24. MIEDO

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DAVINA

Han pasado meses, varios, no sé cuántos. Ya terminamos de grabar la primera novela en la que he estado en mi vida y ya tengo otra esperando.

Las cosas siguen igual con Juan, quién dice estar más enamorado de mí cada día, pero yo ya no lo aguanto. Sobre todo, sus quejas de la doña. Habría que ver qué dice ella de los fregadazos que le acomoda cada cierto tiempo, nada más porque sí. Es un infeliz.

Ahora estoy en otra parte y rara vez veo a Eleodoro. Ah, qué pinche nombre tan feo, nunca me cansaré de decirlo, pero curiosamente, él se ve cada día mejor. Hasta parece estar rejuveneciendo, cómo Benjamín Button.

El otro día me encontré con él y en serio iba dispuesta a todo, siendo todo, darnos un encerrón en alguna oficina. Sé que todavía le muevo algo, qué no está todo perdido, porque cuando le agarré el paquete, reaccionó, se puso pálido, hasta tragó saliva.

—No, Davina.

—¿Qué? No te oí aprieto un poco más hasta qué lo oigo gemir. Tampoco se trataba de dañarlo.

Mira nervioso para ambos lados, con las manos apoyadas contra la pared. Es como si no quisiera tocarme. Puede apartarme fácilmente, pero no quiere ponerme las manos encima.

—¿No será que en realidad no te gustan las mujeres, Eleodoro? —insinúo para provocarlo— ¿Y que eso de que te tiras a la doña, es pura pantalla? Sería una verdadera lástima que todo esto, se desperdiciara así.

—¿De dónde sacas eso?

—No sé, se me ocurrió...

—¡Basta, Davina! —Intenta moverse, pero sé que le estaba doliendo.

—¿Qué? ¿Vas a gritar? Te estoy dando la oportunidad de tu vida, lo que siempre quisiste...

—Sigues sin tener idea de que es lo que quiero —agarra valor y me aparta la mano de forma brusca.

—Estamos solos —me acerco de nuevo para oler su cuello.  Creo que cambió de marca y ahora su aroma es mejor. Masculino, pero dulce al mismo tiempo y le queda perfecto.

Adiós, Davina.

Mira para todos lados, no vaya a ser que su «novio» lo vea.

—Ele, te vas a arrepentir... Aprovecha. Estoy dispuesta, aún tenemos tiempo.

Me ve unos segundos y esos ojos se me quedan grabados para siempre. Tanto así, que estoy a punto de llamar a la editorial para cancelar todo, pero no lo hago. Además, no hubiera podido hacer nada de todos modos.

Se va. Y lo admiro por eso.

Entonces así se siente que lo rechacen a uno. Vaya...

La puerta de la oficina de Mendívil se cierra. Sé que nos estaba viendo. Lo que no sé, es por qué se esconde de él. Pero me lo imagino.

NICOLÁS

¡Perra ofrecida! ¡Con qué gusto acabaría con ella ahora mismo! ¡Sería tan fácil desaparecerla para siempre sin dejar rastro! Pero no, no quiero a la policía husmeando por aquí. No todavía. Encontraré el momento ideal.

Al menos él no cayó de nuevo.

FRIDA

Me duele todo, tengo las manos de este desgraciado marcadas en los brazos y el ojo morado.

Estaba lavando los trastes cuando Juan me hizo voltear y me empezó a pegar. No sé por qué fue esta vez.

—¡¿Qué?! ¡¿No te dolió?! ¡¿No vas a llorar, pinche piruja?!

Me da miedo que el motivo de la golpiza, sea porque sabe lo de Ele y yo. Aunque no por mí. Yo ya estoy acostumbrada a esto. Pero Juan es tan cobarde, que no va a ir a enfrentarlo personalmente porque le tiene miedo, sino que va a mandar a los estúpidos de sus hermanos para que le hagan algo. Y yo no soportaría que le hicieran daño por mi culpa.

Y en cuanto a las lágrimas, yo ya no lloro, solo aguanto. Lloras cuando amas a tu agresor y la decepción te hiere. Pero yo ya no amo a Juan.

Se aburre rápido ante mi indiferencia. No le emociona golpear a alguien a quien ya no parece  importarle nada.

—Ve atiende a tu mocoso. Está chillando —me dice antes de largarse. Es hasta entonces, hasta que está lejos y no me escucha más, que rompo a llorar.

Me levanto con mucho esfuerzo, apoyándome en la pared para llegar hasta la cuna, pero es tanto el dolor, qué ni siquiera puedo cargar a mi niño. Tengo miedo de que se me caiga.

¿Por qué no me mata y ya? ¿Qué fue lo que le hice para que me trate así? ¿Por qué me odia tanto? Hasta que conocí a Eleodoro, fui una esposa ejemplar, dedicada, amorosa. Y solo he recibido golpes,  humillaciones, insultos...

Mi teléfono suena. Es un teléfono pequeño y barato que solo sirve para llamar o recibir llamadas.

Es Ele.

No le respondo. No quiero que me oiga quejarme. Le daré alguna explicación más tarde. Cómo que me dieron cólicos y eso me dará algunos días para que los moretones puedan cubrirse con maquillaje.

ELE (Versión Extendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora