Jessica Evans
Mis ojos se comenzaban a llenar de lágrimas mientras pensaba en todo lo que estaba dejando atrás, al contrario de mi, el pequeño que me acompañaba no había parado de sonreír desde que salimos de casa, la idea de mudarse no lo tenía muy entusiasmado en un principio pero el hecho de subirse a un avión lo había hecho cambiar de opinión, estaba realmente ilusionado.Contuve las lágrimas y le dedique una mirada al pequeño que observaba por la ventana.
— ¿Cuando despegue el avión se podrán ver las estrellas? — cuestionó el pequeño de cuatro años.
— Me temo que no — despeine su cabello.
— Yo quería ver las estrellas.
— ¿Alguna vez has visto la ciudad desde un avion? — el pequeño nego con la cabeza — se ve mucho más bonita, y los edificios super pequeñitos desde el cielo y las personas también.
— ¿Cómo hormigas? — cuestionó sin ocultar su emoción.
— Si, como pequeñas hormigas moviéndose por toda la ciudad.
A pesar de su notable emoción por apreciar la ciudad desde arriba en el momento que el avión comenzó a avanzar preparándose para el despegue fue inevitable qué el no demostrará miedo en su rostro.
— ¿Estás asustado? — pregunté, abrochando su cinturón.
Él negó varias veces con la cabeza era demasiado necio como para admitirlo.
De tal palo tal astilla.
— Cometa tiene un poquito de miedo —admitió.
Cometa era un osito de peluche que le había comprado desde hace unos años y del cual el nunca se separaba.
— ¿Y tu? ¿Estas bien?
Asintio con la cabeza.
— Yo soy super valiente — aclaro no muy convencido.
Y si que lo era, siempre lo había sido.
— Yo se que lo eres, pero está bien estar asustado algunas veces, también es de valientes admitir cuando tienes miedo — murmuré.
Él no dijo nada, solo se aferró aún más a su osito de peluche y entonces cuando el avión comenzó a avanzar mucho más rápido y estaba por elevarse volteo a verme, asustado.
— Tengo miedo — confesó.
— Puedes tomar mi mano, así no te asustaras tanto.
Extendí mi mano y el pequeño de ojos grises no dudo ni un segundo en tomarla.
— Lo ves, no pasa nada.
— No, porque estamos juntos y yo te cuido — recargo su cabeza sobre mi brazo.
— Por supuesto, tu siempre me cuidas y yo te cuido a ti, aparte eres el niño más valiente que he conocido.
Deje un suave beso en su cabeza.
Cuando el avión se elevó el apretó los ojos sin soltar mi mano, hasta que se relajo completamente y se atrevió a observar por la ventanilla emocionado, yo hice lo mismo mientras la nostalgia se apoderaba de mi, los recuerdos del lugar que estábamos dejando atrás y los recuerdos de la ciudad a la que nos dirigimos, aquel lugar donde había vivido tantos momentos felices y otros no tanto.
ESTÁS LEYENDO
Hasta las Estrellas
Teen Fiction«No podemos repararlo porque ya no hay nada que reparar»