edificio || TR || [ Kakucho x Izana ] [ Kakuiza ] +18

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—Deténte aquí, Kaku...— Izana observó por la ventana del automóvil un abandonado edificio.— En fin, llegamos, bajaré y mientras tú estaciona.— Sonrió de lado, abriendo la puerta y cerrándola una vez descendió del auto avanzando seguro por el destartalado sitio.

Varios hombres lo reconocieron de inmediato, haciéndose a un lado y permitiendo el paso del albino, quien no despegaba serena mirada del camino, escuchando de fondo los apresurados pasos de Kakucho hacia él, logrando tomarle el paso y caminando a su lado.

Bajaron las ruidosas escaleras hasta el nivel -3, siempre manteniendo el silencio en sus palabras. Kakucho se apartó y quedó atrás mientras Izana aún avanzaba sonriente hacia uno de los dos rehenes colgados boca abajo, temblando y retorciéndose.

—¿Algo qué decir?.— Uno de sus asistentes se acercó con una bandeja plateada que poseía una brillante pistola de mango rojo.— ¿Mmm?~ ¿Nada? Entiendo...— Hizo una mueca de tristeza fingida.— No me gusta cuando mis subordinados hablan muy coquetamente por debajo de la mesa con la policía...— Se desplazó con gracia rodeando los asustados hombres gritando desesperados con una tela amordazándoles.— Dejaría que cualquiera de estos amigos míos hiciera el trabajo por mi... Pero son ustedes en este caso mis víctimas, conmigo no se jode...— Murmuró.— Es una lástima, Señor Nakaro, debiste ver la expresión de tu hija cuando la asesiné... Pero tranquilo socio, pronto te irás con ella y tu otra recién nacida...— Susurró en su oído, soltando una leve carcajada, corriendo hacía atrás con emoción y rápidamente disparando a su cabeza, reventándole el craneo de inmediato.

Kakucho cerró sus ojos evitando ver el psicópata espectáculo de su Rey.

—Oye, tú.— El albino apuntó a uno de sus ayudantes.— Avancemos luego, deshazte de ese bastardo.— Volteó rápidamente a ver al hombre restante que aún gritaba aterrado, retorciéndose con fuerza.— Oh, y de éste también...— Disparó dos veces sin pensarlo mucho, observando como lentamente el cuerpo dejaba de moverse.

Puso el arma nuevamente sobre la bandeja que aún cargaba su ayudante, corriendo rápidamente hacia su siervo.

—Kaku, vámonos, comienza a hacer frío aqui.— Le sonrió de manera cálida.