40.- NOW YOU CAN CRY

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SiCheng sostenía con una mano un ramo de rosas rojas y se balanceaba suavemente sobre sus pies, contemplando con fascinación los pétalos aterciopelados que se abrazaban entre sí para no deshojarse. No obstante, incluso si esos pétalos se caían uno a uno, SiCheng confiaba en que las flores podrían florecer nuevamente, aún quedaban pequeños botones en su jardín esperando por el tiempo adecuado para abrirse y recibir al sol.

El aroma de las rosas era sutil y casi imperceptible, pero él podía sentirlo penetrando hasta sus pulmones y no podía negar que había encontrado cierto confort en aquellas flores. Su trabajo de resignificación apenas había pasado del color azul a las rosas, pero era un progreso inmenso si se lo preguntaban.

—¡Gege!

RenJun corría en su dirección, arrastrando a JaeMin a tan solo unos pasos de su cuerpo, sonreía abiertamente y agitaba una mano incapaz de contener su emoción.

—¿Cómo están, ya comieron? —Saludó con una pregunta y les sonrió cuando ambos asintieron.

El sol de un mediodía en lo más cálido del verano en Seúl hacía relucir las hebras brillantes y las sonrisas jóvenes de los menores.

—¿Por qué nos llamaste con tanta urgencia? —preguntó JaeMin sentándose en la banca que SiCheng había resguardado para ellos. RenJun lo imitó y, aunque ambos le hicieron un espacio junto al chino, SiCheng los obligó a separarse para sentarse entre medio—. Mamá estaba a punto de sacar una botella de vino.

Las familias Huang y Na estaban celebrando que, después de dos años, la justicia había actuado en su favor y no solo obtuvieron una disculpa pública, sino que una indemnización por los daños causados a los menores, órdenes de alejamiento y la expulsión de los perpetradores de aquel ataque homofóbico que casi costó la vida de JaeMin.

Sus madres podían sacar todo el vino, el soju y la salsa de soya que quisieran para celebrar y SiCheng no las habría cuestionado.

Él también estaba feliz.

—Ya saben que hoy tengo poco tiempo y quiero darles algo ante de irme —respondió sacando de su bolsillo un par de cajas azules, las que contempló en silencio y con nostalgia en lugar de entregárselas de inmediato.

El tiempo que había pasado desde que compró aquellos obsequios parecía realmente pequeño, como un pestañeo durante una noche oscura. Todo ocurría más rápido cuando se esperaba algo, cuando se podía salir a la calle y hacer cosas. SiCheng realmente atesoraba esos momentos, pero le guardaba especial cariño a las personas con las que los compartía.

Había comprado esas cajas después de una terapia en la que comprendió la importancia de darle nuevos significados a las cosas que un día le hicieron daño. No se trataba de olvidar, se trataba de ser capaz de mirar hacia atrás y no sentir el mismo dolor. El pasado no se podía cambiar, pero siempre podía mejorar la forma en que lo contemplaba.

Y había algo en RenJun y JaeMin que siempre le recordaría ese viejo sufrimiento del que todos, a su propia manera, quisieron escapar.

—¿Por qué ahora? —preguntó RenJun con la mirada fija en las dos cajas aterciopeladas y el ceño fruncido.

—Nunca te agradecí por guardar nuestro secreto —dijo ignorando su pregunta—, debió ser un gran peso sobre tus hombros.

—Me aproveché de eso —admitió mostrándose avergonzado—, por eso estamos celebrando hoy.

Que RenJun los descubriera fue un error que SiCheng no quiso cometer nuevamente, pero al menos sirvió para que los menores no se dieran por vencidos. Y para que Kun tampoco lo hiciera.

Rappelle toi que je vis [WinKun/KunWin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora