En ocasiones para conseguir lo que quieres tienes que mover las piezas a tu favor
Anastasia
Recargo mi cabeza en el marco de la puerta observando como acomoda las carpetas que hay sobre su escritorio. Todas por color, en un orden perfecto e inmaculado. Ya ni siquiera me sorprende lo ordenado que es.
No niego que el pálpito de molestia sigue presente. Me enoja que sea tan injusto y haya cambiado la estrategia solo por el mero placer de tener el control absoluto de las cosas, nada más para demostrar que es él quién manda aquí y que también se hace lo que desea en el momento en que abre la boca.
Seguro que ha notado mi presencia pero no se ha dignado a verme.
—Hola —murmuro por fin entrando por completo en la oficina y cerrando la puerta detrás de mí.
Eso parece ser suficiente para que termine su labor.
Ladea la cabeza observándome con atención, como si tratara de absorber mi imagen. Por alguna extraña razón eso me hace sentir nerviosa y expuesta. ¿Qué tal si sabe lo que estamos planeando? ¿Se habrá enterado ya?
¿No crees que ya te lo hubiera hecho saber?
Cierto. De saberlo no tendría su habitual expresión impertérrita en el rostro.
A pesar de mirarme con atención no articula ninguna palabra lo que sirve para ponerme más nerviosa todavía, y temo a que no pueda seguir en mi papel.
No.
Por supuesto que puedo.
—¿No dices nada?
—No tengo nada que decir.
Abro la boca para replicar algo a su vaga respuesta pero la puerta es abierta y en seguida Ross llega a mi lado. Le da una breve y corta ojeada a Damien antes de fijarse en mí.
—Annie, querida, ¿cómo estás? —me da un casto beso en la mejilla a modo de saludo.
—He estado mejor —sonrío en su dirección.
Ross niega con una sonrisa afable como si entendiera a que me refiero y entonces vuelve a mirar al comandante.
—Todo está listo —informa antes de despedirse de mí y salir.
—¿Necesitas algo, Anastasia? —pregunta con absoluta tranquilidad.
—¿Te vas? —respondo en su lugar, tratando de ocultar el deje de decepción que me invade porque no me lo dijo.
Se limita a asentir.
—¿A dónde?
—Es mejor que no lo sepas.
Frunzo el ceño lista para hacer mi drama y fingir lo mejor posible que su viaje no ha llegado en el mejor momento.
—¿Por qué no puedo saberlo? —discuto—. ¿Acaso me vas a engañar y no quieres que lo sepa?
Contrario a lo que esperaba suelta una risita baja.
—¿Crees que querría hacerlo?
Me encogo de hombros.
—Me sacaste de la misión y pusiste a Claire en mi lugar, te creo capaz de cualquier cosa.
De nuevo no consigo lo que quiero. Su expresión de burla se acentúa en su sonrisa.
—¿Estás celosa acaso?
—¿Debería estarlo?
Para este punto ya debería de tener una expresión seria enmarcada en su hermoso rostro, pero sigue estando divertido.
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Secretos y mentiras
DiversosAnastasia regresa después de dos años a Londres. Las cosas, por supuesto, no son ni remotamente parecidas a lo que eran antes de marcharse. Las cosas en la central han cambiado, y está luchando consigo misma por no toparse con el más grande fantasma...