n o b o d y

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Dios.

Kazutora estaba tan solo.

Su única compañía era el tipo delgado y desgarbado con el que compartía celda, el hombre se caracterizaba por ser calmado y silencioso por lo que apenas intercambiaban algunas palabras al día. De cierta forma le parecía agradable y buena compañía, pero seguía estando solo, la mayoría del tiempo el tipo no se encontraba con él y cuando estaba, dormía.

El comportamiento y la personalidad de Kazutora cambiaron durante los años en los que estuvo en prisión, teme haber adoptado la calma de su compañero de celda.

Tampoco tenía muchas opciones para distraerse y retomar esa personalidad alocada que solía caracterizarlo cuando era más joven. Usualmente se mantenía cerca de la ventana con barrotes de la celda, por lo menos para escuchar a los demás reclusos haciendo ejercicios matutinos o simplemente el bullicio que solían crear. Para saberse vivo, para no sentirse tan solo.

Tuvo sus momentos de grandeza en prisión, por supuesto, era señalado como asesino, algunos le tenían miedo y preferían alejarse. Así mismo, hubo momentos donde era humillado por los demás, especialmente porque al tomar sus sesiones de terapia y ya no ser tan impulsivo, evitaba utilizar la violencia y era de lo que se aprovechaban.

Sin embargo, estuvo solo todo el tiempo.

Nadie estaba a su lado.

Nadie querría acercarse a un asesino.

Nadie querría estar al lado de alguien tan inestable.

Nadie.

Y él lo sabía, no había nadie que pudiera salvarlo. 

— ¿Necesitas un aventón? —

Sorprendido era una descripción vaga de cómo se sintió realmente aquella vez, cuando Matsuno Chifuyu fue a recogerlo el día en que fue liberado de prisión.

Chifuyu lo llevó a comer y le ofreció su hogar, aunque obviamente se negó, porque se sentía incapaz de ocupar su espacio gratuitamente, así que el hombre más bajo logró convencerlo con la condición de que podría pagarle si trabajaba para él en su tienda de mascotas.

¿Por qué Matsuno lo trataba tan bien cuando ya les había robado suficiente felicidad, no sólo a él sino a todos a su alrededor? Kazutora era consciente de que a cada lugar al que iba sólo acarrearía la infelicidad y desgracia.

Chifuyu le dio lo indispensable durante los primeros meses, meses en los que permitió que Kazutora se acostumbrara a lo que era su nueva actualidad. Diez años en prisión no era para tomarse a la ligera.

Kazutora estaba al tanto de que Matsuno no estaba siendo tan bueno con él porque quisiera; siempre iba a recordar que había algo, una persona, que los unía y por eso no podía abandonarlo a su suerte.

Aunque claro, sus pensamientos destructivos eran producto de las malas experiencias que lo llevaron a la soledad. En realidad, ninguno de sus amigos lo culpaba por absolutamente nada y todos estaban contentos de tenerlo de nuevo cerca.

—Comenzarás a trabajar la semana que viene, para que estés listo —, el pelinegro habló durante la cena hacia Kazutora, quien tragó su alimento y se quedó en silencio. — Sólo te pediré que cubras tu tatuaje, es muy hermoso pero a algunas personas no podría agradarles. — Chifuyu se rascó la nuca levemente nervioso. — Te encargarás de los animales, he visto que puedes cuidar a Peke J y creo que será lo mejor para ti. —

Por supuesto, así no tendría que tratar demasiado con la gente. Lo agradecía, porque sus habilidades sociales apestaban más que el arenero del gato. Se limitó a sonreír y susurrar un pequeño "gracias" y "daré lo mejor de mí".

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