En la primera parte de mi sueño, me encontraba asistiendo nuevamente a la escuela, siendo un niño de diez a doce años de edad: Una profesora gorda y vieja de lentes y vestido violeta le encomendaba a la clase la tarea de preparar una revista de historietas, una tarea que me entusiasmaba mucho en un principio, recibiendo de parte de mi hermano mayor una colaboración consistente en una historia corta de unas seis carillas, protagonizada por animales antropomorfos, que se asemejaban a parodias de Mickey Mouse y Pete el Negro, así como un hermoso afiche que representaba a una muchacha de ojos azules y cabellos púrpura vestida de azul y blanco.
Sin embargo, la profesora no se mostraba para nada satisfecha con esta colaboración inicial, trazando un gran círculo rojo sobre la historieta y el afiche, indicándome que debía hacer todo de nuevo.
Aunque ella no me decía exactamente porque los dibujos de mi hermano estaban mal, yo intuía que la razón era que el acabado de los mismos no poseía un carácter profesional, sino más bien un tanto amateur, impresión que me provocaba un gran enojo y amargura, creyendo que no se permitiría presentar mi propia historia en la revista grupal, desaprobando así el curso.
Yo me iba caminando por una playa de arenas grisáceas bajo un cielo enteramente blanco, sitio en donde me encontraba con una bella mujer de tez morena, quien me resultaba desconocida y al mismo tiempo familiar: Ella no tardaba en reconocerme en seguida, poniéndose a conversar conmigo con la mayor naturalidad del mundo, refiriéndole yo la injusticia que la vieja maestra había cometido conmigo y con todos los demás alumnos que no estuviesen a la altura de sus exageradas expectativas.
La mujer se sorprendía mucho al oírme, preguntándome incrédula si en verdad la maestra había dado semejante razonamiento para rechazar el trabajo de mi hermano. Yo no sabía que contestar, consciente de que mis afirmaciones correspondían más bien a mis propias sospechas.
De golpe, yo me encontraba en un hotel en la playa, sitio en donde estaba hospedada mi familia. Yo me encerraba en el baño, murmurando mi frustración, escuchando luego como es que en la cabina al costado de la mía (de paredes en acrílico, semejantes a las puertas de una ducha) dos voces conversaban alegremente: Yo descubría luego que quienes hablaban eran dos enormes gatos negros de largas colas, que se curvaban a manera de interrogantes, quienes luego se alejaban caminando por el pasillo, todavía hablando entre sí como si fuesen dos hombres adultos y no animales.
Yo me dirigía luego a la sala donde me esperaba mi familia, sitio en donde además se encontraban algunas personas que parecían ser turistas de países extranjeros, todos ellos sentados en sofás blanco-grisáceos.
Parecía que ese era nuestro último día en aquel hotel, y mis padres y mi hermano mayor me indicaban que debía poner las cosas en orden y apagar todas las lámparas.
Yo debía apagar una vieja lámpara, de la cual brotaba una débil luz y música, como si se tratase de una radio. (La música provenía en realidad de mi MP3, que se había quedado encendido mientras yo dormía.)
Algunos turistas murmuraban entre sí comentarios entre sí al oír la música que provenía de la radio, comentando lo extraña que era, y eso me producía una gran vergüenza. Pero por más que me esforzaba en apagar dicha lámpara, la música no sólo seguía escuchándose, sino que aumentaba de intensidad, volviendo todavía más incómoda toda aquella situación.
Yo me llevaba la lámpara musical a la cocina, sin que el escándalo hubiese cesado en lo más mínimo.
Desesperado por no poder apagar aquel aparato, yo intentaba estrellarlo contra el lavatorio, siendo en seguida detenido por mi hermano mayor, según quien yo había estado a punto de provocar un incendio en mi desesperación.
Mi hermano era un hombre adulto joven, de unos veinticinco años, mientras que yo seguía siendo apenas un niño de primaria.
ESTÁS LEYENDO
Diario de Sueños y Pesadillas
Non-FictionPues eso, un diario de las cosas que sueño últimamente.