Epilogo.

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5 Años después...

— ¡Si!— Chillo emocionada.

¡Por fin!

Por fin el aparato esté a dado dos ráyitas, vamos... que estoy embarazada.

Después de intentarlo por más de un año, esta cosa da positivo.

Estoy tan emocionada.

Salgo como una posesa del baño y de lo rápido que voy no me doy cuenta de que he tropezado con algo o mejor dicho con el cuerpo del futuro padre de mis hijos.

— ¿Que pasa, duendecilla?— Dice rodeando mi cintura con sus fuerte brazos.

Miro hacia arriba, para verle a la cara y sonrio cuando veo la mirada más tierna que he visto en mi vida.

Me encanta el.

— ¿Me quieres decir el por qué de la emoción?— Pregunta sonriendo.

— Estoy... ¡Estoy embarazada!— Chillo y comienzo a pegar saltitos, aunque el me esté agarrando de la cintura.

Comienza a chillar y derrepente me eleva del suelo y comienza a dar vueltas conmigo, hasta que al final me baja y me da un casto beso en los labios.

— Me as hecho el hombre más feliz de esta tierra.— Me dice y veo como sonrie de oreja a oreja.— ¡Voy a ser papá!— Grita como un loco.

— ¡Calla!— Le digo avergonzada.

— ¿Por que la vergüenza?— Pregunta.— Voy a tener un bebé con la mujer más hermosa del mundo.— Dice volviendo a cogerme en sus brazos y haciendo que rodee mis piernas en sí cintura.

— Te amo.— Le digo y le doy un dulce beso.

— Y yo te adoro mujer.— Dice y me da un beso, pero esta vez hambriento y con deseo.— Te dije que serias mía.— Dice orgulloso.

— Y lo fui.— Le digo.

— Y yo soy tuyo.— Dice.

— Eso ya lo sabía...

9 Meses después...

— ¡He roto agua!— Chillo asustada.

— ¿Agua?Dirás que te as meado.— Dice Ian a mi lado tan tranquilo.

Será posible...

¡Llevame al hospital, imbecil!— Le grito a la vez que le doy un puñetazo en el hombro.

— Tranquila...

— ¡De tranquila nada!¡Estoy apunto de parir!— Chillo de dolor cuando me da una contracción.— ¡Quiere salir ya!— Chillo.

— Haber empezado por eso, mujer...— Dice levantándose del sofá en el que estaba y cogiendome en brazos, para después llevarme hasta el coche.— Soy primerizo...— Dice cuando entra a su parte del coche.

— ¡Y yo, idiota!— Le grito y gruño de dolor.— ¡Duele!— Lloriqueo.

— Ya llegamos, amor.— Dice y cuando queda poco pa llegar la policía quiere que paramos, menos mal que Ian no les hace caso y avanza.

— Amor... igual no estoy mientras tienes al bebé.— Dice cuando escuchamos las sirenas de los policías.

— Ya estamos.— Avisa y se baja del coche, para después abrirme la puerta y montarme en una silla de ruedas.

La Chica De La Apuesta.✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora