Indignación, eso era lo único que sentía, ¿qué se supone que debo pensar después de esta declaración?
Sólo se me ocurre lo inimaginable, que en realidad nadie me quiere, que pensaran que mi destino lo elegía de esta manera porque no me importaba, ¿en serio? Esto es de locos.
-Amaia, no puedes dejarlo todo así, todavía tienes que ir a ver a Mario otra vez hoy.
-Para qué voy a ir Paula, no me resuelve nada, simplemente me dirá que no podré recuperarme -ya no hay nada que se pueda remediar, todo estaba perdido ya.
-Da igual, deberías conservar la esperanza y no hacer caso de lo que hayan dicho, seguro que sólo tenían rabia acumulada por no poder estar contigo y jugar estos partidos y...
-¡Basta! -Interrumpí a Paula, no aguantaba más, palabras como esas eran las que más me dolían.
Las excusas no servían para nada, eran palabras que solo engañaban, dichas para no mostrar la realidad de la situación, y eso era lo que menos necesitaba yo ahora.
¿Pero que se suponía que debía de hacer?
Ya no era lo mismo, todos pensaban que era una excusa, que mi lesión venía dada porque no quería estar con ellos, ¿cómo se puede lesionar alguien por eso?
-Me da igual que te desahogues conmigo, para eso estoy, ¿soy tu mejor amiga, recuerdas? No me tomes tan a la ligera porque no te vas a librar de mí, además te necesito para una cosa- Paula siempre me levantaba el ánimo por muy mal que la tratara, se merecía un monumento por lo menos.
-¿Para qué necesitas mi ayuda?- Me miró pero no contestó, iba a ponerme una condición para darme la información, seguro.
-Te lo diré si me dejas pasar contigo para escuchar lo que Mario tiene que decirte- asentí con la cabeza.
No me quedaba más remedio, sabía que encontraría alguna manera de pasar conmigo por lo que ni siquiera intenté lo contrario.
-Pero quiero tus labios sellados, ¿ok?- Ella sonrió y me abrazó.
Necesitaba esa cercanía, necesitaba que alguien se preocupara por mí, y en estos momentos era la única que iba a hacerlo.
Dos horas hasta que Mario me comunicara el por qué me había tenido que quedar un día más y por lo que esta mañana me había despertado con tanto entusiasmado.
Horas antes
-¡Amaia! No es momento para dormir, despierta- intenté abrir los ojos, pero no podía.
Apenas había podido descansar y para colmo me encontraba muy mal, mi hombro palpitaba del dolor, no podía hacer ningún movimiento de mi cuerpo sin que me repercutiera.
-Mario, no puedo incorporarme- apenas logré alzar mi voz para pronunciar esas palabras.
-Es normal que sientas tanto dolor, pero siento informarte que todavía no has llegado al dolor máximo que te va a causar esa lesión- entonces iba a morir, seguro.
De todas formas, ¿a qué se debía que estuviera con ese entusiasmo? Normalmente no iba por ahí saltando y cantando mientras hacía las cosas, además, la preocupación que tenía ayer por mi parecía haber desaparecido, ¿qué significaba esto?
Me levanté sin dirigirle la mirada, estaba demasiado cansada y adolorida, no tenía ganas de observar su positivismo ya que en estos momentos me era imposible.
ESTÁS LEYENDO
¿El deporte lleva al amor? (EDITANDO)
Teen FictionEsta historia esta siendo editada desde el comienzo y antes de continuar con el final, debido a los fallos que había encontrado y al cambio de forma de escribir que se ha dado en mí durante la escritura de esta. Amaia, una chica de 16 años jugadora...