Aquella situación lo había superado, lo de Shun fue lo último, se convenció de que podía soportar la pérdida de su madre visitando su cadáver, creyó que superaría la culpa de Isaac, la muerte de cristal, de kamus, pero aunque no se derrumbó en ese momento su corazón ya no soportaría más dolor.
La muerte de Shun fue el último golpe que su corazón y mente necesitaban para quebrarse, después de la pelea que tuvo con Ikki, decidió regresar a Siberia, ya no había lugar a donde más ir, su familia, sus amigos, aquellos a quienes considero como familia y la persona que tenía su corazón también había dejado este mundo, por su mente solo cruzo una idea "Tal vez ya es momento de que yo también muera".
Al llegar a Siberia, su semblante se mostraba ensombrecido como jamás se le había visto, se alejó de todos y se encerró en su casa como un ermitaño, desde su llegada nadie le había visto, ni siquiera Yacoff, el pequeño admirador del caballero.
Mi hogar me recibía nuevamente, podía sentir el gélido aire sobre mi rostro, Inhale profundo conteniéndolo un poco más, estar ahí me daba un poco de fuerza.
♦Madre, ya he vuelto.
Llegue a la cabaña que por muchos años fue mi hogar, selle la puerta congelándola, una vez solo, mis lágrimas cayeron, llore con fuerza, desahogue años de dolor en unos minutos.
♦Perdón, perdónenme todos, Kamus, cristal, yo los mate, perdónenme,
Isaac, tu salvaste mi vida y la guerra no justifica tu muerte
Shun, no pude protegerte, no estuve cuando necesitaste ayuda y nunca pude decirte cuanto te amé, tu muerte es mi culpa.
Natassia, madre, tu diste tu vida por mí y siempre aun en la muerte fuiste mi apoyo, perdóname por todas mis decisiones y todas las vidas que cegué, aun por "un bien mayor"
El joven caballero tomo entre sus manos aquel crucifijo, antiguo recuerdo de su madre, lo beso y lo acuno en su pecho, rezó como su madre hace tanto le enseño.
Y así se mantuvo día y noche, apenas comiendo, lamentándose y desahogando toda su culpa.
Justo 3 días después de su llegada, el caballero cygnus salió de su casa, en su espalda llevaba su armadura, la gente al verlo supuso que iría a entrenar como en antaño, sin embargo estaban muy lejos de la realidad.
♦Madre, ya no estarás sola, desde hoy, yo acompañare tu sueño eterno y cuidare de tu descanso, hoy querida madre volveré a tus brazos.
La noticia de que Hyoga había regresado a entrenar llego a oídos del menor quien sin tiempo que perder, fue a ver al joven rubio.
No entendía lo que estaba pasando, Hyoga había subido al antiguo lugar de la armadura de cisne, un estruendo y luego grandes pedazos de hielo cayendo.
♦Armadura mi vieja compañera, regresa a tu lugar de reposo.
La armadura había sido abandonada, usando su cosmos enterró nuevamente la armadura en el glacial. Descendió de aquel lugar, caminando sobre la gruesa capa de hielo que ocultaba de la vista el barco hundido, rompió un hueco en el suelo y salto dentro del agua helada, pasaron unos minutos, nada fuera de lo usual, a Hyoga le gustaba visitar a su madre...
Bajo evitando las corrientes marinas, casi pierde el aliento antes de llegar al barco, de entre todos los compartimentos existía uno que recordaba casi tan bien como la habitación de su madre, una burbuja de aire, entró, recuperando el aliento, juntó todo su cosmos en una pequeña explosión que congelaría la habitación y todo lo que se encontrara alrededor del barco.
♦Ahora solo falta una cosa.
Reunió su cosmos hasta el límite, crearía su propia tumba de hielo, se sentó en el frio suelo y esperó a que su cuerpo se congelara poco a poco.
Pasaron 5 minutos más y un resplandor se hizo presente, el hueco por donde el rubio había entrado ahora estaba de nuevo congelado, pasaron 30 minutos, luego fueron 2 horas y el tiempo siguió pasando pero el joven caballero no daba ninguna señal, el pequeño salió a pedir ayuda para salvar a su amigo sin embargo no había nada que pudieran hacer las personas de ese lugar pues no tenían herramientas ni la fuerza de romper aquel hielo creado por el caballero cygnus.
Pasaron los días y al cabo de un mes unas pequeñas flores adornaban el hielo, cada día el pequeño Yacoff llegaba y colocaba una florecilla, se había prometido hacerlo para evitar que la gente olvidara que ahí descansaba el caballero de cisne.