Capítulo 16

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Maca

El día de la audiencia pedí libre en el trabajo y pasé al edificio para buscar a Rubí y a Gema. El departamento se veía tan reluciente que por poco podía ver mi reflejo en todos los rincones. Asumí que habían estado limpiando por los nervios. La pequeña estaba almorzando mientras su mamá iba de un lado a otro buscando cosas que, probablemente, no necesitaba. Puede que ni ella misma haya sabido lo que estaba buscando, solo ocupaba el espacio para moverse y hablar en voz alta.

—¿Qué estái comiendo, pitufa? —me acerqué para sentarme al frente. Llevaba los dos moños que Rubí le hacía, uno a cada lado y un paño en el pecho a modo de babero.

—Barbanzos.

—¿Garbanzos?

—Eso dije.

Se los comía de a cinco. Tomaba una cucharada, los contaba con el dedo y los sacaba si había más. El cinco era su número favorito desde que supo que podía tener un número favorito. Posiblemente el haber cumplido ya los cinco años había influido en su decisión.

—¿Qué le pasa a mi mami? —preguntó en voz baja, mirando cómo ahora hablaba por teléfono y caminaba de una habitación a otra.

—Está un poco nerviosa, acuérdate que tiene algo muy importante hoy —asintió con la cabeza y siguió contando los garbanzos—. ¿Querís que vayamos a Happyland?

—¡Ya! —dijo sonriendo. Se le había caído un diente de la parte de arriba y no dejaba de verse chistosa cada vez que sonreía.

—Pero cómete toda la comida primero. Voy a hablar con tu mamá.

Rubí ya no hablaba por teléfono, ahora escarbaba en su bolso, reclamando en voz baja. Se había puesto un traje de dos piezas color crema, no demasiado formal, pero más de lo que normalmente usaba. Tomé su mano y la llevé hasta la habitación. Junté la puerta detrás de nosotras.

—¿Viste el bloqueador? —dijo enseguida.

—¿Para qué querís bloqueador?

—Para bloquear los rayos UV po, Maca, ¿para qué más? Uno se pone diez minutos al sol y se quema, y la Gema tiene que usar, pero no lo encuentro. Estoy segura de que la Esmeralda se lo llevó la otra vez, tiene uno igual y siempre anda sacándome las...

—Yo tengo —la interrumpí—. Respira.

Me miró como si nadie se lo hubiese pedido en todo lo que llevábamos de día, como si ni ella misma hubiese recordado hacerlo. Puse las manos en sus hombros e inhalé lentamente, esperando que me imitara. Inhalamos y exhalamos un par de veces, hasta que la pude sentir menos inquieta. Busqué sus deditos enfriándose por todas las preocupaciones que cargaba y amagué entrelazarlos, porque solo me quedé ahí, jugando con ellos, enredándolos en los míos.

—¿Ya? —pregunté.

—Ya —dijo—. Va a salir bien, ¿cierto? Va a estar bien, si que él tenga el tiempo, la plata, el trabajo estable, las facilidades y que, probablemente, su papá sea amigo del juez no influye en nada, ¿o sí?

—Rubí, puede tener varias cosas a su favor, pero todos los meses que estuvo sin contactar a la pitufa le juegan en contra. Muy en contra. Ya lo hablamos con tu abogada.

—Dime amor, me ponís más nerviosa cuando me decís Rubí.

—Bueno, amor —dije sonriendo—. Tenís que respirar, confiar en la abogada y en el buen criterio del juez. No hay forma de que le den la tuición.

Asintió con la cabeza varias veces. Volvió a respirar hondo y terminó por entrelazar nuestras manos con fuerza. Yo también estaba nerviosa, pero una de nosotras tenía que mantener la calma y, sin duda, no iba a ser ella. Tampoco le conté que Benjamín había ido a mi departamento. Se lo diría en algún momento, por supuesto, solo que no ahí, cuando en lo único que podíamos pensar era en él. No le agregaría una preocupación más. De todas formas, solo fueron dos minutos. No lo dejé subir, se quedó en la recepción preguntando si Rubí estaba conmigo. No me creyó a la primera y no me quedé para seguir insistiéndole. El simple detalle de que jamás le había dicho dónde vivía y que de igual manera me había encontrado, no dejaba de perturbarme.

Siempre tú | Rubirena |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora