Señorita Kim

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Se encontraba checando las ganancias de su empresa en aquel gran computador mientras bebía una botella de agua, estaba muy cansada de tan solo estar sentada en una silla durante horas mientras revisaba y corregía papeles, tenía mucho tiempo que no hacía una actividad física y menos con sus hijos como antes solía hacerlo.

Pensaba mientras dejaba el mouse de lado para seguir pensando mientras una sonrisa melancólica salía de ella, en eso empezó a escuchar unos pasos apresurados, tal vez ya sabía de quién se trataba, la persona tocó la puerta rápido a lo que ella dió una señal para dejarla pasar.

—Señora Kim, aquí tengo los infor-Ahhhhh!.– Después de eso el golpe sono hueco haciendo que Jennie se levantará e ir enseguida por aquella persona que hacía en el suelo sobando su trasero.

—Que te he dicho de ir casi corriendo por los pasillos.– Reclamo mientras intentaba no reír.

—Disculpeme Señora Kim.– Dijo avergonzada

La ayudo a pararse y recojer los papeles que yacían en el suelo.

—Aqui tiene.– Hablo cansada entregándole algo agotada.

—Otra vez no dormiste.

—Lo siento pero es que los informes, la universidad, me tienen un caos.

—Pero esto lo podías entregar dentro de cinco días.– Dijo sin poder creer que todos estuvieran listos en tan solo una noche.

–No me gusta dejar todo para lo último.– Dijo mirando el suelo.

—Lisa, tu estudio es primero, ya te he dicho que no importa si te retrasas un poco.– Dijo en reclamo.

La Pelinegra asintió aún apenada.

—Prometo que está es la última Señora Kim.– Dijo haciendo asentir a Jennie.

—Tienes los informes de la semana pasa-

—Son estos.– Le dijo entregándole un folder con los papeles correspondientes.

Sin duda, Lisa a pesar de su corta edad era una chica muy trabajadora y responsable aparte de puntual y audaz, lo atractiva nadie se lo negaría, sin duda haberla contratado hace un año era lo mejor que le pudo haber pasado a Jennie, sonrió asintiendo por lo impecable que se veía todo, a ella le encantaba ver un trabajo digno, Jennie veía a Lisa como una de sus hijas, con tan solo 18 años, era una persona sumamente inteligente, la sorprendía cada día más.

—Bien Manoban.

Ganó un asentimiento por la menor.

—Regresa a tu trabajo que en media hora sales.– Dijo al pendiente del horario.

Tampoco le gustaba que Lisa perdiese clases.

—Si Señora Kim, permiso.– Sin más, la oficina volvió a quedar en silencio. Se sentó en su silla pensando que estarían haciendo sus hijos.

 Se sentó en su silla pensando que estarían haciendo sus hijos

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