El Colegio Speedwagon era una institución de alto renombre, con amplias instalaciones, laboratorios de música, ciencias y tecnología, además de campos deportivos de alto nivel, un gimnasio, una alberca olímpica techada, bibliotecas que se renovaban de forma constante –al igual que la mayoría del material didáctico –y esto sin nombrar al personal altamente capacitado para instruir a los jóvenes en formación.
Algunos podían decir que las colegiaturas eran altas pues tanto beneficio no podía costearse tan con facilidad, sin embargo, las donaciones de varios benefactores ayudaban a que los precios fueran accesibles para los estudiantes y sus padres; además la Fundación Speedwagon ayudaba con gran parte de gastos: materiales educativos, hojas de máquina, entre otros consumibles. Era un trabajo abrumador, pero Caesar A. Zeppeli sabía conducir la escuela muy bien. Cada que lo halagaban declaraba que había aprendido de los mejores, su padre y su abuelo, pero los profesores más experimentados le decían que ni siquiera su padre tenía tales habilidades de negociación y economía. El Director Zeppeli sólo sonreía y proseguía con su trabajo, dando su mejor esfuerzo siempre.
Sin embargo, cuando dejaba de ser el Director Zeppeli, a Caesar le pasaba un pensamiento por la cabeza: una sensación de estar fuera de lugar, como si toda su vida pareciera estar en desorden o como si él no debiera estar ahí en ese instante. Miró el retrato que tenía en el escritorio, donde estaba con una hermosa mujer de larga cabellera oscura con lentes ahumados, un joven de su edad en la fotografía con el cabello erizado y de la misma tonalidad de la mujer hermosa y una chica menor que ellos, rubia, sonriente y traviesa, rodeando al joven moreno por los hombros. No pudo evitar sonreír y descolgar el conmutador:
– ¿Gianna? –Llamó. –Por favor, cancela todas mis citas de hoy. Sí, TODAS. Sólo recibiré a un hombre, no debe tardar en llegar... si te dice que es Joseph Joestar, déjalo entrar. Sí, gracias.
Colgó y giró su silla hacia la ventana. Lo vio entrar a lo lejos, sosteniendo a Jolyne de la mano, tomando su sombrero con otra mano y mirando hacia la ventana, como si sintiera su mirada a lo lejos. No pudo observar nada, así que siguió caminando hacia el colegio. Estaba cerca, muy cerca. Sin embargo, él decidió esperar un poco más.
***
Apenas puso un pie dentro del Colegio y Joseph Joestar se sintió observado. Volteó hacia una ventana en la parte delantera del edificio y se percató de que una mirada familiar lo observaba... ¿Caesar, quizás? No quiso hacerse ilusiones y prosiguió caminando mientras que Jolyne se soltó de su mano y dijo:
–Te suelto porque es vergonzoso que nos vean así. –Dijo ella. –Me voy al salón rápido.
–Pórtese bien, Señorita.
–Nunca. –Respondió ella, corriendo y saltando alegremente por el pasillo.
Joseph continuó con su recorrido y caminó con paso apresurado unos cuantos metros más, hasta encontrar una puerta de acero donde rezaba "Dirección". Abrió y se encontró en un recibidor más bien pequeño, con un sillón y un escritorio con una muchacha joven y pelirroja, tecleando en una computadora de escritorio.
–Buenos días. –Saludó él, temeroso de que sus palabras no pudieran salir de su garganta. La pelirroja correspondió su saludo y lo miró. –Vengo a buscar al Director Zeppeli... me llamó temprano por la mañana.
–Su nombre es...
–Joseph Joestar.
–Adelante, pase. –Indicó la muchacha, sonriendo. –El Director lo espera.
Un escalofrío recorrió la espalda del hombre mayor, quien apenas pudo sonreír, agradecer a la secretaria y tomar el pomo de la puerta. Se detuvo segundos antes de girarlo y empujar la puerta de nogal, pero debía hacerlo pronto, pensó.
ESTÁS LEYENDO
Sweet dreams (are made of this) -Jojo's bizarre adventure-
Fanfiction¿Serán los sueños manifestaciones de deseos reprimidos o ecos de vidas anteriores? Cada noche, Kakyoin Noriaki tiene pesadillas tan reales como para hacerle creer que alguna vez vivió lo soñado; al despertar, el tedio y la rutina le hacen pensar qu...