hacia arriba, llenándolas de sus senos, apretando las puntas duras entre sus dedos y entreabriendo los labios con un gemido a medio camino, que lo completa su amante al verla entregándole esa imagen, su deseo, su sueño.

Ya casi, ya casi allí, ambas cierran los ojos y todo es sexo, dolor, placer, líquido, gemidos, piel, sudor, más cerca, más dolor, más placer, ahí concentradas en un punto, en la unión, en su nombre, solo ella, más de ella, más, vibran los abdómenes, ya no se pueden sostener más, las pulsaciones explotan y es el punto de silencio. La respiración contenida se expulsa en un gemido al unísono y el orgasmo las baña por completo, electricidad hasta la punta de los pies, sostenido por el movimiento queriendo más todavía, perpetuando el instante de pura euforia, mezclando sus esencias.

Recuperada la conciencia, retomando el control de sus cuerpos, se recuestan entrelazadas aún, los sexos palpitantes todavía. Vuelven a fundirse de nuevo, ahora en un beso de reencuentro, de sonrisa, de felicidad.

Si todas las noches fueran así, si se tuvieran así entre ellas. Mirarse a los ojos así siempre... ¿Y por qué no?

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