Capítulo 1: Sobre patrullar

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Un manto de estrellas cubría todo el cielo de ciudad gótica en esa fría noche. Los colores del traje de Robin se veían como un destello que pasaba velozmente sobre los tejados, dando vueltas, saltos y acrobacias únicamente dignas del conocido compañero de Batman. Damian Wayne se detuvo a contemplar la ciudad, pero más que por nostalgia, por precaución. Las calles estaban extrañamente pacíficas, y como el buen vigilante que era, aquello no le daba buena espina.

Tampoco ese chico detrás suyo. Sabía que su indiscreta presencia no traería algo bueno.

—No creas que ignoro que me estás siguiendo como un zángano, Grayson. Sal de una vez.

El mencionado salió de detrás de la pared y el traje de Nightwing relució bajo la luz de la luna. Dick ya sabía que no podría esconderse de Damian, pero quiso intentarlo para ver su reacción cuando se diera cuenta de que lo estaba siguiendo. Sonrió ampliamente al decir:

—Un zángano no te seguiría. Su pereza sería más fuerte.

—Me refería a los zánganos abejiles, idiota —aclaró Damian, rodando los ojos y cruzando los brazos de manera defensiva—. ¿Mi padre te ha mandado a vigilarme?

—No, ¿por qué lo haría? —preguntó de vuelta mientras avanzaba hacia donde se encontraba el moreno y se sentaba tranquilamente en la orilla del edificio—. Él confía en ti, Damian. Aunque tú no lo creas.

—Como sea. No estamos hablando de él. —Le restó importancia al asunto. Siempre que pudiera evitar hablar de sentimientos —especialmente si era con Grayson— o cosas profundas, lo haría. Él era un niño de acción, no de corazón. Por eso preguntó con su tono de voz más neutral—: Si no te envió a vigilarme, ¿a qué has venido, entonces?

No quería demostrar interés, no a ese idiota sonriente que era tan opuesto a él y que aprovechaba cada mínima oportunidad para contradecirlo o soltar un comentario bobo.

—¿Es que no puedo pasar un rato contigo sin que tengas la mano ceñida en esa espada? No soy tan peligroso —indicó, burlón.

Damian miró su mano, la cual efectivamente estaba apretando con harta fuerza el mango de su arma. Al instante se relajó un poco, pero volvió a su posición inicial cuando dirigió la mirada de nuevo a las calles. No podía distraerse mientras patrullaba, esa era una de sus reglas personales y era tan importante como la de Bruce acerca de no matar.

Pero Dick idiota Grayson no ayudaba.

—Tengo que estar alerta —replicó bajo, intentando parecer de lo más concentrado, porque cualquier persona inteligente se daría cuenta de que su compañía no era necesaria si le respondían de esa manera.

—Tenemos. —Sonrió suavemente, luego se puso de pie y caminó para quedar frente a él—. ¿Me dejarías patrullar contigo, Damian?

Damian enarcó una ceja. Grayson le llevaba casi seis años, no era como si tuviera que pedirle permiso, y aun así lo hacía. ¿Estaba intentando simpatizar o acaso...?

—¿Te estás burlando de mí?

—¿Qué? ¡Claro que no, lo preguntaba en serio! —exclamó, luego soltó un suspiro hondo y se pasó la mano por el pelo—. Escucha, Damian, sé cuánto te gusta patrullar. No quiero interferir con eso. Ya sabes lo que dicen: es mejor pedir permiso que pedir perdón, ¿no?

—Tt, ya qué.

¿No podía guardar esa estúpida y luminosa sonrisa en lo más recóndito de su limpia habitación? ¿Tenía que llevarla a todas partes? Damian Wayne al Ghul no era alguien a quien se pudiera vulnerabilizar a través de la vista —claro que los animales eran otro asunto—, pero Dick parecía no acabar de entenderlo. Seguía portándose malditamente adorable con él, sin importar cuánta sequedad recibiera a cambio.

Amarte es complicado 「DickDami」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora