29/10/2021

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Había un clima apocalíptico en mi sueño de esta noche: La mayor parte de la gente de la ciudad desaparecía, y los que todavía quedábamos marchábamos a través de las calles, encontrándonos a veces con otros grupos de personas, más reducidos, e inclusive algunos automóviles con conductores en su interior, quienes trataban de huir de la ciudad.

Pero dichos automóviles eran contados con los dedos, puesto que la mayor parte de la ciudad había quedado deshabitada, sin mayores rastros de presencia humana.

Por fin, mi grupo y yo llegábamos de noche hasta una casona, sitio en donde se decía que se encontraban escondidos todos los doctores de la ciudad, a quienes culpábamos de las desapariciones.

Gritándoles y tirando piedras a las ventanas de la casona, mi grupo y yo exigíamos que los doctores se presentasen ante nosotros, presentándose ante nosotros uno de ellos, que al parecer había sido escogido para hablar en nombre de los galenos: Era un doctor joven, que no parecía mostrar el menor temor ante nosotros, mostrándose inclusive desafiante en sus actitudes.

Mi grupo decidía someterlo entonces a un extraño juicio, comenzando a marchar en círculos alrededor del doctor joven y uno de los nuestros, quien armado con un martillo, debía perseguirlo al tiempo en que ambos realizaban una extraña danza semejante a un ritual religioso.

El voluntario del martillo era muy semejante a un joven compañero mío de la universidad: Su rostro no reflejaba emoción alguna al momento de llevar a cabo la danza, y tampoco mostró emoción al momento de caer sobre el doctor a martillazos al término de la misma.

Con la muerte del joven doctor, nuestro grupo se dispersó aterrorizado a través de las calles; yo corría sin rumbo, anhelando volver a mi casa cuanto antes, esperando encontrar allí a mis padres, a mi hermano mayor.

Corría hasta llegar a una calle donde yacía inerte una muñeca semejante a un bebé, iluminada bajo la luz de un farol: Sus ojos azules estaban abiertos de par en par, mirando con expresión perdida al vacío.

Vestía un traje negro, como de oficinista, pero sus piernas eran largas como las de un adulto, no correspondiendo en nada con el resto de su cuerpo: Yo notaba que esas piernas se movían desesperadas al momento en el cual mi sueño llegaba a su fin.

Diario de Sueños y PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora