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Una mañana de 1970, Dawson se dirigió a la cafetería donde tomaba café todas las mañanas. Los camareros le saludaban con la frase "¡buenos días, señor Dawson!" Era una forma muy cercana y habitual, al desayunar en aquella mesa de la esquina junto a la ventana con vistas a China Town. Dawson tenía una serie de manías antes de dar un sorbo al café, el cual, siempre era un capuccino. Se remangaba delicadamente las mangas de la camisa, preparaba una servilleta que traía en el bolsillo de la chaqueta de traje, y por último, se miraba en el reflejo de la cuchara del café para ver si se veía realmente bello. 

—¿Cómo andamos hoy, señor Dawson? —preguntó uno de los camareros. 

—Estoy realmente bendecido por estar sentado otro día más aquí junto a mi café preferido. ¿Hay alguna novedad? —dijo Dawson mientras leía el periódico londinense.

—No hay nada nuevo. Todas las mañanas son iguales. Gente apresurada para ir a trabajar, padres llevando a sus hijos al colegio, nuevos turistas... podría decir un sinfín de personalidades que veo todos los días. —Dijo observando a lo lejos de la ventana. 

— Para mí, la vida tiene poco sentido. Me gustaría encontrar una mujer con olor a gloria, como el café que tengo frente a mis sentidos. 

—La vida te puede sorprender de muchas maneras Dawson, incluso este puede ser el último café que tomes. Disfrútelo. —Dijo alejándose del lugar donde conversaba con Dawson.

Dawson se quedó estupefacto mirando al horizonte, mientras sostenía la taza en sus manos. De pronto, un señor robusto apareció por la puerta de la cafetería. Se oían los gritos desde fuera, lo cual llamó la atención a la gente que deambulaba alrededor del lugar de encuentro. Tenía un arma en la mano, apuntando a los camareros que se encontraban en la barra de la cafetería. 

—¡Esto es un atraco! ¡Suelten el dinero cabezas inútiles! ¡Si no lo hacen, acabaréis muertos ahora mismo! 

Los camareros intentaron mantener la calma abriendo la caja de dinero para que acabara esta pesadilla lo antes posible. El señor del arma llevaba unos zapatos relucientes, como si fueran recién comprados o lavados. Tenía una pipa para fumar en el bolsillo del pantalón, y por supuesto, estaba casado. Un anillo de oro con una joya bastante reluciente. Eso llamó la atención de Dawson, por lo que se puso de pie y dio un golpe en la mesa. Todo el mundo se paró a mirarlo, incluso el señor casado. 

—¿Qué haces? ¿Quieres acabar muerto o te crees un juez dando un golpe en la mesa? — dijo el sospechoso acercándose de forma curiosa a la mesa de Dawson.

—Voy a llamar a la policía si no baja el arma. ¿Acaso necesita más dinero después de tener ese anillo valorado en 50 millones de libras? 

— ¿Quién se cree para opinar sobre mi anillo? Juro que voy a acabar contigo, inútil enchaquetado. — Amenazó apuntando a Dawson con el arma.

—Quiero ser muy claro. Todas mis mañanas son tranquilas, y hoy, has abierto el telón con el típico duelo de arma y dinero. Tómese un café conmigo y charlemos sobre ese anillo. — Dijo Dawson sentándose de nuevo ofreciéndole asiento. 

—¡USTED ESTÁ MAL DE LA CABEZA! Yo solo quiero el dinero y me largo, así que no me cuente más estupideces, ¡viejo enchaquetado! — gritó dándose la vuelta para coger el dinero de la caja.

Un giro inesperado ocurrió en ese preciso momento. El infiltrado resbaló cayendo al suelo y dándose un buen golpe en la cabeza. Una mujer que desayunaba tranquilamente gritó en el momento que vio caer al señor casado. Su cabeza fue un río de sangre. Dawson seguía dando sorbos a su café mirando a la ventana, observando al público que había detrás de las ventanas de la cafetería. Unos minutos más tarde, la ambulancia y la policía apareció para socorrer al señor del sospechoso anillo e investigar lo sucedido. Dawson fue la calma principal tras haber sucedido semejante escena. Tras terminar el café, los camareros se acercaron para ofrecerle un café gratis el día de mañana por haber ayudado en ese momento. 

—No tenéis que agradecerme nada. La suerte no estaba de su parte, y como vosotros sabéis, soy un hombre tranquilo sin ganas de buscar sangre. Esta vez, ha sucedido lo sucedido, pero quizás otro día la suerte no esté de nuestra parte. 

—Señor Dawson, usted ha mantenido la calma en todo momento. Ha sido la salvación que necesitábamos, por lo que mañana no tendrá que venir con la cartera en el bolsillo. Es una muestra de agradecimiento por parte de todos. —Dijo uno de los camareros mientras limpiaba la mesa y recogía la cuenta de Dawson. 

Sin más, Dawson les regaló una sonrisa tranquila para advertirles de que todo está bajo control. Salió de la cafetería con la cabeza alta admirando el ambiente que le rodeaba en ese instante. Se dirigió a casa de su mejor amigo, Harry. De pronto, empezó a llover, lo cual es algo habitual en Londres. Ya iba preparado como cualquier otra persona londinense. Sacó su paraguas y paseó por las estrechas calles de la ciudad imaginando una vida nueva junto a una mujer que cambiara sus expectativas. Él repetía todas las mañanas su frase: Me gustaría encontrar una mujer con olor a gloria y cruzar junto a ella la mirada al horizonte. 

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⏰ Última actualización: Nov 19, 2021 ⏰

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La mirada de DawsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora