Detrás de Todo

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Son las 7:09 de la noche. Seguramente papá no ha llegado y si lo hizo ya no importa, como si pudiera hacer algo al respecto. Entro a casa y lo veo en la sala viendo televisión.

– Llegué – digo por simple cortesía y camino a mi cuarto.

– ¿Dónde estabas? – Pregunta caminando hacia mí.

– Fui a una fiesta – dije siguiendo mi camino.

– No he dicho que ya te puedes ir – regreso de mala gana – estuviste tomando ¿verdad?

– Si ya lo sabes, para qué preguntas – afirmé lo obvio.

– ¡Cómo te atreves! Después de la confianza que te he dado. Tu madre ya te hubiera puesto esa sonrisita de cabeza – empieza con su sermón.

– Tú bien lo dijiste, mi madre. Tú no deberías tener cara para venir a regañarme, si ella siempre fue la que siempre vio por mi – encaré.

No me gusta que hable de mi mamá como si él la hubiera apoyado. Porque él, nunca vio por mi educación ni por su bienestar.

Parecía humear del coraje, pero no me interesa, jamás en toda mi vida me golpeó, ni castigó, mucho menos regañó, siempre su sermón; como si eso hiciera la diferencia, muy al contrario de mamá, ella si me soltaba golpes; no digo que estuviera bien de su parte, pero tampoco dije que no los mereciera. Siempre fui malo con ella. Aún me arrepiento.

– ¡Soy tu padre y aprenderás a obedecerme! – comenzó a gritar.

– Un padre es el que educa te lo recuerdo.

En un arranque de enojo me empujó hasta la bodega que está en la parte de atrás, me metió en ella y me encerró con llave.

– ¡Ya me tienes harto! aprenderás a obedecerme porque soy tu padre.

– ¡Son 15 años tarde para querer venir a educarme, no eres mamá! - grité con todo el enojo que me guardé los últimos meses.

Me acosté en el piso, pues en el momento que me empujó se me cayó mi teléfono; genial ¿no?

No sé que gana con el hecho de encerrarme aquí. Intente ver si podía dormir pero nada pasaba, es muy temprano para eso. Durante el paso de las horas estar aquí era más estresante y aburrido. En la bodega, estaba todo lo que no tenía lugar en la casa, eso incluía muchísimas cajas. Decidí ver qué había en ellas. Vi una que no parecía tener tanto tiempo como las otras. Al abrirla, me di cuenta que tenía cosas de mamá, una a una las lágrimas me ganaron y empezaron a caer. Traté de calmarme y comencé a revisar. Había un alhajero con algunas piezas de joyería, varios cuadernos, que no me extrañaría tuvieran recetas de cocina. En el fondo de la caja encuentro un álbum de fotos, sin pensarlo lo abro y veo que son fotos de mamá y papá, algunas de cuando se conocieron y otras de antes. De mamá, encontré fotos de bebé, de niña, cumpleaños, preparatoria, casi toda su vida en fotos. Pero con papá era muy distinto, de él solo había fotos con amigos de joven y trabajando. Sin embargo, nada de su infancia. No es como conmigo, que tengo más fotos que recuerdos.

Al fin las lágrimas pararon, pero dejaron mis ojos irritados y cansados.

Comencé a darle una hojeada a las páginas de cada una de las libretas, y como bien había dicho, varias son recetarios que ella hizo, otra es con escritos y poemas que no me quise aventurar a leer. Solo una, era exclusiva para hacer cuentas y ver gastos. Encuentro otra libreta más maltratada que las demás, apuesto a que será un recetario. Cuando lo abro, me sorprende ver una letra que desconozco, ya que la de mi mamá es cursiva, ni siquiera la de mi papá es así, porque él escribe solo en mayúsculas.

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