Capítulo XXXIX

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Alexandra

El campamento estaba oficialmente de vuelta, y todos estaban felices, incluso los Raiders. Mientras tanto, yo no podía parar de darle vueltas en mi cabeza al porqué no había esperado solo un poco más para haber evitado todo esto. ¿Lo había hecho a propósito? ¿Estaba tan jodida en la cabeza que autosabotearme era la única cosa que sabía hacer bien?

Me sentía destrozada, y estaba teniendo un momento difícil tratando de mantener la compostura frente a mis amigos, y a través del silencio sepulcral que Aiden me ofreció mientras trabajábamos en nuestro proyecto.

Mañana era el campamento, y mi corazón simplemente no podía con esto. Tendríamos que trabajar juntos para mantener el orden, y no podía tomarlo. Mi cabeza trabajaba a mil por hora, pero los engranajes estaban oxidados y apenas podía encontrar las palabras para no sonar como un zombi cuando las chicas me preguntaban por algún movimiento.

—¿Alex? ¿Está todo bien? —me preguntó Katt la tercera vez que me equivoqué en la coreografía.

—Uhm... sí, todo está bien.

—No es muy tú equivocarte así. ¿Te sientes bien?

—Ahora que lo mencionas, creo que pesqué algún tipo de gripe —mentí, tosiendo. Dios, quería llorar—. Ya me coordinaré.

—Si quieres un descanso...

—No puedo descansar. Tenemos la competencia pronto, ¿recuerdas? Y tenemos que ganar.

No había nada que quisiera más que tomar mis cosas y salir de ahí, pero ¿qué dirían mis compañeras de mí si abandonaba al equipo en medio de un entrenamiento? ¿Qué diría mamá si la entrenadora le iba con el chisme de que no me sentí bien en práctica?

—No te sobre exijas, Alex. Sé que no es tu naturaleza no hacerlo, pero si te sientes enferma...

—Está bien, chicas —nos interrumpió la entrenadora—. Una vez más, desde el principio. Llegaremos hasta la pirámide esta vez.

Ignorando mis sentimientos y mi corazón herido, tomé una bocanada de aire y volví a mi lugar asignado como la buena capitana que era. Di todo mi esfuerzo para que las cosas salieran bien, y todo salió relativamente bien hasta que fue el turno de hacer la pirámide. Justo arriba, donde siempre me había encantado estar y de donde siempre me jactaba de estar, perdí la concentración cuando el equipo de futbol y las animadoras de los Raiders pasaron en mi campo de visión. Demasiado lejos como para poder divisar bien a Aiden, pero lo suficientemente cerca como para perder la concentración y poner el pie en el lugar incorrecto.

La caída azotó mi espalda como una mala broma, pero mucho más dolorosa. Todo se volvió borroso por unos segundos, y luego negro, pero seguía escuchando las voces ajetreadas de mis compañeras de equipo y de la entrenadora, aunque no podía entender qué decían. Tampoco quería hacerlo; por un momento, finalmente no podía pensar en nada más que el dolor de mi cuerpo.

Y eso era bueno. Jodido, pero bueno.

Era un descanso.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora