El Cazador

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"Se necesita un corazón negro y una mano firme para matar las cosas que aparecen en la noche. El desafío no se vuelve peor que los monstruos que destruyes".

Siempre era invierno en el corazón del cazador. En la soledad del bosque, se podía escuchar el silencio de las bestias, de las criaturas de los cuentos, el silencio de los antiguos dioses. Pero Mace no estaba buscando el silencio. Las ramas de los árboles se movían en la oscuridad, tan frágiles que parecían brazos de anciana invitando al cazador a marcharse de allí. No hasta que acabe mi trabajo, pensó. 

El pueblo era temeroso del bosque, tanto que incluso cazapieles, recolectores y exploradores se negaban a ir hacia lo más profundo. Historias se cuentan en las tabernas acerca de las cosas que suceden en los claros una vez que cae la noche: brujos sacrificando vírgenes a sus dioses de fuego, tribus de caníbales esperando encontrar una presa perdida, espectros de viajeros perdidos que buscan almas para que les hagan compañía... Casi siempre eran bestias las que causaban problemas en los bosques: desde roedores hasta osos y lobos, y de vez en cuando, algún pobre diablo que ha tenido la mala suerte de intimar con la boca de la escopeta de Mace. 

La fama de Mace era merecida. No por nada, le llamaban el Carnicero de Kuhvala, desde que cogió fama por perpetrar una masacre en aquella villa. Aún era joven, no le tomaban en serio, no querían recompensarle por cazar al lobo que se estaba comiendo los rebaños...y acabaron pagando con sangre. No hay cazador que sienta cierto miedo, asco y extraño respeto hacia Mace. Era un profesional, buen cazador, con métodos, digamos, "poco ortodoxos". Su fama llegaba a las altas esferas y desde entonces se ha convertido en un hombre cotizado. Más de un noble ha agasajado a Mace con comidas, vino y mujeres en sus palacios para convencerle de aceptar sus encargos, casi siempre relacionados con monstruos feroces y demonios antiguos que no existen. Este encargo era...diferente. Mace fue invitado al palacio de lady Varros, donde fue recibido con los honores de un príncipe. Estaba claro que la señora del castillo quería algo del Carnicero de Kuhvala.

- ¿No bebéis, Mace? -Preguntó Varros- No os hacía pasar por un abstemio.

- No bebo mientras trabajo, gracias.

- ¿Esto sigue siendo trabajo? -Mace no respondió y simplemente se limitó a mirarla, aunque con un gesto más relajado que tranquilizó a la noble- Bien, te he llamado porque necesito que caces a una presa muy especial...

Siempre era el mismo tipo de presa. Ningún cazador, sin importar la edad o la experiencia, se atrevía con ella. Era el mismo tipo de presa que todos los nobles querían cazar. Entre todos los cazadores del Mar Blanco, solo Mace estaba dispuesto a cazarla. No tenía remilgos, no tenía miedo, ni códigos de honor más que su palabra que le impidiesen realizar el trabajo.

- Vi como ese monstruo se llevaba a mi hija -Continuó lady Varros- Era de pelaje azul y se movía rápido entre la nieve. Casi ni me dio tiempo a reaccionar y mi guardia personal la perdió de vista entre la maleza.

- ¿En qué dirección se fue? -Preguntó Mace. Varros esperó un poco para responder.

- Hacia el sur desde aquí. -Hacia el Bosque de Aallev, pensó el cazador- Conozco las leyendas que corren acerca de ese dichoso bosque. Ni los más machos y presumidos de mi guardia personal se atreven a ir allí y traerme un cuerno de unicornio como prueba de que han estado en uno de sus claros malditos, ni siquiera a cambio de sexo. ¿Habéis estado alguna vez en el Bosque, Mace?

- No hablo de mi trabajo. 

