|4| 𝕮𝖚𝖕𝖎𝖉𝖔

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LILY

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LILY

Al volver a casa quise golpearme con fuerza contra la pared por haberla llevado, en verdad que quería hacerlo, pero James me había arrastrado hasta el sofá intentando reconfortarme mientras Harry conjuraba una bolsa de hielo para sus manos.

— Siento gran culpa por esto —lamenté—. No creí que Ronald llevaría a su... —mi esposo e hijo compartieron una mirada y resoplé— ¡No me vean como si estuviera loca por no poder maldecirla! ¡Únicamente no encuentro una palabra para definirla!

— Hay muchas variantes para... —lancé una mirada a James evitando que terminara la frase.

— ¡Amelia va a odiarme por esto! ¡Soy la peor madre del mundo!

— Mamá, tu no lo sabías, nadie puede...

— ¡Se supone que las madres tienen un sexto sentido!

— No lograrás convencerla de lo contrario —susurró mi esposo a Harry, quien reprimió una sonrisa.

— ¡Cállense ustedes dos! —repliqué pasando las manos por mi cabello.

— Yo no dije nada —se quejó el azabache menor.

— Eso es lo que sucede cuando me das la razón —James arrugó la nariz sonriendo.

Me crucé de brazos observando el intercambio de miradas entre ambos, luego senté a Harry a mi lado analizando sus dañados dedos, suspiré ante el recuerdo reuniendo paciencia para no volver a golpear a Ronald por cuenta propia. Entonces, el sentimiento de alarma llegó.

— ¡Oh, Merlín! ¿Dónde está Lia? —corrí hacia el pasillo—. ¡Lia! ¡Amelia! ¡Lilian Amelia Potter Evans, baja ahora mismo!

Ellos se unieron a mí en el pasillo, esperamos largos minutos, al no tener respuesta Harry se apresuró a subir, le oí abrir puertas y maldecir varias veces. Cuando apareció al inició de las escaleras con los ojos brillando de preocupación sentí un bloque de concreto caerme encima, James me abrazó al momento que comencé a temblar.

Decir que estaba asustada era poco, la última vez que estuvo sola iba a lanzarse del punto más alto de Potter Manor, no quería que algo así sucediera, no deseaba que acabara con su vida por algo como esto, ella tenía muchas cosas por las cuales vivir. Y una parte de mí entró en pánico después de que Harry intentase enviar un patronus a buscarla y éste desapareciera, eso significaba que él no tenía la fuerza suficiente o que algo le había sucedido a Amelia.

El sonido del cristal rompiéndose nos sobresaltó, compartimos una mirada y corrimos a la puerta principal donde una figura de cabello cobrizo cerraba con la vista en el suelo encontrándose los restos del jarrón que hace unos minutos estaba sobre la mesa de entrada.

— Lo lamento, lo lamento —murmuró moviendo la varita para repararlo y colocarlo en su lugar correspondiente—. Maldito jarrón, siempre tienes que meterte donde no te llaman, eres un...

𝐃𝐞 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 𝐚 𝐋𝐮𝐩𝐢𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora