9. Estás demasiado cerca

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Bakugou

Estaba tan distraído, celebrando, que no me di cuenta que ya estaba dormido a mi lado, con el control a punto de resbalarse de sus manos. Por un momento pensé en despertarlo, pero cambié de opinión y decidí buscar una frazada para arroparlo. Es probable que, si lo despertaba, no volviera a dormir. Yo, por otro lado, por la descarga de adrenalina tras la victoria, no me sentía somnoliento por lo que me quedé despierto buscando qué ver en la televisión.

No recuerdo haber apagado el aparato, pero cuando me percaté de que estaba en el área común, era obvio que no me había dirigido a mi habitación antes de quedarme dormido. Supuse que serían las 6:30 am pues era la hora en la que solía salir a correr todas las mañanas.

Sin embargo, mientras recobraba el conocimiento, un ligero peso a mitad de mi pecho, me hizo mirar en esa dirección para encontrarme con la cabeza del Mitad–Mitad recostado apaciblemente allí. ¿En qué momento llegamos a esta posición?

No estaba incómodo, solo sorprendido de que estuviera así. Desde esta perspectiva, su cabello bicolor formaba una espiral que reafirmaba uno de los nombres con los que me refería a él "bastón de caramelo". Las hebras de su cabello se entrelazaban justo en la cúspide, como un remolino, y se separaban una vez alejados del centro. Era una escena extraña e hipnótica. No había pensado cuanto tiempo había estado contemplando la rareza de su cabello cuando decidí levantarme, procurando no despertarlo en el proceso. Sería muy incómodo explicar esta situación si despertaba y me encontraba mirándolo.

Poco antes de llegar a las escaleras, un ligero susurro me detuvo. Provenía de él.
– Mamá, no me dejes con él... – el lloriqueo se hacía cada vez más alto. Acercándome al origen, el sostenía sus manos sobre su cicatriz, empapado en sudor, comenzando a convulsionar. Estaba teniendo una pesadilla.

Entré en pánico. Lo primero que hice fue tratar de calmarlo, llevando mis manos a su espalda, sin éxito, por el contrario, se retorció con aún más violencia al grado de que su lado derecho empezó a generar hielo. Tenía que hacer algo para detenerlo. Procedí a lentamente aumentar el volumen de mi voz mientras lo llamaba por su nombre de pila
– ¡Todoroki! – empezaba a abrir los ojos. Yo estaba de rodillas frente a él, quien estaba muy sorprendido viendo su mano cubierta de hielo.
– ¿Me acabas de llamar por mi nombre? – Si podía hacer esa pregunta tan estúpida, supongo que ya estaba bien.
– Eres un idiota – alejándome de él. Y, antes de que me diera cuenta, ya no estaba.

Todoroki

Pensé que estaba durmiendo, pero, fue real. Escuchaba la voz de Bakugou nombrarme. Al abrir los ojos, se veía preocupado. Sin poder conectar con lo que había pasado, solo me límite a preguntar si lo que había escuchado no era producto de mi somnolencia.

Con un "eres un idiota" y un ceño fruncido, confirmé que no imaginé lo que escuché. De repente, los recuerdos de mis recurrentes pesadillas se abalanzaron contra mí, y corrí hacia mi habitación. Cerré la puerta con brusquedad. Me recosté al pie de mi cama, y en el espejo de cuerpo completo, solo podía ver mi cicatriz en mi ojo izquierdo, recordándome que yo era la razón por la que estaba allí ese fin de semana;
- Yo soy quien provocó su internamiento. Escondí mi rostro en mis rodillas, deseando desaparecer.

Bakugou

"¿Vendrás este fin de semana?" "No, no iré vieja bruja" "Esa no es forma de responderle a tu madre, mocoso. Además, dijiste que vendrías." "Tengo mejores cosas qué hacer." "Como sea. Llámame cuando puedas." Concluyó.

Eran ya las 7am, un poco más tarde de la hora a la que suelo salir a correr, pero era mejor que nada. "Mitad–Mitad, preparé desayuno. Está en la encimera, si quieres." Y antes de guardar mi celular alcancé a leer "Entendido". Al regresar, el muy insulso estaba en la cocina... ¿cocinando? ¿Desde cuándo? ¿Qué acaso lo que preparé no fue lo suficientemente sofisticado para su paladar?
– ¡Oye, ya había preparado algo para ti!
– Era muy picante para mi gusto – siguiendo preparando lo que sea que estuviera cocinando. Antes de provocar un desastre considerable, decidí darle la espalda e irme a mi habitación a tomar un baño. Cuando volví, me sorprendí buscando al idiota de doble color de cabello. Pero antes de dejar de lado mis intenciones, como si de una invocación se tratara, lo vi sentado en el más amplio de los sofás, mirándome fijamente. Me acerqué a él.
– Voy a salir a dar una vuelta. – Informó para dirigirse a la puerta. Me acerqué a la encimera y, allí se encontraba Takoyaki para mí. ¿Me estaba agradeciendo? Quería sentirme molesto, pero no podía. Estaba sobrecogido por el gesto inesperado y, aunque intentaba mantener el ceño fruncido, era inútil. No quería quedarme allí pensando en el gesto amable que había hecho por mí.

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