Hablemos de cómo te amo
Desde hace varios días, Mu Qing piensa en las estatuas. En particular, en la estatua de Xie Lian invadiendo su palacio para esconderse tras su montaña falsa para luego ser auxiliada por la versión estatua de Hua Cheng.
Ha pasado demasiado tiempo de eso, casi no recuerda los detalles más que su propio malestar.
El tema del sexo jamás ha llamado su atención. Lo ve como un trámite necesario en muchas parejas, le divierte los problemas que provocan en otros mortales que no son capaces de controlar sus instintos o la exasperación de Feng Xin cada vez que oye la oración de una dama pidiendo vitalidad masculina para su marido al palacio Nan Yang. Nunca pensó más allá, nunca le importó los detalles innecesarios y, aunque conoce la dinámica, poca atención le provoca.
No es para él. Su camino de cultivo fue sencillo en ese aspecto. No tuvo tentaciones que lo desviaran de su objetivo, ni hombre ni mujer lograron provocar sutras. Ni siquiera Feng Xin, no en ese aspecto.
Ese es el problema. Ni siquiera Feng Xin.
Mu Qing suspira mientras el rostro del general del Sureste descansa suavemente contra su almohada, con los labios entreabiertos y el ceño relajado, sin la marca de la línea de su entrecejo endureciendo su rostro. Hay un ligero olor a vino que brota de sus labios y él saborea los restos que quedaron cuando los pequeños besos antes de dormir le permitieron probar un poco para él. Estuvieron en el palacio de Ming Guang hasta tarde, el general del norte los invitó a una cena animada para cerrar brechas entre ellos. Aunque casi todos los temas de conversación se trataron de sus conquistas en todos los ámbitos.
«Es inevitable», dijo con un brillo efusivo en sus ojos, mientras los miraba con diversión, «ver el cuerpo de tu amada y desear incendiarlo con tus besos».
Ya el viejo Pei estaba muy bebido. Se notó que extraña a sus otros amigos: Ling Wen y él no logran la perfecta unidad que antes tenían con Shi Wudu. A veces lo había tomado desprevenido observando a su dirección cuando Xie Lian volvía al cielo a revisar la situación de la capital. Como si extrañara la triada, como si añorara a esa tercera rueda que mantenía en equilibrio una parte de su vida. Mu Qing puede enfocarse en ello, sin embargo, solo tiene en su mente esa frase y lo ajeno que se siente para él.
Ver el cuerpo de su amado y sentir que quiere incendiarlo a besos, no es precisamente algo que compagine con Mu Qing. No sabe por qué.
Feng Xin es guapo. Guapísimo. Le encanta el arco de sus cejas gruesas y la dureza de su mentón. Le gusta admirar el color de sus ojos marrones cuando el sol está moteado en las alturas y la forma en que sus pestañas se humedecen cuando hace calor y suda. Sus labios gruesos son hermosos, al menos que diga una tontería que le provoque rodar sus ojos. Le gusta admirar el trabajado cuerpo que el ejercicio y el combate ha desarrollado en Feng Xin, músculos duros, venas que sobresalen cuando tensa el arco o mueve la espada, su cuerpo salpicado de brillo dorado cuando entrena en las mañanas tras su palacio y sus piernas duras y firmes, listas para dar un salto. Lo admira con la misma intensidad y pasión que Xie Lian podría admirar una espada.
Ese era el asunto. Puede enumerar una a una cada cosa en el cuerpo de Feng Xin que le resulta hermosa y agradable, admirarlas como podría hacerlo con el bordado de una tela excesivamente llamativa o los intrincados decorados de una horquilla para su cabello. Pero nada de eso le provoca incendiar la piel a besos o dejar marcas.
Sin embargo, Mu Qing también está muy consciente de lo que provoca en Feng Xin algún rasgo desnudo de su cuerpo. La forma en que sus ojos se oscurecen cuando nota las motas rojas de calor bajando por su cuello, la manera en que suspira cuando persigue el aroma de sus aceites de baño sobre su nuca, o cómo sus manos parecen picar para acariciar más allá cuando se abrazan, manteniéndose estoicas en sus caderas, aunque le transmite el hormigueo a la espera de un permiso que nunca llega.
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Hablemos de cómo te amo (TGCF)
FanfictionEl tema del sexo jamás fue algo que llamara su atención; lo veía como un trámite necesario en muchas parejas y le divertía los problemas que provocaba en otros mortales que no eran capaz de controlar sus instintos o la exasperación de Feng Xin cada...