Todos sabemos lo importante que es la familia para un niño, a una corta edad dónde aún vive su mundo de fantasía y aún no entiende claramente lo que es la vida. Recuerdo cuando mis padres peleaban, cuando papá se fue de casa y la imagen de papá diciendo que todo iba a estar bien e incluso que iba a volver, Siempre mantenía presente sus palabras en mi cabeza a pesar de que meses después me enteré que había muerto. Para una niña de cinco años es difícil recibir esa noticia, al igual que superar la muerte de alguien que significó demasiado en tu vida aunque pasen los años esa herida no cicatriza simplemente cierra con el riesgo de que algún día se vuelva a abrir.
Era época de otoño en San Francisco, por lo cual hacía mucho frío y era normal ver a las personas con gorros, bufandas y abrigos; yo caminaba lo más rápido que podía para no llegar tarde al instituto mientras el viento chocaba con mi rostro y desordenaba por completo mi cabello.
Los nervios que sentía al volver después de tanto tiempo al instituto eran inevitables, era como si fuera mi primer día de clases y no conociera a nadie, aunque la verdad es que todos ya me conocían. Era porque había faltado a clases casi por dos meses, ya que había estado internada en un centro psiquiátrico, un tema del cual poco me gustaba hablar porque llegaban a mi mente los recuerdos de los terribles momentos que pasé, a pesar de todo ya me sentía mejor, gracias a la ayuda de los doctores y a la medicación que me recetaron.
Al momento de pisar la entrada del instituto todos dirigieron su mirada hacia mí, lo cual hizo que me sintiera incómoda, de todos modos intenté no darle tanta importancia y comencé a caminar por los pasillos mientras que las personas que estaban ahí murmuraban entre ellos y me miraban sin disimulo.
Mantenía la mirada baja evitando escuchar los comentarios y mirar sus rostros cuando una voz familiar mencionó mi nombre.
—¡Amber, has vuelto! —exclamó Taylor con una sonrisa en su rostro al estar frente mío.
Al verlo, mi rostro de igual forma se iluminó y no dude en correr a abrazarlo, de inmediato su perfume inundó mis fosas nasales, lo cual no me molestó, al contrario, sentí esa seguridad que él siempre me brindaba cuando recurría a él.
Estaba casi igual a como lo recordaba, solo que ahora la mitad de su cabello era rosa y no morado como la última vez que lo vi.—Tay, no sabes cuánto te eché de menos —dije con nostalgia, mientras algunas lágrimas de alegría caían por mis mejillas.
—Yo igual, Berny —correspondió mi abrazo.
Durante el tiempo que estuve en el centro psiquiátrico no pude recibir ninguna visita aparte de mi madre, pero Taylor me escribía cartas casi todos los días y se las entregaba a mamá para que ella me las diera a mí.
—¿Sabes que es pasar dos meses sin tu mejor amiga? ¡Se siente como una eternidad! —dijo lo último de una forma muy exagerada. Reí ante su comentario porque tenía razón, mi vida sin él era demasiado aburrida. Taylor era quien le daba color a mi día a día, y yo a la de él.
Comenzamos a caminar por los pasillos del instituto hablando sobre las cosas que habían sucedido durante mi ausencia, pocas veces me preguntó sobre mi experiencia en el psiquiátrico, pero era porque él sabía que era un tema que prefería no hablar. Así que mejor me contaba como se la pasó mientras yo no estaba.
Me reía de las cosas que me contaba Taylor cuando ví a alguien acercándose a mí, de inmediato la reconocí y supe quién era.
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Un Latido Perdido © [En Curso]
Teen FictionAmber es una chica que perdió a su padre cuando aún era una niña, durante mucho tiempo esto le afecto al punto de empezar a sufrir problemas de salud mental, sin embargo cuando ella retoma su vida cotidiana se empiezan a presentar distintos problema...