La luz de las velas apenas da para iluminar los pasillos del templo. Hemos dado tantas vueltas que cualquier persona que nunca hubiese estado en el Templo ya se habría perdido. Recuerdo que en los primeros días que pase aquí, una sacerdotisa me explicó que estaba diseñado de tal forma que si se producía un ataque, los agresores se perderían y daría tiempo a todo el mundo a escapar. Después añadió que si tenía alguna esperanza de que alguien me rescatara ya podría irme olvidando de ella.
La verdad sea dicha, esa idea nunca se me pasó por la cabeza. Nadie en el mundo se preocupaba por mí, solo mis padres. Aunque ellos tampoco se quedaron mucho tiempo conmigo. A mi madre la mató un atracador después de robarla. Mi padre fue ofrecido como sacrificio a Aghab una semana después de que nos trajeran aquí. Estaba sola.
Tan concentrada estaba en esos tristes pensamientos, que no me di cuenta de que ya habíamos llegado hasta que Idharo puso su mano en mi hombro.
Idharo era el general de los soldados que defendían el Templo. Tenía el pelo de un color marrón oscuro que le llegaba hasta la mandíbula y unos ojos de color azul penetrante. Incluso con el uniforme puesto podías notar sus músculos. Si no fuese porque él era uno de mis captores incluso podría llegar a considerarlo atractivo.
-La Gran Sacerdotisa la está esperando dentro -dijo señalando la puerta oscura que se ergía ante nosotros-. Yo estaré esperando al lado de la puerta así que ni se te ocurra hacer alguna tontería. ¿Me has entendido?
No le respondí, simplemente me quedé mirando hacia delante.
- ¿Me has entendido? -repitió con un tono enfadado.
- Sí -gruñí.
- Bien.
Estúpido. Pensaba que porque me hablase con un tono de voz elevado me iba a asustar como un niñita de tres años. Pues no era así. Este lugar esta lleno de gente que intenta intimidarme a diario, él no me daba ningún miedo.
Idharo abrió la puerta y me empujó dentro. Las paredes de la habitación estaban ocupadas por estanterías llenas de libros. En el centro de la sala había tres sillones de color granate, de los cuales dos estaban ocupados por la Gran Sacerdotisa y un hombre al que nunca había visto, supongo que él es el extraño visitante.
- Katherine, ven aquí y siéntate con nosotros -dijo la Gran Sacerdotisa con un tono meloso, aunque se notaba que lo pronunciaba como una orden, la cual obedecí-. Este hombre aquí presente te va a llevar consigo para que aprendas como utilizar tus poderes. Partiréis en cuanto acabemos de hablar.
Dicho esto siguió hablando con el hombre como si lo que acababa de decir fuese algo normal. Nunca, desde que me trajeron aquí, me habían permitido salir fuera del Templo. Nunca. Y ahora simplemente me decía que me iba a marchar con un extraño para que este me enseñara a usar mis poderes.
Mis poderes. La verdad es que la primera vez que me dijeron que los tenía me quedé mirándolas como si fuese una broma. Luego vi sus caras serias y me di cuenta de que no estaban bromeando. Me costó un rato asimilar la idea de que tenía "poderes". Poco después me explicaron que prácticamente podía hacer de todo, desde controlar los elementos hasta leer los pensamientos pasando por que podía levantar objetos con la mente.
Y, seguramente, os preguntaréis que por qué demonios no he escapado. La razón es que echan unos polvos en la comida que me adormecen los sentidos, lo cual no evita que pueda usar mis poderes pero si hace que sean mucho mas débiles. Alguna vez he considerado la opción de hacer una huelga de hambre pero siempre que lo intentaba, de alguna manera u otra las sacerdotisas acababan consiguiendo que comiese a la fuerza.
Aproveché que el hombre estaba hablando con la Gran Sacerdotisa para observarlo mas detenidamente. Pude notar que no era tan mayor como me había parecido en un principio, debía de tener alrededor de los dieciocho años, y era de lejos el chico mas guapo que había visto en mi vida. Aunque, ahora que lo pienso no es que halla visto muchos chicos a lo largo de mi vida. Tenía el pelo de color negro, los ojos de un verde tan intenso que parecían un bosque, y la piel morena.
- Bien -dijo la Gran Sacerdotisa, interrumpiendo mis pensamientos-. Katherine, te marcharas ahora con esté hombre en dirección al sur donde proseguirás con tu entrenamiento.
No lo puedo creer. Realmente saldré de este asqueroso lugar.
ESTÁS LEYENDO
La fugitiva del templo
FantastikObligada a adorar a un dios cruel cuyas sacerdotisas ofrecieron a su padre como sacrificio para despertarlo, Katherine deberá hallar con la manera de escapar del templo donde la encierran para evitar sufrir el mismo destino que su predecesor. Poco a...