ocho

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—¿Has empezado tu escena ya?

Estaban en el subsótano de la biblioteca, el sub-subsótano, y hacía más frío que de costumbre, el viento hacía revolotear el flequillo de Seokmin sobre su frente.

—¿Por qué hay viento aquí? —preguntó Minghao.

—¿Por qué hay viento en cualquier lugar? —respondió Seokmin.

Eso hizo reír al menor.

—No lo sé. ¿Corrientes?

—¿Cuevas respiratorias?

—Eso no es viento en absoluto —dijo Minghao—. Es lo que sentimos cuando el tiempo de repente avanza.

Seokmin le sonrió.

—Los instrumentos ingleses no sirven para nada —dijo, sacudiendo las cejas. Luego le dio un codazo—. Entonces. ¿Has empezado tu escena? Probablemente la hayas terminado ya. Eres tan malditamente rápido.

—Tengo un montón de práctica —dijo.

—¿Práctica escrita?

—Sí —por un segundo, pensó en decirle la verdad. Sobre su fic. Sobre el capítulo por día y sus treinta y cinco mil visitas...—. Escribo relatos —dijo—. Cada mañana, solo para mantenerme ágil. ¿Has empezado tu escena?

—Sí —dijo Seokmin. Dibujando remolinos en el margen de su libreta—. Tres veces... Solo que no estoy tan seguro de esta tarea.

El profesor Lee quería que escribieran una escena con un narrador poco fiable. Minghao había escrito la suya desde el punto de vista de Edward. Era una idea que tenía desde hace tiempo; tal vez lo convertiría en un fic más largo algún día, el día que terminara con Amenazante.

—Debería ser pan comido para ti —dijo Minghao, codeando a Seokmin de vuelta, más gentilmente—. Todos tus narradores son poco confiables.

Seokmin lo había dejado leer algunas de sus historias cortas y los primeros capítulos de una novela que había comenzado en primer año. Todo era oscuro, más sucio y corrupto de lo que escribiría Minghao alguna vez, pero aún así divertido. Y vigorizante, de alguna forma. Seokmin era bueno.

Le gustaba sentarse junto a él y observar todo lo bueno provenir de su mano. Observar las bromas salir en tiempo real. Observarlo encajar las palabras juntas.

—Exactamente... —dijo, lamiéndose el labio superior—. Por eso es que me siento como si tuviera que hacer algo especial para esta ocasión.

—Vamos. —Minghao le quitó la libreta—. Mi turno.

Siempre era difícil conseguir que Seokmin renunciara a la libreta.

La primera noche que trabajaron en su historia extracurricular, Seokmin se había presentado con tres páginas ya escritas.

—Eso es trampa —había dicho Minghao.

—Es solo un primer empujón —dijo—, para continuar.

Había tomado el cuaderno, escrito sobre y entre sus palabras, apretando nuevos diálogos en los márgenes y tachando líneas que iban demasiado lejos. (A veces, Seokmin desarrollaba demasiado su estilo). Entonces añadió un par de párrafos de su cosecha.

Se había vuelto más fácil escribir en papel, a pesar de que Minghao seguía extrañando su teclado...

—Necesito copiar y pegar —le decía a Seokmin.

—La próxima vez —contestaría—, trae tijeras y pegamento en barra.

Se sentaban juntos ahora cuando trabajaban, era lo mejor para leer y escribir durante el turno del otro. Minghao había aprendido a sentarse a la derecha de Seokmin, así sus manos escritoras no chocaban accidentalmente.

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