Capítulo 6.

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Esa fría y desolada casa, a la que siempre había querido regresar acompañado, lo estaba consumiendo vivo. La soledad y él nunca habían sido buenos amigos y mucho menos ahora que se disponía a olvidarla; pero cuando más evitamos una cosa es cuando más nos acecha, y ahí estaba, estrechando su mano con la que había sido siempre su enemiga mortal.

A pesar de llevara solo unas horas en aquel lugar ya se sentía desfallecer. Nunca se había quejado de no tener compañía pero desde que había abierto su pecho, su corazón, su manera de ver la vida cambió total y radicalmente y ahora sentía las duras consecuencias de su decisión. Aunque no cambiaría de opinión, a pesar de que ya no estaba junto a Jungkook haría todo lo posible por de alguna manera volverlo a ver, trataría de llamar seguido a las instalaciones o a San, tal vez él le diera las informaciones que necesitaba saber. Con que Jungkook estuviera a salvo y bien era suficiente para poder vivir con su conciencia tranquila por un día.

Caminó hasta su empolvada habitación. Tomó las sucias sábanas y las lanzó en una esquina del frío espacio. Se dirigió al clóset y de allí sacó ropa de cama limpia, aunque el olor a guardado se adentró por sus fosas nasales, pero era mejor que dormir sobre el polvo.

Las tendió cuidadosamente sobre el colchón y se dejó caer. Durante un rato observó el techo sin pensar en nada. Aquello era lo mejor, últimamente para él hasta pensar se volvía estresante en demasía.

Aunque solo se dedicaba a pensar en esa persona que tanto añoraba, en ese hombre que lo hacía sonreír con tan solo un recuerdo. Nunca creyó que Jungkook se volvería una parte imprescindible de su vida luego de haber arruinado la de él. Era injusto incluso nombrarlo, pensaba que no merecía ese honor después de que cargaba sobre sus hombros toda la culpa de lo que sus amigos llamaban accidente pero que para él no lo era.

Las horas pasaban y el sol dio paso a la luna. No lograba conciliar el sueño por muy cansado que estaba.

Mientras pensaba en muchas cosas el ruido de algo metálico estampándose contra el suelo en lo que parecía proceder de la cocina lo hicieron levantarse de un salto.

Trató de recordar si había asegurado la casa, y sin duda, esas acciones estaban presentes en su cabeza, si había entrado alguien tenía que haber forzado la cerradura de la puerta o de las ventanas.

Se puso de pie con cuidado. Observó a su alrededor y tomó de una esquina un barrote de hierro que utilizaba para trancar la puerta del sótano. Lo sujetó fuerte con ambas manos en cuanto hubo salido al pasillo. La oscuridad envolvía todo a su alrededor pero no quería llamar la atención por lo que no prendió ninguna luz.

Caminó por el corto pasillo sin ver nada fuera de lo normal. En la sala estaba todo en orden y cuando llegó a la cocina una de las tantas ollas que tenía estaba desparramada por el suelo. La recogió y la colocó en su sitio pero siguió sin ver a nadie.

Hasta que un gatito naranja y blanco salió de uno de los compartimentos inferiores y lo tomó entre sus brazos.

—Hola pequeñín, ¿cómo has entrado? ¿Estás perdido?

El gato solo buscó el calor que el cuerpo de Jimin desprendía y se recostó a su pecho.

—Creo que ha sido una falsa alarma.

Regresó a su habitación y sobre las sábanas que había arrojado al suelo acurrucó al gato para que estuviera cómodo y calentito.

Se volvió a recostar en la cama y no supo cuando ni como se quedó dormido.

Ya bien avanzada la madrugada un escalofrío le recorrió la espina dorsal cuando sintió la cama hundirse a su lado.

No se atrevía a moverse. Trataba de aminorar los temblores que esa extraña cercanía le proporcionaba pero sobre todo trataba de calmar su respiración acompañado de los latidos de su desenfrenado corazón.

Mutación [Libro1. Saga Agente Biológico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora