Capítulo Dieciséis.

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Eran las seis de la mañana cuando Robert se despertó, tenía un brazo rodeando la cintura de Sky mientras sus piernas estaban enredadas juntas. Aprovecho el momento para enterrar su rostro en su cabello y aspirar su aroma, ahora si podía parecer un acosador, sin embargo el olor a menta que aspiro valía totalmente la pena si se despertara y lo encontrara así. 

Estaba cayendo por esta mujer y rápido. Anoche cuando dijo que estaba de acuerdo con la idea de que sus vidas se entrelacen lo decía en serio.

—Bueno días. —una voz adormecida lo trajo al presente. Sky se dio la vuelta hasta quedar sobre su pecho. — ¿Es necesario levantarse para empezar el día?

—Tristemente si. —estaba a punto de darle un beso cuando tiro su cabeza hacia atrás. — ¿Qué?

—No puedo, aliento matutino. 

—¿Y eso que? Dame un beso Sky. 

—¡No! —levantándose de un salto corrió al baño. —Primero debo oler bien. 

—Hueles bien, Sky. Ven y dame un beso. —Cuando escucho la ducha correr supo que era una pérdida de tiempo insistir. Poniéndose de pie busco su camisa tirada en el suelo y sus pantalones y bóxer ya secos. 

Una vez vestido, se atrevió a revisar la cocina en busca de café. Mientras este se preparaba recorrió su apartamento. Ayer cuando lo invito a pasar pudo robar una rápida mirada y parecía un bonito sitio, sin embargo ahora notaba los detalles que volvían suyo el espacio. Por supuesto la cocina era lo que robaba la atención, sin embargo el espacio en su sala de estar era reconfortante, un sofá, una pequeña mesa de café, una radio en una pared y una estantería con libros, distribuidos entre cocina, repostería y romance. 

—Buenos días. —entrando por el pasillo la vio ya vestida y preparada para empezar el día. —Ahora si, puedes besarme.

—Ahora espera a que yo reciba mi dosis de cafeína. —Tomo una taza llena del mostrador y se apoyó contra en su contra. 

—Bien me parece bastante justo. Si yo no soy persona sin haberme duchado y lavado los dientes, tu puedes no ser persona sin tu café. Bien. —se cruzó de brazos esperando que el terminara su taza. Realmente no tenía problema en besarla a cualquier momento haya café o no de por medio, pero disfrutaba de verla con sus jeans claros y su suéter negro, con un pequeño ceño en su rostro. 

—Eres linda. 

—¿Qué?

—Eres linda toda enfurruñada. 

—¿Enfurruñada? ¿Qué tienes? ¿Ochenta? Y no estoy enfurruñada. 

—Si lo estas. Ahí, parada con un pequeño puchero y tus brazos cruzados. Ven acá. 

—No pues ya no. —tiro de su brazo para acercarla. 

—Si, pues ahora sí. —besando sus labios fruncidos, tiro un poco de ellos hasta que se ablandaron bajo su presión. Recibiendo el beso de buenos días que tanto había esperado. —Buenos días.

—Buenas. —sus manos habían encontrado el camino a su cabello, disfrutaba de cómo se sentían sus dedos en él. 

—Me quedaría, hermosa. Pero tengo que correr a mi casa, sacar a AK y luego ir a la oficina. 

—Lo entiendo. ¿Hablamos más tarde?

—Siempre. —dejando un último beso sobre sus labios, salió del apartamento. 

Afuera un viento frio lo recibió, camino un par de cuadras queriendo despejar un poco su mente. Tenía muchas cosas que terminar en la oficina, la fiesta seria la semana que viene y según Nathan no habían surgido ningún inconveniente al respecto y los pequeños accidentes se habían detenido, sin embargo si algo le había según su experiencia, cuando las cosas más calmadas estaban eran más probables salirse de control. 

La amenaza más dulce.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora