Prólogo

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Desde que podía recordar nunca tuvo a alguien que realmente lo amara por ser simplemente él. Su vida, incluso antes de que pudiera recordarlo, se había visto envuelta en desprecios y abandonos.

Comenzando con su padre quien no era nada más que un completo desconocido para él y, según las palabras de su tutora, no era más que un bastardo que nunca afrontó sus responsabilidades; mientras que su madre no llegaba siquiera a ser un recuerdo borroso en su vida, no tenía idea alguna de cómo había sido y si al menos tenía algún parecido a ella, por lo que sabía se había marchado cuando le pareció correcto que no dependería más de su persona; y por otra parte Yukito, la mujer que se había hecho cargo de él por algún motivo que le era ajeno, era lo más lejano que podría llegar a tener de una figura paternal mínimamente adecuada.

Había vivido con aquella mujer desde que tenía memoria y ella jamás se había preocupado por él; además de que el trato que tenía hacia él era completamente indiferente, y de no ser por los comentarios peyorativos y con sorna que solía escupir la mujer, podría haber dicho que pretendía que no existía.

Antes de presentar solía evitar pasar demasiado tiempo en aquel lugar que distaba de poder ser llamado hogar; había aprendido que cualquier cosa era mejor que estar ahí cuando Yukito regresaba de a donde quiera que fuera durante las mañanas. Sabía que el único motivo por el cual Yukito lo había inscrito a la escuela era para no tenerle en casa todo el tiempo, y a su vez no tener que dar explicaciones a las personas, él no se oponía a la idea de estar tan apartado como le fuera posible de aquella horrible mujer, era un enorme alivio estar lo suficientemente apartado de Yukito sin tener que ser recibido por gritos iracundos cuando regresaba.

Era por dicha razón que pasaba la mayoría de sus tardes en un viejo parque cerca de su escuela. En aquel sitio solían acudir diversas pandillas, simplemente a reunirse y cada una actuaba distinto, Ken les observaba con suma atención, pero la manera de actuar de todas fue decepcionante. Mayormente eran alfas que actuaban como un montón de idiotas y que parecían regodearse en antiguas anécdotas de peleas que debieron ganar; y cada pandilla era similar una tras otra, al menos hasta que aparecieron quienes le hicieron cambiar por completo de opinión.

Podía desconocer el nombre de la pandilla, pero rememoraba el color oscuro de las telas y como de esta resaltaban un par de letras en la espalda; al igual que la forma en que la pandilla realmente no parecía realizar esfuerzo alguno para imponer miedo y simplemente con su presencia había bastado.

A sus siete años solo imaginaba cuan fuerte debía ser el líder, ante sus ojos el líder de hebras oscuras no tenía un segundo género definido y consideraba irrespetuoso el simplemente acercarse para intentar averiguarlo; y ese simple hecho de desconocer el género del líder le emocionaba inclusive más, el saber que no les importaba el segundo género mientras fuesen fuertes hacía su emoción incrementar y el respeto aumentar más.

Luego de ver a aquella pandilla, procuro esforzarse, ganar el respeto de todos y que sin importar su segundo género se volvería un líder de pandilla fuerte y temible.

Aunque dicha ilusión no duró demasiado.

Conforme más tiempo pasaba y más se esforzaba más renombre ganaba; para la mayoría no era Ken Ryuuguji aquel chico que no tenía la más mínima idea de quienes eran sus padres o el estorbo –como lo llamaba Yukito–, para los demás era Draken el chico que fácilmente podría resistir varios puñetazos y que había vencido a sujetos que eran años mayor que él. Era un niño que había logrado llamar la atención de alfas varios grados mayores.

En el ímpetu de su acreciente fama lo notó, lo que en la lejanía de su fantasía no era posible, el segundo género importaba. En pandillas que decían ser importantes, no había integrantes omegas; difícilmente había algunos betas.

Dedicated to you [Hiatus Indefinido]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora