Renacer.

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Los días grises abundaban, la rutina le carcomía desde su centro; no había escapatoría en aquel laberinto de aires trogloditas. Aquel día hacía frío, pero este no la hacía feliz a pesar de su excepcional amor hacia ellos. Sentía que ella le había dado la espalda al mundo para enclaustrarse en su propio pesar, para recordarse su sigilosa existencia en un mundo hostil que gritaba imperiosos gritos de auxílio a un Dios taciturno.

Se acostó en su cama, su refugio y consuelo de noches y lluvias internas. Deseaba quedarse ahí hasta que los caminitos bajo su piel derramaran la última gota, pero era tan sólo un capricho.

Mientras entrenaba sus dedos en su pequeño aparato luminoso y sus oídos zumbaban al compás del arte sonoro, llegó un mensaje que la hizo vibrar a ella y su celular. Era él. Su impresión fue tal, que tuvo que retirar un audífono de su oreja para poder asimilar que no era un espejismo producto de la música.

-Hola.

-Hola. --Respondió con cierta chispa en el pecho.

-¿Cómo estás?

-Bien, ¿y tú?

-Bien... O sea... Es decir, más o menos.

-¿Por qué? ¿Qué sucede? --Preguntó apagando la música para poder concentrarse completamente en él. Realmente le importaba como nadie y no quería arruinarlo.

-He tenido ciertos problemas... En realidad, sé que no hablamos seguido, y eso, pero siento que eres la única persona en la que puedo confiar.

Desde ese momento algo se abrió en el corazón de ambos. Ella, por su parte intentaba no involucrar los sentimientos que intentaba mantener radicados durante todos estos años. Él, sentía algo completamente distinto a todo lo que había sentido antes y no sabía cómo identificarlo. En el colegio eran tan sólo unas miradas furtivas y fugaces, a veces paraban a hablar, pero era imposible que el uno no se avergonzara frente del otro. Era algo como fantasmal, sólo se hablaban por un medio donde su físico no podía tocarse y así eran un poco más felices. Podían expresarse libremente ignorando sus existencias y al mismo tiempo decirse todo. Su nivel de confianza era increíble.

Para ella los días habían mejorado notablemente, volvía el color de la vida. Para él, algo había renacido dentro de sí.

Un día, tan poco normal como el día en que comenzaron a hablarse él sinceró sus sentimientos y que no había sido la primera vez que lo sentía por ella. Ella, por su parte, explotó en una extraña alegría que invadía cada fibra de su ser.

Era de noche, habían hablado cada segundo, habían derramado su amor por el otro, incluso, a través de la pantalla. A ella le ardían los ojos producto del cansancio por tantas emociones juntas, incluso a pesar de eso, seguía aquella sensación de azucarada en la boca del estómago, pero no quería irse. Él se lo pidió con amor y amabilidad, y finalmente cuando ella accedió, como última frase de despedida el dijo:

-Sólo quiero que sea mañana para poder abrazarte, besarte, para susurrarte mi amor por ti. Descansa. Nos vemos mañana, no lo olvides, hermosa.

Se sentía volando, era la persona más afortunada del mundo, todo era simple y complejo a la vez. Tenía demasiadas cosas en la cabeza como para poder concentrarse realmente, sólo sentía, no actuaba con lógica, ni sentido común.

Sus ojos se cerraron sin siquiera darse cuenta. No se sabe si soñó, se quedó tan profundamente dormida como jamás lo había hecho en mucho tiempo. Despertó en la mañana también sin darse cuenta, sólo abrió los ojos sin levantarse de su cama. Aún volaba y se sentía llena de algo extraño y hermoso. Pero por alguna extraña razón el ambiente era distinto, era pesado y el aire demasiado fresco. Se le helaban las manos.

Decidió tomar su celular para enviarle un mensaje de buenos días a aquella persona dueña de sus sensaciones.

El alma se le vino al piso, sintió como algo bajaba por el cuerpo, algo pesado. No tenía ningún mensaje de él. Ninguno. Jamás se habían hablado. Jamás se habían enamorado. Jamás nada. Todo había sido un sueño. Todo un producto de su imaginación atormentada por los sentimientos reprimidos que deseaban ver la luz.

En ese momento supo que era una tonta por no haber pensado, por no haberse cuestionado por qué estaba pasando eso, por qué había sido tan fácil, que esas cosas no pasan en la vida real, o por lo menos no en la de ella. El sentimiento hermosamente abrumador que solía tener en el pecho se desvaneció como vapor para dar lugar a un sentimiento cotidiano que albergaba su vida día a día, sólo que esta vez se impulsaba hacia su exterior y la sumió bajo las sombras.

En el colegio, él ni siquiera sentía su presencia, y ella no podía olvidar aquel último mensaje que él sin siquiera consciencia le había prometido. Jamás cunplió su promesa.

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⏰ Última actualización: Apr 06, 2015 ⏰

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