nueve

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Minghao tenía una hora o algo así para matar antes de irse a su ciudad, y no tenía ganas de estar en su habitación. Era el mejor tipo de día de noviembre. Frío y fresco, pero no demasiado helado, sin hielo. Sólo el suficiente frío para que justificadamente pudiera usar toda su ropa favorita: cardigans, bufandas, gabardinas, franelas.

Pensó en ir a la Unión para estudiar pero decidió caminar por el centro en su lugar. Minghao casi nunca dejaba el campus, no había mucha razón para hacerlo. Salir de la escuela se sentía como cruzar la frontera. ¿Qué haría si perdía su cartera o si se perdía él? Tendría que llamar a la embajada...

Seúl no se sentía para nada como su hogar. Minghao pasó por un restaurante tailandés y otro chino, estuvo a punto de probar ese último sólo para recordar a su madre. Se detuvo a través de una tienda de regalos y olió todos los aceites esenciales. Había un Starbucks cruzando la calle. Se preguntó si ese era el Starbucks de Jeonghan, y un minuto después, estaba cruzando.

Por dentro era exactamente como cualquier otro Starbucks en el que Minghao había estado. Tal vez con algunos tipos más magistrales... Y con Jeonghan moviéndose rápidamente detrás de la máquina de café, sonriendo por algo que alguien estaba diciendo en su auricular.

Jeonghan llevaba un suéter negro sobre una camiseta blanca. Parecía como si acabara de conseguir un corte de pelo —más corto en la parte de atrás pero aun sobresaliendo y dejándose caer en su rostro. Gritó el nombre de alguien y le entregó una bebida a un tipo que parecía un profesor de violín jubilado. Jeonghan se detuvo para hablar con él. Porque era Jeonghan, y esto era una necesidad biológica.

—¿Estás en la fila? —preguntó una mujer a Minghao.

—No, adelante —pero entonces Minghao decidió que bien podría ponerse en la fila. No es como si hubiera venido aquí para observar a Jeonghan en la naturaleza. No sabía lo que estaba haciendo aquí.

—¿Puedo ayudarte? —le preguntó el chico de la caja registradora a Minghao.

—No, no puedes —dijo Jeonghan, empujando a su compañero de trabajo—. Yo me encargo de este —le sonrió él—. Haohao.

—Hola —dijo Minghao, rodando los ojos. No pensó que lo hubiera visto.

—Mírate. Todo abrigado. ¿Qué son esos, suéter de piernas?

—Son calentadores de piernas.

—Estás usando al menos cuatro tipos diferentes de suéter.

—Esto es una bufanda.

—Te ves asfaltado y abrigado.

—Lo entendí —dijo el menor.

—¿Sólo pasaste por aquí para decir hola?

—No —dijo Minghao. Jeonghan frunció el ceño. El menor rodó los ojos otra vez—. Vine por café.

—¿De qué tipo?

—Sólo café. Un café grande.

—Hace frío afuera. Déjame hacerte algo bueno.

Minghao se encogió de hombros. Jeonghan tomó una taza y comenzó a bombear jarabe en ella. Esperó en el otro lado de la máquina de café.

—¿Qué estás haciendo esta noche? —preguntó el mayor—. Deberías venir. Creo que vamos a tener una fogata. Joshua va a venir.

—Me voy a casa.

—¿Sí? —le sonrió. La máquina hizo un ruido silbante—. Apuesto a que tus padres están felices por eso.

Minghao se encogió de hombros de nuevo. Jeonghan colmó de crema batida su bebida. Sus manos eran largas, y más gruesas que el resto de él, un poco nudosas.

fanboy ◑ hanhao/jeonghaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora