26. UN MOMENTO DE DEBILIDAD

36 7 30
                                    

FRIDA

Han pasado dos semanas, más tiempo del que esperaba y si no me da otra "repasada", mañana podré verme con Ele por fin. Lo extraño tanto que hasta lo he soñado varias veces.

Juan trajo flores. Al principio creí que eran para Davina y solo había parado para restregármelas en la cara, pero dijo que eran para mí.

Eso sí ha sido una sorpresa. Tal vez, después de todo, si siente culpa por la golpiza que me acomodó sin motivo.

Es raro. Tal vez hace un año todavía me hubiera emocionado. Pero ya no y solo le di las gracias. Tanteando claro, el nivel apropiado de emotividad para que no empiece a discutir y todo vuelva a comenzar.

—¿Qué, no te gustaron? —pregunta arrastrando un poco las palabras, debido a la borrachera que trae encima.

—Sí, gracias. Las pondré en agua.

—Sé que soy un asco de güey, que no te merezco, Frida. Soy muy malo...

Y qué empieza a llorar y gatear por la alfombra hasta quedar de rodillas frente a mí, abrazándome por la cintura y llenándome la blusa de mocos y babas.

—¡No te merezco! ¡Ni a ti ni al niño! ¡Soy un asco! ¡Una porquería! ¡Perdóname, Frida! ¡Perdóname!

Su llanto se torna tan amargo, que casi logró conmoverme. Pero me pregunto si se acordará de este drama por la mañana, cuando esté todo crudo y de mal humor.

Si tanto lo sintiera, no me trataría así. Si tanto lo sintiera, me dejaría irme a ser feliz con... A estar tranquila en otra parte.

Porque a decir verdad, tampoco sé si pueda ser feliz con Ele. Tiene muchos problemas. Es tierno, es adorable, pero creo que está muy confundido. Lo malo es que estoy empezando a quererlo mucho.

—Ya, ven a acostarte. Debes estar muy cansado, Juan —digo, esperando pacientemente a que se levante y lo encamino a la cama. Ahí se deja caer de espalda ocupando la cama de forma diagonal.

—¿Me perdonas? —pregunta con lágrimas corriendo todavía por sus mejillas coloradas de tan ebrio.

—Sí, Juan, te perdono.

Entonces vi en él , en su mirada, a aquel muchacho dulce que me llevaba chocolates casi diario y me cantaba las mañanitas el día de mi cumpleaños, acompañado de una guitarra y dos amigos. Y lloré por él. Porque hace mucho que no lo veía, porque creí que estaba muerto. Porque la siguiente mañana regresaría el patán despiadado que se quedó en su lugar.

Me pregunto si Ele correrá con la misma suerte si duramos juntos lo suficiente. O peor aún, si me cambiará por Nicolás cuando por fin acepte quién es y lo que siente.

Aunque vea sinceridad en sus ojos, sé que su corazón no siempre permanece donde está su cuerpo. A veces se va flotando rumbo a la librería.

Algunos meses después.

DAVINA

Tengo miedo. Un miedo horrible que no sé cómo explicar. He tenido muchas pesadillas y todas terminan igual: conmigo muerta. Y tengo la impresión de que podrían ser premonitorios. O tal vez solo son los remordimientos por lo que hice.

Ojalá entienda que fue para ayudarlo sin que Juan lo sospeche. No creo que Ele sea capaz de algo así, pero de que habrá drama, lo habrá.

Aunque al joto loco maldito de Mendívil, sí le tengo miedo. Claro qué a ese qué le importa, pero... A no ser que... No, no, cálmate, Davinita, no va a pasar de un berrinche , ya verás.

—Davina...

Escuché su voz tras de mí y me sobresalté. A ver si por fin aprendo a cerrar la puerta. Me di la vuelta y lo vi de frente. Traté de analizar sus gestos para ver si podía adivinar sus intenciones.

—Ele, ¿qué haces aquí?

—Quería saber si aún tienes el manuscrito que te dejé hace poco.

—No, lo tiré —miento, pero sin el valor de verlo a la cara.

—¿Por qué?

—¡Estaba enojada, lo agarré y lo tiré a la basura!

—¿Hace cuánto?

—El mismo día que me lo diste. Tú tuviste la culpa por enfadoso.

—Sí, supongo.

—¿Lo ocupas?

—Sí. No importa, lo volveré a imprimir.

No sé que maligno impulso se esté apoderando de mí, pero no puedo dejar que se vaya así. Necesito probar, necesito saber si me estoy perdiendo de algo bueno.

—No te vayas, Ele  —dije y corrí a cerrar la puerta del camerino. Al fin tenía uno para mí sola y no lo iba a desaprovechar.

—Davina...

—¡Shhh! —lo callé poniendo mi índice sobre sus labios— No digas nada.

—Si Juan...

—Es jueves, Juan no viene hoy. Vamos, Ele, no digas que no quieres, sé que te mueres por esto. Aprovecha...

Me abalanzo y de puntitas alcanzo a besarlo en la barbilla. Eso qué siempre traigo puestos unos zapatos muy altos. Al principio se resiste, pero no puede evitar caer por unos minutos.

De pronto, se detiene y se aparta de mí.

—Vamos, Ele, demuéstrame cuánto me quieres. Llevas años esperando ¿Lo vas a desperdiciar? ¿Me vas a dejar con las ganas? ¡Lo lograste, conseguiste lo que querías! ¡Aquí me tienes, a tu entera disposición! Tómame...

ELEODORO

Estuve a punto de caer, era difícil no hacerlo, pues cómo ella dijo, llevo años esperando. Pero no quiero solo sexo. Davina nunca ha entendido qué lo físico es importante, sí, pero no es suficiente para mí.

Aunque me ve de una forma nueva, cómo nunca antes lo hizo, cómo si de verdad estuviera enamorada, no puedo olvidar que es actriz y tiene habilidad para imitar sentimientos.

La aparto de mí con la mayor delicadeza que puedo.

—Lo siento, tengo cosas que hacer —murmuro, y tal vez parezca frío, pero de verdad, era tan tarde para lo que tenía que hacer y por supuesto, para eso que ella me ofrecía, también.

Creo que la gente de estos tiempos, confunde el sexo con el amor. El amor es mucho más que el intercambio físico. O no sé, tal vez yo sea demasiado cursi, chapado a la antigua.

Llego a la oficina de registros después de reimprimir el manuscrito de nuevo y ni siquiera es necesario. Me informan qué, por una huelga de burócratas, el trámite se encuentra detenido y no saben hasta cuando se vaya terminar. Mientras tanto, yo estoy en un peligroso limbo.

Eso me mantiene preocupado el resto de la semana. Eso y Davina.

¡Maldita sea! ¿Por qué juega así conmigo? ¿Qué gana? Tenía mucho tiempo sin pensar en ella y ahora de nuevo, no consigo pensar en nada más.

Iré a ver a Nicolás. He estado evitándolo por un tiempo, pero no quiero perder su amistad. Es solo que a veces no puede disimular lo que siente y me incomoda porque, cuándo veo su boca, empiezo a preguntarme que se sentirá besarlo.



ELE (Versión Extendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora