Capítulo 13

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Se había despertado en el piso de Suji, como cabía esperar. Estaba cabreado y despechado, claro que acabaría allí. Pero seguía igual de insatisfecho, incluso más. Daba igual, se limitó a vestirse y a marcharse antes de que Suji le preguntara por aquel repentino interés. Se pasó la tarde haciendo deporte. Después se duchó e hizo su maleta sin ninguna gana. Puso la correa a Nike, y con su bolsa a la espalda salió del piso. Una vez en el garaje de su edificio, abrió su coche, dejó a Nike en la parte de atrás, que se tumbó de inmediato. Tiró de malos modos su bolsa en el maletero y se apresuró a arrancar. Era casi una hora de camino. Encendió la radio y dejó que la emisora de deportes le distrajera de todo lo que tenía en la cabeza en ese momento.




No sabía cómo Jimin le había convencido. Tal vez había ayudado los tres CDs de edición coleccionista que le había regalado a cambio de acompañarle. Aun así no sabía si valían lo suficiente para lo que estaba a punto de hacer. Fue más de una hora en coche. Entre los dos se habían fumado casi dos cajas en el trayecto. Estaban igual de nerviosos, cada uno por sus respectivas razones, pero al mismo nivel. Sin embargo, a Yoongi, según pasaban los minutos y el humo por sus pulmones, el cabreo le iba aumentando y los nervios disminuyendo. Estaba más relajado, todo lo contrario que Jimin, cuando vieron la calle de la casa de los Jeon. El bajito tardó una eternidad en aparcar, no acertaba a colocar el coche de manera correcta.

—¿Quieres que aparque yo? —inquirió Yoongi, pero la única respuesta que obtuvo fue un gruñido.

Cuando finalmente lo consiguió, bajaron del coche. Yoongi miró la fachada de aquella casa en la que tantas veces había estado. Era tan extraño estar frente a ella después de todo y tanto. Jimin sujetaba una botella de champán, la cual había comprado en el supermercado de la esquina. Era la más cara de allí, pero cuarenta dólares no aseguraba que fuera de calidad. Jin aseguró que si servían meado de gato y aseguraban que valía doscientos dólares, dirían que estaba delicioso. Aunque claro, Jin detestaba a los ricos, bueno, a los ricos, a los pijos, a los esnobs... Esa raza que estaba a millas luz de ellos.

—¿Crees que deberíamos haber traído otra cosa? —preguntó Jimin cuando Yoongi comenzó a caminar hacia la puerta.

Yoongi se volteó.

—Eso está bien. De todos modos cualquier cosa que trajéramos la iban a tirar en cuanto llegáramos.

Jimin frunció el ceño.

—Eso no anima.

—Vengo a cubrirte, no a animarte —dijo agarrando a Jimin del brazo para que comenzara a caminar—. Y ya es más de lo que haría cualquier padrino.

—Te he regalado tres CDs —le recordó su amigo.

—Sigo preguntándome si me has dado suficiente.

Llegaron hasta la elegante entrada de la casa. Ya estaba anocheciendo, y las luces del jardín estaban encendidas, al igual que las del interior. Ambos se quedaron varios segundos sin hacer nada ante la puerta. Yoongi miró a Jimin.

—¿No vas a llamar?

Jimin parecía estar a punto de echar a correr al coche y no volver nunca más.

—Siento que por mi culpa tengas que volver a reencontrarte con el después de dos años —dijo de pronto para sorpresa de Yoongi.

Es cierto, Jimin no sabía que ya había tenido lugar ese reencuentro, y Eunha tampoco. Aunque no se lo diría. De pronto, el más bajito sintió la mano de su amigo en el hombro.

—Lo harás bien —le animó—. Vamos preparados para miradas desaprobadoras, comentarios despectivos, desdén, altivez e incluso insultos. No es nada que no hayamos tenido que aguantar antes.

loverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora