La Cámara De Los Secretos: La inscripción en la pared

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Después de leer, Euphemia Potter decidió ocupar el lugar de su esposo en la lectura, estaba dispuesta a leer lo que pasaría a continuación.

- Después de este capítulo, cenaremos y posteriormente iremos a descansar - expreso tranquila Madame Sprout

Varios asintieron encantados, seguro de que todo estaría bien.

- Lady Potter, puede comenzar a leer - expreso Damián, con tranquilidad

- Bueno, bueno, comencemos - se aclaró la garganta - Capítulo siete, la inscripción en la pared

-¿Qué pasa aquí? ¿Qué pasa?

Atraído sin duda por el grito de Miller, Argus Filch se abría paso a empujones.

- Mala suerte - expreso con una mueca Sirius

Vio a la Señora Norris y se echó atrás, llevándose horrorizado las manos a la cara.

-¡Mi gata! ¡Mi gata! ¿Qué le ha pasado a la Señora Norris? -chilló. Con los ojos fuera de las órbitas, se fijó en Harry-. ¡Tú! -chilló-. ¡Tú! ¡Tú has matado a mi gata! ¡Tú la has matado! ¡Y yo te mataré a ti! ¡Te...!

- ¡Viejo chiflado! - gruñó Walburga

-¡Argus!

Había llegado Dumbledore, seguido de otros profesores. En unos segundos, pasó por delante de los Slytherin y el Ravenclaw y sacó a la Señora Norris de la argolla.

-Ven conmigo, Argus -dijo a Filch-. Vosotros también, Potter, Malfoy, LeFay, Cronwell, Flint, Pucey, Lestrange.

Lockhart se adelantó algo asustado por el tono empleado hacia los últimos tres apellidos, se acercó a ellos.

- Claro, culpando a los Slytherin - dijo furioso Draco

-Mi despacho es el más próximo, director, nada más subir las escaleras. Puede disponer de él.

-Gracias, Gilderoy -respondió Dumbledore.

La silenciosa multitud se apartó para dejarles paso. Lockhart, nervioso y dándose importancia, siguió a Dumbledore a paso rápido; lo mismo hicieron la profesora McGonagall, el profesor Prince y el profesor Flitwick.

El profesor Flitwick asintió levemente, protegería al joven Lestrange, porque lo que se estaba demostrando, era claro que el favoritismo aumentaba.

Cuando entraron en el oscuro despacho de Lockhart, hubo gran revuelo en las paredes; Harry se dio cuenta de que algunas de las fotos de Lockhart se escondían de la vista, porque llevaban los rulos puestos.

Varios soltaron risitas de diversión ante aquella visión.

El Lockhart de carne y hueso encendió las velas de su mesa y se apartó. Dumbledore dejó a la Señora Norris sobre la pulida superficie y se puso a examinarla. Los jóvenes estudiantes intercambiaron tensas miradas y, echando una ojeada a los demás, se sentaron fuera de la zona iluminada por las velas.

Dumbledore acercó la punta de su nariz larga y ganchuda a una distancia de apenas dos centímetros de la piel de la Señora Norris. Examinó el cuerpo de cerca con sus lentes de media luna, dándole golpecitos y reconociéndolo con sus largos dedos. La profesora McGonagall estaba casi tan inclinada como él, con los ojos entornados. Papá serpiente y el profesor Flitwick estaban muy cerca detrás de ellos, con una expresión peculiar, como si estuviera haciendo grandes esfuerzos para no sonreír posiblemente por lo ocurrido con las pinturas, aunque también lo observaban de reojo Y Lockhart rondaba alrededor del grupo, haciendo sugerencias.

𝐋𝐞𝐲𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐄𝐥 𝐑𝐞𝐲 𝐄𝐬𝐭𝐞𝐥𝐚𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora