Pensé que toda mi vida sería igual, me había rendido en encontrar una pareja. Después de todos estos años, había empezado a creer que el amor y yo no podíamos llevarnos bien, que tenía que aceptar el hecho de que nunca iba a ser como las demás personas y que jamás encontraría el verdadero amor. A pesar de que muchas veces me habían llegado a interesar algunos chicos durante mi adolescencia, nunca podía suceder nada, por una u otra causa, siempre era rechazada. Tenía mala suerte y no coincidían mis sentimientos con los de la otra persona. Además de eso, había tenido una relación que no fue para nada buena para mí y que por el contrario, había afectado mi perspectiva sobre el amor y las relaciones.
Poco a poco había desistido tanto que incluso lo veía como un sueño lejano que quizás tendría hasta mi próxima vida. Sin embargo, jamás imagine que a mis 24 años, apenas terminando mis estudios de la universidad, conocería a una persona que sería capaz de dar vueltas a mi vida. Pero como en todas las historias, no todo podía ser color de rosa...
Parecía que el destino estaba empeñado en separarnos, todo lo que sucedía entre nosotros tarde o temprano acabaría, y posiblemente no de la mejor manera.
Estaba desconsolada en mi habitación, me odiaba a mí misma por haber deseado en el pasado morirme. Era patético de mi parte el ahora rogar por tener más tiempo de vida. No quería irme de esta forma. Después de todo, apenas estaba empezando a ser feliz, verdaderamente feliz... ¿por qué justo ahora tenía que sucederme esto?, ¿acaso era un castigo de Dios por haber dicho que odiaba mi vida?, seguramente era eso. Ahora entendía que no estaba en lo correcto, pero era demasiado tarde.
No quería que él tuviera que cargar conmigo, odiaba la idea de ser un muro que lo haría perderse las cosas que le esperaban en un futuro. No podía ser su cadena que lo atara de por vida... tenía que, aunque no quisiera hacerlo, soltar su mano, su cálida mano que me había ofrecido y que me había hecho tan feliz todo este tiempo.
Era un día lluvioso y frío de invierno, me daba risa que esto parecía como si fuera sacado de una película dramática, como si estuviera ahora mismo sonando una canción de fondo melancólica. Tenía que motivarme al menos haciendo bromas estúpidas para poder seguir caminando. Esta sería la última vez que pasaría por este camino de flores, el camino más hermoso y significativo que había tenido apenas hace unos meses atrás.
Entré a la cafetería de siempre, la empleada, que al mismo tiempo era su hermana menor, de inmediato me reconoció y me saludó, llevándome a mi clásica mesa de siempre.
-Ahora el clima es algo frío, ¿deseas un café caliente?
-No, será lo mismo de siempre, un frappé. Y... de ser posible... cuando llegue él, ¿puedes poner la música de costumbre?
-Por supuesto. Sabes, es hermoso que él haya encontrado a una chica como tú. Anteriormente, mi hermano me decía que sólo perdía el tiempo y que parecía no ser feliz, ahora es todo lo contrario. Me alegra mucho que su relación lo haga feliz, tú lo haces feliz.
Sólo me dediqué a darle una sonrisa, un nudo en mi garganta se estaba formando, avisando que posiblemente lloraría. Ella fue a preparar el frappé y después regresó a entregármelo.
-No habían pronosticado lluvias para hoy...
Me dijo mientras miraba la ventana empañada por la lluvia.
-No, pareciera como si el cielo estuviera triste por alguna razón...
Dije con un tono melancólico, haciendo que ella me mirara algo confusa.
Se escuchó el sonido de la campana de la puerta de entrada, un cliente había llegado, así que ella tuvo que irse a atenderlo.
De pronto tuve unos flashbacks de muchos recuerdos que había hecho en este lugar, en el parque que pasábamos antes de llegar aquí... en cada rincón que llegamos a pisar. Todo ahora sería un hermoso recuerdo nada más.