03. Dead!

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Baji nunca creyó en los fantasmas hasta que... Bueno, hasta que se convirtió en uno.

Hace casi 12 años acabó con su propia vida enterrándose un cuchillo en el vientre. Dijo sus últimas palabras, habló sobre cuánto le importaban sus amigos, y le agradeció al chico al cual nunca pudo confesarle su amor. Vio oscuridad, luego una luz. La luz al final del túnel.

Sintió paz, dejándose guiar por ese lejano brillo cerró los ojos y cuando los volvió a abrir...

Estaba en una habitación de hospital.

El pitido ininterrumpido del monitor cardíaco estallaba en sus oídos. Doctores y enfermeras entraban a la habitación, chequeando todos los dispositivos médicos y tubos que había a su alrededor. A Keisuke le molestaba que lo tocaran desconocidos, por lo que cuando observó la mano de una enfermera acercarse a su pecho, intentó alejarse; cuando se dio cuenta, la mano lo había atravesado.

Baji grito.

—Luego de un rato te acostumbras —sonrió Shinichiro, quien se encontraba a su lado.

Baji gritó otra vez, más fuerte.

El mayor de los Sano continuó hablando, sin percatarse de que Keisuke ya no le prestaba atención. Estaba demasiado concentrado, abrumado, viendo como los médicos removían los cables y sondas que conectaban su cuerpo a las máquinas, cuando le quitaron la intravenosa y vio la mancha morado-verdosa en su brazo, tuvo el pensamiento de vomitar, pero no sintió náuseas ni arcadas.

No sentía nada. Nada físico.

Contempló cómo su cuerpo fue trasladado a una camilla, y como lo cubrían con una fina sábana blanca. Su atención fue ahora atraída por una chica —una doctora, supuso—, que salió de la habitación. La siguió, no dándose cuenta de que la sala a la que se dirigía tenía un gran rótulo que dictaba "Sala de espera".

—¿Familiares de Keisuke Baji? —llamó la muchacha. Baji notó que en una de las sillas se encontraba su madre, llorando.

Tantos esfuerzos para no volver a causarle llanto fueron en vano.

Soltó un jadeo cuando, tras su madre levantarse de su asiento, encontró un par de ojos esmeralda en la silla contigua. Chifuyu tenía la cara roja y sorbía por la nariz cada tanto, intentando no interrumpir a la doctora con sus constantes sollozos.

Quería esconderse, quería escapar y no verlos nunca más. No soportaba tener que presenciar cómo se desmoronaban por su culpa. Sus piernas se movieron por instinto propio, llevándolo tan lejos de la escena como pudieran. Su mente estaba nublada, no tenía sentido nada de lo que pasaba a su alrededor. ¿No se supone que después de la muerte todo debe ser paz?

Logró salir del hospital, pero en un punto de su huida, algo lo tiró hacia atrás.

Volteo, pensando que había sido Shinichiro, pero estaba completamente solo, no había nadie junto a él. Lo intentó otra vez, volvió a caer. Estuvo así por un par de minutos, luchando contra la invisible fuerza que no lo dejaba escapar.

Gritó, exasperado.

—Lo estás haciendo en vano. No importa cuanto intentes, no vas a poder superar el límite de separación —explicó Shinichiro, ahora a sus espaldas—. Créeme, lo he intentado.

—¿Por qué? —hipó Baji—, ¿Qué es todo esto? ¿Por qué no puedo seguir?

—Ven, volvamos adentro —dijo el mayor, en un tono suave, extendiendo una mano—. Te lo explicaré en el camino.

Tomó la mano, ayudándose de ella para levantarse del suelo. Los dedos se posicionaron ahora en su espalda, empujándolo suavemente para que caminara en dirección al interior del hospital.

—Shin... —llamó, recibiendo un "¿Mhmm?" de parte del mencionado—, ¿Por qué estás aquí? No deberías estar ayudándome, yo... Yo fui uno de los que te mató.

Un suspiró escapó de los labios de Shinichiro. —Estoy aquí para guiarte, porque me importas y porque cuando yo morí no hubo nadie que me explicara qué carajos estaba sucediendo. Olvida lo que pasó hace dos años, el pasado es el pasado... Yo no te guardo resentimiento, Kei. Eres como un hermano más para mí, jamás podría tenerte rencor.

—Y... ¿Y a Kazutora? ¿A él también lo perdonas?

Shinichiro paró en seco, viendo a Baji fijamente a los ojos, y sonrió. —Sí, Kazutora también está perdonado.

Retomaron el camino mientras el mayor continuaba hablando. —Puedo explicarte lo que está pasando de dos formas, la corta o la larga ¿Cuál prefieres?

Baji arqueó una ceja y respondió: —Corta...

—Bien... En resumen, estás muerto y tienes un propósito que no cumpliste estando vivo, entonces debes quedarte en la tierra como fantasma hasta que dicho propósito se cumpla.

—Eso no me explica nada —se quejó el oji-marrón.

—Ugh, está bien... Me hubieras pedido la versión larga, entonces —exhaló Shinichiro—. A lo largo de nuestras vidas construimos un propósito, una misión, que debe ser cumplida para que así, al morir, podamos descansar en paz. Si no cumples con ese objetivo en vida, tu espíritu se queda hasta que el propósito sea logrado.

—Sigue sin responder mi duda, ¿Por qué no puedo correr sin que me detenga una pared invisible? ¿Cuál es mi propósito?

—Nuestras almas se enlazan a la del ser o seres vivos que se relacionan con nuestra misión. El vínculo hace que nos sea imposible estar separados y por ende, como no eres un ente físico, te verás arrastrado a donde sea que tu vínculo vaya. Lo que significa que no podrás separarte demasiado de este. Según lo que sé, el límite es de medio kilómetro. Una vez conocí un wey cuyo vínculo era su pájaro mascota y era toda una odisea porque volaba por todo lado y...

—Shin...

—Claro... Continuando, el propósito es algo que solo tú puedes descubrir. Lo sabrás cuando sea el momento indicado, hay quienes nunca descubren cuál es su objetivo.

Para este punto, ya estaban de vuelta en el segundo piso del hospital. Al entrar nuevamente a la sala de espera, casi colisionó contra otra persona. Una cabellera rubia, que al inicio pensó era Chifuyu, pero rápidamente se dio cuenta de que el cabello era más largo y la figura más baja.

—Mi propósito es cuidar de Mikey, por ejemplo... —añadió Shinichiro, mirando cariñosamente a su hermano menor.

Manjiro se agachó para tomar el paquete de dulces que sacó de la máquina expendedora, abrió la bolsa ahí mismo y se metió a la boca un puñado de dulces. Su vista estaba fija en un solo punto. Se veía... mal, parecía estar muerto en vida.

—Si no puedo salir de aquí, significa que mi vínculo es con alguien que está dentro del hospital? —cuestionó Baji, dirigiendo su atención de vuelta a Shinichiro, quien asintió como respuesta.

—Probablemente sea tu mamá... O Chifuyu. Lo sabrás una vez partan caminos.

A lo lejos pudo observar a las dos personas mencionadas por el mayor. Su madre lloraba desconsoladamente, mientras Chifuyu le acariciaba la espalda en un intento de consolarla. Pensó en cuánta ilusión le haría pasar el resto de su estancia junto a su mamá, cuidándola, pero intuyó que esa no era su misión.

Lo confirmó cuando fue arrastrado nuevamente por la misma fuerza sobrenatural de antes, obligándole a seguir al pequeño y sollozante rubio. Sentado en el piso de la habitación de Chifuyu, escuchándolo llorar a todo pulmón mientras abrazaba a Peke J, se preguntó "¿Cuál es mi propósito?"...

No lo descubriría sino hasta 10 años después, cuando Kazutora regresó a sus vidas, y al verlo, los ojos de Chifuyu se iluminaron como no lo hacían desde hacía una década.

La realización le pegó como un latigazo.

Su propósito era que Chifuyu fuera feliz. Con o sin él.

Ghost of You || KazuFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora