Capítulo 14.

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Capítulo catorce

Julia Rivera.

Aún estaba agitada, aunque fue solo un momento, fue bastante intenso.. —¡Cómo se atreve! —Refunfuñé cruzando mis brazos bajo mis pechos al sentir la brisa fría de la noche.

Acabo de dejar a Carlos, pensé que me dolería más hacerlo, una relación de dos años tirada a la basura, resoplé mirando al cielo y un carro frenó a un lado de la acera en la cual yo caminaba lo que me hizo frenarme, era el carro de Luis, me extrañó verlo por aquí, pero toda extrañeza se fue al bajar la ventana.

Aaron...

Nuevamente estaba frente a mis ojos, pero esta vez no cargaba esa sonrisa burlona, estaba neutral, puede ser su bipolaridad.

—Entra, te llevaré —Mencionó abriendo la puerta del copiloto. Yo lo observé con mirada asesina y como si le gustara verme enojada, sonríe burlonamente—. No haré nada, no te preocupes —Dijo dando unas palmaditas en el asiento—, Vamos Julia, falta mucho para que llegues a casa caminando —Al él decir eso, miré en la dirección en que iba y era verdad, no estaba cerca. Maldecí internamente y miré a Aaron, estaba haciéndome un pushero haciendo que vire mis ojos caminando hacia el carro y entrando sentándome en el asiento del copiloto.

Al entrar él arranca y empiezo a escuchar su teléfono sonar un par de veces—. ¿Que hora es? —Le pregunté y el agarró su teléfono y me lo enseñó, las tres cincuentena y siete am, aproveche y vi otras notificaciones "Feliz cumpleaños mi amor" "Que Dios te bendiga" "HBD papi" entre otras. ¿Cumple años hoy? Once de marzo... él quitó su teléfono y lo volvió a guardar, debería felicitarlo, pero frenó en una gasolinera y bajó del carro para llenar el tanque. Agarré mi celular y vi que estaba bajo de batería.

¿Por qué le pediste la hora si podías verlo desde tú celular?

Me quedé atontada con esa pregunta—. ¿Por qué... —Aaron volvió a entrar y me le quedé viendo por unos segundos. Él me miró confundido.

—¿Tengo algo en la cara? —Preguntó.

—No, no, te ves bien —Dije inconscientemente y sentí como mis mejillas ardieron ¿que mierda? Julia, él sonrió un poco y arrancó empezando a llevarme a casa.


No tomó tanto como esperaba, como unos quince minutos para llegar a mi casa.

—Ya llegamos, Amargada —Me quedé viendo sus ojos por unos segundos, esos cafés claros y aún tenían un poco del rojizo de hace un momento.

—Fumas hierva ¿cierto? —Pregunté sin quitarle los ojos de encima. Él quito la mirada sonriendo y luego apretando sus labios.

—¿Por que la pregunta? —Me volvió a mirar con una pizca de intriga en sus ojos.

—Sólo quería saber por qué consumes hierva, no luces como un drogadicto —Iba a continuar hablando, pero no seguí, aún me sentía un tanto mareada.

—¿Como luzco entonces? —Su voz se volvió más suave sin despegar sus ojos de los míos. Aaron no lucía mal, todo lo contrario, aunque no quisiera aceptarlo con mi boca, era apuesto, tenía su cabello un poco enrulado, ya que su cabello no estaba alto no era tan pronunciado, apenas se notaban pero le caían bastante bien, sus cejas eran gruesas, sus labios estaban de un rojizo que con su piel canela llamaría la atención de cualquiera, su cuerpo algo fornido, no tanto, aunque el día del partido en el colegio note que su abdomen y pecho estaban marcados un poco—. ¿Julia? —Me tomó unos segundos entender que me le había quedado viendo como una idiota. Él sonrió y sentí mis mejillas arder nuevamente y le quité la mirada de encima.

Ella Es Mi Calma © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora