Narrado por Nicolás.
Desde que Edgar regresó los días pasaron rápido, ya no tenía razón alguna para sufrir o para pensar demás, me sentía feliz y cuando uno es feliz la vida se le va más rápido, casi puedes sentir como se te escapa de las manos pero no te importa, porque te sientes bien y tu mente está tranquila, tu alma está tranquila, tú estás tranquilo.
Me encanta estar tranquilo, ya hasta olvidé cuándo fue la última vez que experimenté unos de mis “ataques”. Edgar es el mejor ¿novio?, no sé cómo llamarlo, todavía me parece raro verlo como mi pareja amorosa. Es mi mejor amigo, mi hermanastro y desde hace un tiempo atrás se ha convertido en mi todo.
No es novedad decir que lo amo y que me encanta pasar con él cada segundo de mi vida, me encanta besarlo, molestarlo, hacerlo reír, me encanta fingir que estoy molesto con él para que lo intente arreglar con su irrechazable ternura. Me encanta tener sexo con él. Maldita sea, todo es mejor con él.
Esta mañana he tenido que levantarme más temprano de lo normal, Edgar pasó por mí a las malditas ocho de la mañana para encontrarnos con Arturo. Pues hoy era el gran día en el que conoceríamos las instalaciones de nuestro nuevo y primer empleo.
Era un gran rascacielos ubicado en el centro de la ciudad, era un lugar lujoso, con gente entrando y saliendo. Era el típico cielo para los oficinistas y el infierno para mí, las mujeres entraban todas iguales, con el ya clásico estilo de “puta formal y juvenil”. En los hombres había más variedad, algunos con traje otros con ropa ni formal ni casual, era un estilo intermedio. Inmediatamente sentí miedo, odio las oficinas y los altos edificios con altas expectativas.
Pero a la vez estaba agradecido con Arturo, su tío era uno de los dueños de todo esta gran mierda que es una importante agencia de… ¿publicidad?, ni siquiera sé a qué se dedica toda esta gente, pero no es asunto mío, yo soy del área de computadoras, redes y sistemas, da igual. Yo sólo acepté porque trabajaría desde mi tranquilo hogar con Edgar.
Gracias a Arturo ya teníamos este fascinante empleo asegurado desde antes de graduarnos, ni siquiera tuvimos que llenar solicitud alguna. Nos contrataron por ser buenos amigos del sobrino del jefe. Y a juzgar por como lucia el lugar seguramente pagaban jodidamente bien, lo cual es bueno para cualquiera.
Entramos y Arturo caminaba por el lugar como si fuera su casa, Edgar estaba como siempre, calmado, seguramente para él esto no era gran cosa mientras que yo quería salir corriendo y regresar a esconderme a mi cama. Ser adulto es horrible. Ganar tu propio dinero es horrible porque tienes que enfrentarte a esto. Algo por lo que literalmente me he preparado toda mi vida.
Subimos al ascensor, Arturo y Edgar conversaban animadamente mientras que yo estaba callado observando todo y a todos. Arturo marca el piso nueve y el ascensor comienza a subir. Odio estar en un elevador, creo que además de todos mis problemas mentales, también soy claustrofóbico. Si de por sí sentía que no podía respirar estando dentro de este gran edificio, ahora menos.
Tomo el brazo de Edgar y me aferro a él como si eso me fuera proteger de algún mal. Al hacerlo llamo la atención de todos. Edgar y Arturo me miran curiosos, acabo de interrumpir la conversación que tenían con mi sorpresiva necesidad de sentir a Edgar junto a mí.
— ¿Qué pasa Nicolás? — Cuando Edgar dice mi nombre sin acortarlo casi siempre logra dejarme sin aliento. Esta vez, además de dejarme sin aliento, me deja sin palaras.
Lo miro y no sé qué mierda decirle, Arturo sonríe divertido, seguramente parezco un completo subnormal aferrándome al brazo de mi mejor amigo. El aire acondicionado me estaba matando, dios mío Nicolás relájate, no te puede dar un ataque de ansiedad ahora.
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Vaso roto
RomanceTodos hemos escuchado alguna vez que lo que no te mata te hace más fuerte pero en la mayoría de las ocasiones lo que no te mata hace que desees estar muerto. Lo que no te mata te rompe, te transforma en un vaso roto... ¿Y qué es un vaso roto? "E...