Como en los viejos tiempos

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Era el aniversario de la fundación de Konoha y toda la aldea se encontraba de fiesta, rondaban las diez de la noche, pero las lámparas y las alegres risas seguían iluminando el poblado.

Parecía un festival tradicional, con los locales de comida y dulces abiertos y llenos al tope, y coloridos puestos de juegos a lo largo de la calle.

La Aldea de la Hoja exhibía un ambiente tranquilo y animado, sin ninjas armados acechando a cada esquina, sino con personas que vestían alegres kimonos y yukatas con coloridos estampados, la rutinaria tensión de los shinobis convertida en un alegre festejo.

Entre los ninjas había un par que destacaba. Jiraiya y Kakashi, sentados ante sendos vasos de sake conversaban, aunque quizás lo correcto sería que Kakashi mantenía una conversación, porque hacía ya un rato que todo lo que el Sannin hacía era musitar incongruencias, eso debido al alcohol que hacía ya varias horas consumía y que a pesar de todo no lo detenía de pedir más.

Súbitamente, la multitud alrededor de ellos estalló en enérgicos vitores.

Tsunade, nieta del Primer Hokage y actual líder de la aldea acababa de entrar al local, seguida de Shizune y Ton-ton. Llevaba puesto un precioso kimono de seda verde azulado, cuyos bordes eran de color morado oscuro y representaba el diseño de un dragón púrpura; lucía un pronunciado escote en “v” que ponía en evidencia sus atributos y se había recogido el cabello en una sola  coleta alta, lo que le daba un aire refrescante.

Jiraiya le miró con los ojos entrecerrados, mientras golpeaba a Kakashi en el hombro y le señalaba a la Hokage.

–¿Es Tsunade? –preguntó, a lo cual su compañero respondió con un asentimiento estoico–. ¡Dios! –murmuró Jiraiya–. No la veía con kimono desde… bueno, desde… –elevó los dedos de la mano izquierda y comenzó a murmurar palabras inteligibles –. ¡Desde antes de la guerra! –exclamó, aparentemente habiendo conseguido contar los años–. Ha cambiado –dijo en voz baja, al tiempo que volvía la vista al vaso de sake y se lo empinaba nuevamente.

Kakashi sólo asintió, sin prestarle verdadera atención; hacía tiempo que había dejado de escuchar lo que el Sannin decía.

Lentamente, Tsunade se acercó a su mesa, sonriéndoles socarronamente.

–¿Tan temprano y ya estás así, Jiraiya? –preguntó, mientras Kakashi asentía respetuosamente y le cedía su lugar–. Eres una vergüenza. Kakashi, un gusto verte –le saludó, sonriéndole.

Se sentó frente a Jiraiya, en tanto que Kakashi seguía el ejemplo de Shizune y se dirigía a reunirse con Yamato y Asuma.

–¿Recuerdas cuando nos conocimos? –masculló Jiraiya, mientras trataba de mantener su mirada fija en un punto, pero el alcohol en su sangre se lo impedía–. ¡Eras tan plana! –remarcó, alargando la vocal de “tan” y apuntando temblorosamente a los senos de Tsunade. La Hokage sólo cruzó los brazos sobre su pecho y le dedicó una mirada asesina–. ¡No quiero decir que ahora lo seas! –se apresuró a corregir ante la mirada fulminante de Tsunade.

–Y entonces tú eras mucho más educado –acusó la rubia, apoyando los codos sobre la mesa y colocando su rostro entre sus manos provocativamente.

–Qué va –respondió el Sannin, enfocando sus pupilas negras en el escote de Tsunade, que fingió no darse cuenta–. Entonces no estaba ebrio.

–Pues entonces hay un problema –apuntó Tsunade; ante la mirada interrogativa de Jiraiya rodó los ojos–. Tendrías que haber escuchado ese refrán: “los borrachos y los niños siempre dicen la verdad”; si estás diciendo esto ahora…

–¡No, no, no, no, no! –se apresuró a aclarar–. Podrías ser linda, en serio, si no fueras tan gruñona y si usases ropa que…

–Y tú podrías ser alguien agradable si no te comportaras como un maldito bastardo –lo cortó Tsunade.

Como en los viejos tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora