XXVII. 𝑪𝒐𝒍𝒊𝒃𝒓𝒊.

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[Especial día de muertos]

- Pude evitar esto...es mi culpa - se lamento la híbrido al observar unas más veladoras a su alrededor.

- No, no sara nada de esto es tu culpa

- ¡Si tan solo no hubiera aparecido en su vida seguiría con vida! - golpeo el suelo con fuerza moviendo algunas flores de cempasúchil apartandolas en diferentes lados.

- Sara. Tranquila, arruinaras la ofrenda - de las flores que volaron nuevamente las coloco en su lugar.

- ¿Por qué hicimos esto? - desanimada, la chica rasco su mandíbula mostrando fastidio y cansancio.

- Una ofrenda sirve para recibir a tus seres queridos, las flores los guían en un camino, la comida es lo que más le gustaban se llevan la escencia de eso. - abrió un par de comida que le gustaba a la azabache.

El cereal, era lo que más le gustaba desde que llegó a su vida. Algunos dulces de chocolate, picantes, agrios y unas papas picosas y saladas.

Coloco una foto de ella observando la ventana recargada en el marco de está y con la otra mano sobando su panza, dónde habitaba el bebé. Quizás, la había tomado desde su cámara instantánea para captar el momento que fueron sus primeros meses.
En la pared tenía cartulinas negras, pegadas letras que nombraban el nombre de:

"mei aihara"

Unas cuantas decoraciones que había hecho la chica con muchos esfuerzos. Muchas rosas rojas hizo; le recordaba cuando se las daba una ves a la semana dedicando un poema o alguna estrofa de alguna canción romántica de los años en que se estrenó la película "vaselina". Su película favorita de mei.

- Te daré unos momentos, chica. Puedes hablar con ella, quizás esté aqui. - sobo las orejas de la chica, se levantó sin antes plantarle un beso en su frente. Dejándola a solas en la habitación.

Quiera llorar, definitivamente lo haría.

Se detuvo cuando en su ventana choco un pájaro, se acercó lentamente con pasos débiles debería de ayudar al animal en su accidente.
Cuando abrió el ventanal sé percato de que era un colibrí pecho azul. Lo recogió ahuecando sus manos para que el volador se acurrucarse en sus manos brindándole un poco de calor.

- Oh, pequeño tuviste un día muy pesado ¿No es así? - sobo su cabeza con las llemas de su dedo índice.

Alzó la mirada y se encontró con más colibrís colgando de los cables de televisión. Observando con determinación a la joven híbrido. Se extraño de tal escena se giro para ver nuevamente la ofrenda y las veladoras se habían apagado.

Camino y dió una gran bocanada al cereal. El sabor no era el mismo. Brinco de la emoción anteriormente había nombrado ume que al perder el sabor, había venido su ser amado.

Rápidamente fue con la adulta que se encontraba en la otra habitación preparando unas galletas.

- ¿Ella es mi madre? - pregunto una rubia agarrando de la mano a la mayor.

- Si, mi amor eterno. Solía decirme. - dijo con nostalgia al recordar cada momento de su vida con ella.

Se acercó a su ofrenda y comenzó a comer más de su escencia.

Al finalizar casi el día, yuzu platicaba todo lo que había ocurrido en los últimos cinco años.
Algunas lágrimas brotaban de sus glaucos. No mucho había pasado, solo encontró un trabajo donde solía viajar en soledad y demás cosas.
Cuando ya debía de irse, susurro a sus oídos diciendo un te amo, quizás no la escucharía pero la vio, cambiada radicalmente. Su cabello había sido cortado su cuerpo se formo a uno más ejercitado y su altura, bueno, creció unos diez centímetros.

Antes de irse, su hija beso su cachete.

- Adiós mami, te amo.

Y salieron del mundo de los vivos. Junto con ellas los colibrís.

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Más que tu dueña || 𝐴𝑢 𝐴𝑛𝑖𝑚𝑎𝑠ℎ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora