La virtud de la paciencia

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Había perdido la noción del tiempo y a su vez la cantidad de currículos que había entregado en los alrededores del apartamento, pero todos estos lugares lucían tan tenues y aburridos. Todos excepto uno.

Entré en la biblioteca donde si bien no era muy amante a los libros era acogedora, cálida e incluso tenía algo en particular que me hacia sentir como en casa. El carillón de la puerta advirtió mi no tan silenciosa llegada, donde distraje a algunos jóvenes que se encontraban leyendo. Sacudí mi chaqueta antes mojada por unas pocas gotas de lluvia con incomodidad por las miradas que se habían posado en mi

Una mujer que andaba los sesenta se acercó a mi de manera dulce pero curiosa, tal vez por el hecho de que nunca me había visto antes. Margot, era su nombre; lo supe por su gafete.

—¿Está volviendo el interés por la lectura en los jóvenes?— cuestionó y luego rió

—Mentiría si digo que si— musité algo apenada

—Me siento algo decepcionada— cruzo los brazos y giró la cabeza unos centímetros con los labios fruncidos —¿Qué buscas entonces?— preguntó

—Trabajo— respondí con una sonrisa forzada, esto de intentar buscar trabajo era difícil. Nadie quería contratar a una joven sin experiencia pero vamos, ¡maldita sea no puedo tener experiencia si nadie me da trabajo!

—¿Pasa algo?— Margot se preocupó al ver lo roja que estaba mi cara en este momento pero era solo una furia pasajera.

Negué

—Puedes trabajar aquí— dice sin más. Así tan simple como eso —solo sí— me extiende un libro de Gustavo E. Jamut, sobre la paciencia por supuesto —lees esto. Tienes hasta el miércoles—

No sé si estaba demasiado agradecida con aquella mujer de aspecto dulce o muy enojada por una lección de vida que trataba de darme una desconocida. De todos modos el lugar era demasiado agradable y eso era innegable así que desataría mis habilidades inexistentes de lectora. Acepté.

Cuando estaba caminando fuera me di cuenta de algo muy importante, presentarme

—¡Por cierto, mi nombre es Annie!— grité

Solo recibí un ademán burlón de Margot y un "Shhhh" por parte de ese grupo de adolescentes que trataban de leer sus historietas en paz

Emprendí el camino a casa de mamá tomando un taxi porque adivinen qué, me independicé con el dinero que vendí mi auto.

Mamá dice que estoy muy delgada y aunque Issa podría llegar a ser paranoica esta vez era cierto, hacía poco mas que estudiar, cocinar no es precisamente mi fuerte; es lógico que haya bajado de peso.

El camino a mi antigua casa era un poco tedioso pero finalmente estuve allí. Coco me recibió acariciando su suave cola contra mis pantalones, mamá se percató enseguida que ya estaba en casa. Primero me abrazó e inmediatamente me sentó frente a un plato de comida que me triplicaba el tamaño

—¿A todo esto donde está papá?— la distraje unos segundos mientras compartía a escondidas el pollo frito con Coco

—No sé con qué zorra andará tu padre Annie, no lo sé todo— respondió de mal humor

Estaba claro que si quería vivir no debía mencionar a mi padre.

Estaba tan solo en casa que aproveché para llamar a mis amigos y reunirnos en casa, estaba lloviendo pero no se negarían de todas formas.

—¡No puedo creer lo grande que estás!— se emociona Hannah cuando me ve

—¿Estas consciente de tu edad cierto?— respondo algo indiferente ante su abrazo

—Cree tener sesenta— se burla Allan —Que delgada estás, pasa la rutina— suelta de pronto tras analizar mi anatomía con su mirada

No era buen momento para mencionar eso, no en casa de Issa

—Pues te cuento— sale Issa de la nada — primero para tener esta figura esquelética tienes que desvelarte firme, todas las noches, estudiar hasta morir y sobre todo, comer comida chatarra. Eso es todo, fácil y simple— ríe sarcásticamente

—Ósea que teníamos la misma rutina— Hannah ríe cómplice. Chocamos nuestras manos, nos emocionaba coincidir sin importar qué

—No es un halago— dice Issa seria —Es más todos están tan esqueléticos, más vale que los alimente. Y tú Annie— me señala —Si no empiezas a comer saludable le diré a Rian que no te compre la máquina de hacer algodones de azúcar— me amenaza

—No mamá eso no, por favor, te lo juro que voy a alimentarme tres veces al día pero no le digas eso— rogué

—Hazme cambiar de opinión entonces— entonces desapareció entre las escaleras su silueta dejándonos a solas nuevamente con mis amigos

Aprovechamos el clima para ver una película de terror, ponernos al día ya que era la primera vez que nos reuníamos tras independizarme. Los extrañaba tanto, y ellos a mí por supuesto. Era tanta la felicidad que me atrevería a decir que solo faltaba Gael para que se sintiera como en los viejos tiempos.

—Annie creo que ya es hora de irnos antes de que empeore esta lluvia— Allan empezó a recoger sus cosas y Hannah estaba de acuerdo.

Antes de despedirlos Issa se aseguró de llenar sus mochilas con suficiente comida para sentirse satisfecho por tres días

—Y este es para la cena— entró un último termo en la mochila de Hannah.

Ambos amigos agradecieron el gesto, se abrigaron y fueron a sus casas.

—No creo que con este clima puedas volver hoy, quédate a dormir— sugirió mamá y no tuve como negarme, al final tenía razón

—Le avisaré a Briana— llamé por celular a mi compañera, después de un par de intentos contestó —Hoy duermo fuera— a lo que ella contestó que también lo haría, me tomó por sorpresa.

Aprovechando subí a mi habitación rato después de haberme quedado viendo películas en el salón, incluso Coco estaba durmiendo a mi lado y mi madre hacía lo mismo pero en su habitación claramente, avisé a mi novio que después de todo no sabía que estaba en casa.

—Hoy fue un día extraordinario— empecé a contar mientras me desvestía para tomar un baño —primero estuve en una cafetería buscando trabajo y santo cielos me trataron tan mal, solo les faltó echarme— reí al acordarme de aquella escena

—Que tontos son. ¿A donde más fuiste bebé?— Pregunta desde la otra linea. Subo el volumen del celular para oírlo con claridad mientras empezaba a llenar la tina

—Después intenté cuidar unos niños tan malvados. Pegaron chicle en mi cabello y ni siquiera estaba contratada aún— enfurecí al recordarme sacando chicle de mi cabello

—Lo siento tanto bebé, sabes que te daría trabajo si no fueras una distracción tenerte merodeando en el área. Sabes que no resistiría tratarte de "usted"—

Dejé caer la última pieza y finalmente entré a la tina, donde el agua caliente me abrazó, sentía paz por una vez en este día

—Finalmente una señora me ofreció trabajo en una biblioteca solo si terminaba de leer un libro. Ahora estoy en casa de mis padres donde Issa me amenazó. ¿Papi cierto que me comprarás la máquina de algodón de azúcar? Lo prometiste— tantas ideas salieron de mi boca que olvidé que Rian era un hombre inteligente pero solo podía responder una pregunta a la vez.

—Si amor, te prometí que la compraría para ti—

Sonreí esperanzada nuevamente

—¿Cómo es eso de que estás en casa de tus padres y estamos hablando por celular?— ugh— se quejó —ya voy para allá— .

Your daddyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora