Capítulo 12

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Después de salir del campamento caminaron por varias horas hasta llegar al río. Una vez cruzaron este, entraron en una dimensión totalmente diferente.

Al inicio Ebele no podía ver muy bien y el aire caliente hacía que le ardieran los ojos, pero para el segundo día y después de un buen descanso empezó a notar más y más el paisaje

Una zona carente de cualquier tipo de vida, era solo ruinas y sonidos de cañones en la lejanía, pasadas las colinas de cenizas, carbón y piedra. En toda la zona había un constante olor a azufre que era bastante fuerte y la ahogaba, razón por la cual Padre le dio su mascarilla, ordenándole no quitársela por un par de días.

Andaban en fila, Padre atrás, siempre vigilante, siempre preparado, ella en el medio y Yoko guiaba el camino con Diana siempre a su lado.

No se dio cuenta que ya habían pasado dos días, el sol no estaba en ningún lado, las nubes eran demasiado espesas y ninguno tenía reloj.

En el tercer día llegaron a una de las bases del ejército, una abandonada no hace mucho.

Yoko dijo que parecía que habían logrado ganar la batalla por esa zona y que probablemente ahora avanzaban hacía el gigante, por lo que seguirían los rastros dejados por los tanques.

Antes de irse revisaron el lugar y tomaron algunas cosas que les servían como comida y agua, aunque no hubiera mucha.

Avanzaron más y el olor se comenzó a hacer más fuerte y aun con la máscara en algunas zonas le costaba respirar. Padre le explicó que eso era porque estaban en los lugares donde antes habían estado pueblos y campamentos, lugares que habían sido arrasados por hordas de criaturas.

Caminaron más, entre más se acostumbraban sus ojos más notaba los miles de cuerpos carbonizados en todo lugar. Una imagen triste y desesperanzadora, pero solo parecía afectarle a ella.

Probablemente porque ellos habían visto cosas peores, probablemente habían estado presentes en algunos de estos lugares antes que ella, los vieron caer, como Padre con su vieja casa.

Para el cuarto día y dejados atrás los campos de azufre, escucharon disparos más adelante, subieron a una colina y desde ahí vieron, unos metros más adelante. Era el grupo que estaban siguiendo, estaban en combate con las criaturas y estaban perdiendo. Yoko decidió ir a ayudar.

Esa fue la primera vez que la vio en acción, que fue testigo de la verdadera naturaleza de los experimentos.

Su apariencia cambió, se volvió un poco más alta, su piel cambio de color, negro, oscuro, como el de su pelo, como el de las criaturas. Su rostro desapareció, dejando solo dos grandes ojos que emitían una leve luz blanca. En su cabeza crecieron dos cuerno de cabra de color marfil y le nació una larga cola. Sus piernas tomaron una forma más animalística y sus pies se convirtieron en pezuñas. Ella lucía como esos demonios de los cuentos e historias de la religión.

Inmediatamente después de tomar esa forma Yoko se separó del grupo, corría a gran velocidad y salto directo al centro de la horda de criaturas. Los soldados al verla gritaron con alegría y comenzaron a atacar con más ganas, esa batalla tardó varias horas.

Ebele las aprovecho para descansar, pensar un poco en lo que acababa de ver y bueno preguntarse por qué Padre y Diana se limitaron solo a observar desde la colina.

Cuando Yoko regresó, tenía un par de cicatrices nuevas y estaba transformada en "Humana", además de bañada en la sangre de las criaturas, aunque eso no parecía importarle.

Ella la miró y le sonrió, por lo que Ebele le devolvió la sonrisa.

A pesar de que le sorprendió la forma que tomó Yoko y la asustó un poco, no era lo más raro que le había ocurrido en esa semana. La verdad era que desde la segunda noche después de dejar el campamento había comenzado a tener pesadillas, bastante similares a las que Yoko le había contado. No sabía la razón de esto y la verdad, no quería molestar con sus preguntas a Padre, quien parecía más perdido en sus pensamientos que nunca.

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