- Oh, ¡que aburridos sois los buenos cazadores! En la taberna de esta fortaleza, mis exploradores no paran de hablar de sus andanzas y aventuras, llenas de bestias y princesas. Me río al escucharlos y verles callar la boca cuando aparece tu nombre en la conversación.

- Hago mi trabajo. Un cazador mantiene el código de silencio con sus clientes.

- Y supongo que conmigo también lo tendrás...¿no, Carnicero? -La noble vio como el rostro de Mace se ensombrecía cuando escuchaba su apodo-

- Siempre y cuando me pagues lo que acordemos. Hazlo, y mis armas estarán a tu servicio hasta cumplir mi parte del contrato, y mis labios sellados hasta el día de mi muerte. -Mace se detuvo un momento- Engáñame...

- Está bien, está bien. -Interrumpió Varros- La fama que te precede es tan real como el cuerno de jabalí que mató a mi esposo. El precio que te ofrezco es...

500 reales de oro nada más salir del castillo, y otros 500 al finalizar el trabajo y entregar a la niña. Mace no lo podía creer. El trabajo más rentable que le había salido en toda su vida. Todo por una niña que se había perdido en el bosque. "Es mi hija y mi heredera", dijo lady Varros. "Daría mi vida por garantizar el bienestar de Sofía y su derecho al trono de Aallev". Sigue siendo una niña, por ese precio, me encargarían matar una manada de osos que atenta contra las caravanas de comercio del reino. La quieren viva, algo que va a ser complicado. Tendré que enfrentarme a la bestia que la secuestró...pero todavía no puedo ni imaginarme que puede ser.

Mace llegó, tras caminar toda la noche, a un claro del bosque, iluminado por la luz de la luna. Allí vio lo que había venido a buscar. No se había sorprendido para nada. Era lo esperado. La joven Sofía estaba atada a un árbol, seguramente durante los dos días que estaba desaparecida, y delante de ella, su secuestrador, un hombre calvo, más bajo que Mace, que portaba una chaqueta con un extraño pelaje azul, tal y como lo había descrito Varros. Aquel impresentable se estaba bajando los pantalones, dejando ver una verga corta y enrojecida por el frío. Mace no quería ni pensar en lo que le habría hecho a Sofía, ni lo que le esperaba encontrar a su madre cuando la atienda su doctor. El cazador ni siquiera hizo señal de presencia, solo se limitó a desenfundar su escopeta y prepararse. Solo la chica que había venido a rescatar se había percatado de lo que ocurría, pero su secuestrador gozaba de verla tan temerosa. El pequeño hombre calvo estaba dispuesto a penetrar a su presa hasta que sintió en la nuca un tacto más frío que el invierno. Ni siquiera tuvo la oportunidad de girarse cuando Mace apretó el gatillo y su cabeza explotó en mil pedazos, como una piñata de feria, dejando ensangrentado todo a su alrededor, incluyendo las ropas de Sofía y de Mace.

Siempre era el mismo tipo de presa. Los nobles lo querían para eso. Ningún cazador normal y con cierto honor se atrevería a cazar a un ser humano. Pero Mace no era un cazador normal. No es raro el día que un noble lo invite a su castillo para pedirle eliminar a un hermano molesto, a un acreedor peligroso o a algún rival político. En el argot de los cazadores se le da nombre a este tipo de calaña. Matasangre. Lo peor de lo peor. Por ello, larga era la lista de hombres y mujeres que temían al Carnicero de Kuhvala; la cual se ha ampliado con un nuevo nombre: Sofía de Aallev, que, tras ser desatada, en lugar de abrazar y agradecer a su salvador, se quedó en el suelo gritando y llorando como una banshee, completamente alocada, al ver el cadáver  sangrante y descabezado de su violador, viendo cómo el rojo de la sangre tiñe la nieve blanca en un cuadro horrible y macabro, mientras que Mace solo se limita a sentarse en un tocón, limpiar su escopeta y observar su nueva obra. Eso de ahí lleva mi puta firma.

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