Una reunión de ex compañeros de la preparatoria.
¿Qué podría salir mal?
Ah, si.
Absolutamente todo.
Y hablemos de todo el caos que llegó a quedarse cuando se reencontraron.
Arya y Darío.
A pesar de todas las consecuencias que traerá el que estén...
—Nada tenía que haber pasado —. Explica. Diría por sus facciones que está serio, aunque tengo duda. Siempre me era fácil descifrar sus facciones, en cambio, justamente hoy no es así. Un rostro vacío.
—¿Ah no? ¿Qué es lo que realmente tenía que pasar? —. Mi respuesta lo anima a dar unos cuantos pasos hacia mí. Sin embargo, yo retrocedo —. ¿Me dirás que todo fue planeado? Que siempre tu plan fue que yo me enamorará de ti.
—No tienes ni la mejor idea, melocotón —. No me sorprende el tono frío de su voz y aquella mirada fría tan característico de él.
—Ayúdame a entender porque tuviste ese cambio tan repentinamente. ¿Porqué te alejaste?
Una lágrima.
Dos lágrimas.
Tres lágrimas.
Cuatro lágrimas.
Cinco lágrimas...
Y muchas más.
Desvío mi mirada de la suya por un momento mientras que con la manga de mi sudadera limpio las lágrimas que no aguantaron un poco más y salieron. Lo veo de nuevo y sé que está apretando la mandíbula con fuerza.
—Lo que hice estuvo mal. Sé que sufriste muchas veces por mi culpa pero realmente no te puedo decir nada por...
—No —. Lo interrumpo cortante. —Si de verdad me querías contar todo, no habríamos llegado hasta este punto.
Cierro mis ojos por un momento y siento como las lágrimas resbalan de mis mejillas con ímpetu.
—Si tú subes a ese avión, daré por hecho que todas las tardes jugando basquetbol, las noches donde preparábamos los postres donde siempre tenía que ocurrir un desastre —. Se me escapa una sonrisa triste acompañado de mi llanto que evidentemente no puedo ocultar, recordando todo aquello que nos hacía feliz —. Las mañanas donde solíamos caminar enganchados de las manos, las escapadas en fines de semana, todo lo que vivímos juntos... Será como si jamás hubiera existido. ¿En verdad quieres eso?
Pasan algunos segundos. No responde la pregunta, sabía que no lo iba a hacer. ¿Porqué espere que respondiera cuando claramente sabía que no iba a suceder tal cosa?
—Por favor. No hagas que deje de amarte. Sinceramente no quiero hacer eso.
Se dirige a mi con paso ligeramente lento. Una de sus manos retira un mechón de mi rostro para colocarlo detrás de mi oreja.
—Tendrás que hacerlo —. Se inclina a mi altura y susurra cerca de mi oído. — Gracias por todos los momentos. Gracias por dejarme sumergirme en tu mar, melocotón.
Toma entre sus manos mi cara y deposita un beso en mi frente. Mi alma quema. Arde. ¿Esto es de lo qué me advirtió Oliver?
