Introducción
En uno de los podcasts que escucho recurrentemente, escuché dos ideas que llamaron mucho mi atención: que la Biblia es uno de los manuales de Derecho más amplios que tenemos; y que el ejercicio de la legislación es darle la forma a un Dios que rige a esta sociedad moderna. Traté de comparar la simbología sagrada en las religiones con el orden jurídico actual mexicano para plasmar una idea que me resulta convincente para comprender las problemáticas que hoy vivimos en el país: Nuestro sistema jurídico mexicano es como un tótem. Evidentemente, no pretendo realizar una teoría extremadamente rigurosa que valga de explicación universal, pero sostengo que, si establecemos un puente que conecte esta peculiar forma de trazar nuestro orden jurídico vigente con la Antropología Social que estudia los inicios de las civilizaciones humanas, podremos observar de una manera más clara qué representa el constitucionalismo para el sistema de vida del mexicano, cuando el máximo orden jurídico ha sido modificado más de 700 veces. Sobre todo, qué oportunidad representa para el ejecutivo que se erige con el bastón del caudillo nacional cada seis años el verse de cara al sistema de leyes del país y saber que nada es imposible si tienes el número de gente adecuado contigo.
Tótems: el ascenso al poder de los dioses
De acuerdo con Goldenweiser: "El totemismo es la tendencia de unidades sociales definidas a asociarse con objetos y símbolos de valor emocional".
Desde el inicio de la vida humana, el ser humano, gracias a la función del lenguaje, ha otorgado distintos significados a las cosas que le rodean y a diferentes manifestaciones naturales, mismas que devienen en un pensamiento mágico y religioso. "¿Por qué el totemismo recurre a los animales y a las plantas? Es porque éstos suministran al hombre su alimento, y la necesidad de alimentarse ocupa el primer lugar de la conciencia del primitivo, en la que suscita emociones intensas y variadas". Así, el ser humano toma elementos del mundo natural y los vuelve propios, ya sea, tomando dioses del agua, del sol, de la fertilidad; o sea tomando animales que eleva a la categoría de sagrados y les otorga una figura material que representa algo para su pueblo o familia. En este proceso, transforma aquello que le da vida en un símbolo para sí que le da una seguridad y unidad con sus semejantes, haciendo una valorización a la que los griegos llamaban αίσθησης (aisthisis), que quiere decir sensación, y da lugar a lo que llamamos estética. Estas sociedades reunidas bajo un tótem, presentaban un apega muy interesante a un sistema no escrito de leyes: ya que todos colaboraban bajo mismos principios, todos seguían un esquema de reglas que iban en beneficio de todos, con un sentimiento de grupo, y dotadas de una obligación moral (que en nuestra sociedad actual sería como el derecho consuetudinario), misma que desecharía tesis como la hobbesiana acerca del "hominem lopus hominem est", y más bien nos acercaría a la del hombre bueno por naturaleza de Rousseau, o la libertad moral kantiana.
Ocurre, sin embargo, que para que las sociedades fuesen creciendo, hubo un espacio de transición, de sistemas legales no escritos a sistemas escritos, ya que la conformación de pueblos más y más grandes (a la vez que más y más heterogéneos), hacía que ya no hubiera una sola forma aislada de creencias, sino que varias convergían en mismos tiempos y espacios, como podemos observarlo en una gran cantidad de culturas mesoamericanas. A mi parecer, este punto de quiebre lo tenemos en una confrontación histórica de tótems, de la cual solo una resultó vencedora, y lo hallamos en un pasaje bíblico. Moisés bajó del monte con dos tablas de piedra donde venían las leyes que Dios le había dado, y a las faldas del monte, se encontró con que Arón había fundido los aretes del pueblo y formado un becerro de oro al que la gente alababa como su nuevo dios; entonces Moisés estalló en furia, arrojó y rompió sus tablas de piedra, tomó el becerro de oro y lo quemó en el fuego, lo molió hasta hacerlo polvo y, mezclándolo con agua, obligó a los israelitas a que lo bebieran (Ex 32, 19-20). Aprendida la lección, Moisés labró dos tablas como las primeras, en las que volvieron a quedar escritas las diez leyes fundamentales, conocidas como El Decálogo del Sinaí. Es entonces que se da una transición de la formación de órdenes jurídicos, de la costumbre al texto, y, sin pensarlo, pasamos de una etapa primitiva del tótem a un tótem más moderno, que sigue haciendo alusión a algo más grande que si mismo, y se parece mucho al que tenemos a día de hoy.
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Derecho Constitucional Mexicano
Non-FictionUna serie de ensayos acerca de tópicos relevantes para el constitucionalismo.