Supresor

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Killua Zoldyck era un alfa solitario del bosque. Su manada había muerto en un accidente hacía tantas lunas que ni él mismo recordaba con exactitud la edad que tenía al momento en el que fue dejado atrás, pese a eso, el reconocimiento de quien era no se había esfumado, se mantenía su presencia entre respeto y pavor.

La manada Zoldyck era fiera, despiadada, mortal, y se decía que el hijo de en medio del líder de ese entonces era el peor de todos al contar con increíbles habilidades. Killua Zoldyck era ese hijo.

Muchos pensaron que al crecer el pequeño restauraría su manada, pero no pasó, no por desinterés, sino que para desfortuna del albino, había nacido sin la capacidad de olfatear correctamente. Las épocas de apareamiento eran tan horrendas para él. No podía hablar con los omegas fácilmente, y cuando alguno le interesaba lo suficiente como para querer acercarse, su nariz le hacía llegar un olor tan pútrido que deseaba vomitar.

Así creció el solitario alfa sin hogar, tomando trabajos que incluían asesinar gente con tal de recibir presas o permisos de las manadas a las que ayudaba de cazar las suyas. Porque una persona sin manada era igual a una persona sin territorios.

—Deseo asesines al primogénito del líder de la manada Freecss.— Recibió la orden de un gordo y viejo hombre que lo había mandado a llamar. —Pedí su mano y no solo me la negó, ¡también me golpeó cuando intenté acercarme para convencerlo de que nuestro compromiso debía efectuarse!— El albino rodó los ojos, odiaba esta parte de atender a sus clientes. Escucharlos quejarse y fingir interés.

—¿Estaban comprometidos?— Preguntó con fastidio disimulado.

—¡Sí! O al menos yo desde que lo vi juré que sería mi pareja, nos comprometí a ambos en mi mente, hasta dejé a mi esposa con ese pensamiento. Desde esa reunión con su padre no pude sacarme sus ojitos de la mente, ¡y ahora ha destrozado mi corazón!— El menor miró con pena ajena al otro alfa. —Por eso debe pagar. Cree que solo por ser lindo puede hacer cosas como esas, no estoy de acuerdo. Y como tú no solo eres magnífico en lo que haces, sino que también tienes un olfato... Diferente, sé que eres el perfecto candidato para esto.— "Solo es el berrinche de un pervertido."

—No sé si pueda hacer un trabajo así.—

—¡Por favor señor Zoldyck!, yo tengo algo que usted necesita, mi paga es buena.— Aplaudió y al instante una bella mujer apareció interrumpiendo la reunión de ambos hombres. —Sé que por mucho tiempo usted ha buscado compañía para restablecer su manada, le ofrezco a esta mujer beta, son difíciles de conseguir, raras por ellas mismas. Mi bella flor de loto aquí es la única en todo el ancho bosque, será suya. Si quiere acercarse a ella para comprobar su casta está bien.— Killua tragó profundamente observando a la mujer de largo cabello rubio. 

Una beta no emite aroma en particular, podría ser la solución a la soledad, sin causarle ganas de vomitar al acercarse, además, ciertamente era preciosa. Era una oportunidad única.

—Trato hecho, ¿hay algunas especificaciones?— El hombre sonrió volviendo a aplaudir para que la joven se retirara.

—Mi ex prometido es fuerte y bastante ágil, por eso necesita acercarse a él cuando esté débil y solo.— Se levantó de su asiento en busca de una pequeña botella de cristal. —Su celo, ese es el mejor momento.— La colocó delante del albino. —Ponga esto en sus supresores para que no sea una escena violenta, lo que menos quiero es que la gente pueda creer que es una declaración de guerra. Así todos pensarán que solo fue la desafortunada muerte natural de un joven que no sabía que estaba enfermo.— Colocó su mano en el hombro del menor. —Es todo, cuando yo me entere de su muerte usted podrá tomar a la linda beta y ser feliz como se debe.— El viejo volvió a sonreír al ver que el albino guardaba el veneno. —Dentro de tres días comienza su celo, tuve que matar a uno de sus guardias para obtener la información así que esté seguro, es confiable.— Los ojos azules del alfa miraron al líder con duda. —Le dije que yo deseaba a ese omega para mí, claramente no iba a esperar para aparearme con él.— "Que asqueroso." —Sé todo de mi lindo Gon, te lo contaré para que puedas acabar rápido con su vida.—

Así el alfa emprendió su última misión. 

Infiltrarse en la manada sin ser visto había sido algo complicado, y una vez dentro, admitía que eran algo avanzados en cuanto a las estructuras de vivienda pese a seguir luciendo tan rústicas como las de otras donde había estado. Era un lindo lugar.

 No fue difícil ubicar la gran casa de la familia principal en medio de la tierra, y después de recorrer algunos pasillos tampoco fue complicado encontrar el cuarto de su víctima gracias a la especificación del viejo que deseaba verlo muerto.

Con cuidado entró en la habitación, escuchando los tranquilos ronquidos de quien dormía plácidamente mientras el calor poco a poco subía por él. Debía buscar, el cuarto no tenía nada visible en la entrada ocasionando tuviera que introducirse más. Gracias a la luz de la luna vibrante que era brindada por la ventana, ubicó una jarra llena de líquido morado, ese debía ser el supresor, lo había visto y comprado en algunas ocasiones en el pasado para él así que estaba seguro.

Sacó el frasco de su bolsa y con cuidado lo vertió, no hubo nada diferente. 

Un gran ronquido se escuchó, con pena volteó hacia el causante. "Lo lamento chico..." Vio la tranquila cara del moreno, ciertamente era hermoso y era el asesinato por la razón más absurda que había hecho, pero no quería estar solo nunca más.

De un momento a otro una fresca brisa cosquilleó su nariz, llamándola, aspiró un poco más fuerte, se preguntaba de donde venía ese perfume, anheló encontrar la fuente. Cerró los ojos mientras olía intentando concentrarse en ubicar el agradable y misterioso aroma. Era bastante atrayente e hipnotizante, al punto de hacerlo perder la realidad y no notar los marrones ojos que lo miraban con curiosidad.

Antes de que el ya no durmiente omega pudiera atacar, su olfato se llenó de un dulce aroma que comenzaba a emanar el desconocido hombre frente a él. 

Killua ni siquiera era consciente de lo que salía de él.

Los labios del moreno pasaron de una clara tensión a una ancha sonrisa. Con cuidado se levantó, intentando no despertar a ese alfa del trance al que había llegado, y es que nunca había olido algo tan inefable como eso. Era como si la madre naturaleza te cantara y te diera su más dulce fruto silvestre. Cuando sintió una mano en su barbilla fue que despertó, encontrándose con los luceros marrones que lo miraban con cariño. —¿Cómo te llamas?— Killua comenzó a retroceder, mierda acababa de ser descubierto. El omega se levantó de la cama dando pasos hacia él, notando al asustado alfa que no entendía a su nariz ni las sensaciones que su cuerpo sentía. —Yo me llamo Gon.— Estaba acorralado. Con miedo miró los supresores un momento, el chico con cabello en puntas notó esto. Con su mano, sin mucho cuidado, dejó caer la jarra al suelo, vertiendo todo el contenido morado muerte en el suelo. —Oh...— Rió. —No lo vi.— Fingió inocencia.

—Eh...— El joven albino de manada perdida nunca escuchó las historias de los pueblos porque nunca hubo alguien que se las contara, pero si hubiese habido, entonces habría escuchado que su nariz defectuosa no era una maldición o un defecto.

—Supongo que no importa.— Tomó sus manos. —Tendrás suficiente tiempo para decirme después.— Se paró de puntas para besar su nariz.

—¡Killua!— No entendía lo que le pasaba, pobre, jamás le advirtieron de los destinados. Gon rió mientras lo jalaba hacia su cama y el otro ni siquiera se resistía. 

El albino se sorprendía de que el bello joven de una tierra que pisaba por primera vez no intentara algo contra él, pero bueno, Gon Freecss siempre había pensado que su destinado jamás sería malo, por algo el destino lo había elegido para él.

Y mientras algunas ropas caían y el supresor envenenado manchaba la madera del frío suelo, el corazón del joven alfa comenzaba a palpitar, tal vez no tendría que estar solo otra vez.

Y mientras el calor de la habitación aumentaba y el veneno en el supresor desaparecía, un albino unido planeaba asesinar a quien había molestado tanto a su Gon.

Y mientras el supresor se convertía en espectador, alfa y omega destinados comenzaron a dormir.


Fin.




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