Steve Rogers

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—Steve, por favor, entiende, no hay nada entre él y yo. Solo somos amigos

—¿Entonces por qué debe de estar sobre ti todo el maldito tiempo? -el rubio estaba demasiado molesto, pues él prefería evitar el decir malas palabras.

—Amor -soltó un suspiro, lo que la fémina menos quería era otra discusión-. Escucha, mi amistad con Ian, es como la tuya con Natasha...

—No -habló fuertemente, lo que la desconcertó un poco. Pues Steve jamás había alzado la voz contra ella.

—¿Ahora me gritas?

—No... yo, yo... yo no quería, amor. Discúlpame.

—Es increíble que tengamos está discusión una vez más por mi amigo, Steve. Entiende que es eso, solamente un amigo.

Sin agregar nada más, y sin tener ganas de volver a la discusión que se estaba volviendo una rutina en su relación, la mujer tomó su bolso, llaves y teléfono celular antes de salir del pequeño departamento que compartía con el vengador de rubios cabellos.

Caminando por las calles con el sol calentando su piel, la pelinegra caminaba con un rumbo fijo en su mente, tenía los ojos cristalizados, un nudo en la garganta que al parecer no tenía intenciones de desaparecer. Su celular sonó, se fijó en quien era, y no se sorprendió al ver el nombre del rubio en el.

Colgó la llamada, y buscó el número de su amigo entre sus contactos en su teléfono móvil. Llamó al número al cual tantas veces había marcado con anterioridad. Esperó solamente tres tonos antes de que la voz que había escuchado cientos de veces respondiera.

—¿Diga?

—Ian, hola...

—¿__________, estás bien? Te escuchas algo...

—Cállate y no hagas más preguntas, ¿estás en tu casa? Es que yo... bueno, tuve una discusión con Steve y... necesito a mi mejor amigo.

—Sí, sí, claro, estoy en casa. ¿Quieres que vaya a buscarte?

—No... yo, necesito caminar. Llegaré ahí en 15 minutos.

Colgó la llamada después de esa pequeña conversación. Sin mucha prisa en verdad, la pelinegra caminaba por las calles, tratando de no romper en llanto. Pues realmente odiaba las discusiones que ella tenía con el rubio.

Después de un rato caminando entre personas, llegó al departamento de Alexis. Tocó la puerta y en menos de tres minutos, el castaño ya había abierto la puerta.

—Hola, pequeña.

—Calla, no me digas así -sin esperar a ser invitada a pasar, ella empujó con delicadeza al castaño para entrar en su casa.

—¿Qué fue lo que pasó? -se atrevió a preguntar al ver que la fémina ya estaba sentada en el sofá de la sala.

—Ahg, lo mismo de siempre.

—¿Y lo mismo de siempre es? -trató de hacer reír a su amiga, pero ella solamente le dedicó una mirada de dolor, con lágrimas en sus orbes canela.

—Sus estupidos celos, eso es lo de siempre. Él y sus tontas ideas de que tú estás enamorado de mí.

Nadie dijo nada más. Ian dio un trago a la cerveza que tenía en su mano, fue uno bastante largo, pues casi termina con el contenido de la lata.

—Bueno, comprendo a Steve, eres una mujer muy hermosa, de buen cuerpo y sentimientos preciosos. Yo también estaría celoso de cualquier cosa viviente que se te acercara

—No estoy para bromas, Ian. De verdad que estoy canada de sus celos.

—¿Y qué pasaría se las sospechas de Steve son verdaderas? -la femenina levantó la mirada chocolatosa hasta los ojos verdes del morocho.

—¿Qué?

—Yo... yo estoy enamorado de ti, __________. Lo estoy desde hace meses, Steve lo sabe porque encontró una fotografía tuya en mi casillero.

—Ian...

—Te amo, deja a Rogers y ven conmigo. Se mia.

La mujer se levantó de su lugar, tratando de procesar las palabras que le habían sido confesadas.

—Es mejor que me vaya -caminó hasta la puerta, pero unos dedos la tomaron bruscamente de la muñeca, impidiendo que siguiera su trayectoria-. Ian... sueltame.

Como si otra persona estuviera controlando los movimientos del masculino, tiró de la muñeca pequeña de la chica, haciendola perder el equilibrio y caer en el piso.

—Tú no te vas de aquí.

Ian se le dejó ir, _________ le dio una patada en la boca del estomago, dándole tiempo para encender un aparatejo que Tony había hecho, pues cuando se encontraban en peligro mandaba la ubicación actual. Haciendo también que escucharan lo que estaba pasando.

—Aaaah, no, Ian, por favor, aaaaaaaah -el pelinegro la empujó contra una pared, la fémina se golpeó horriblemente la cabeza, pero eso no la detuvo para soltarle un puñetazo directamente en la nariz.

—Hija de puta.

Ian tomó a la novia del capitán América del cabello, la agarraba fuerte, haciendo que los gritos de la mujer fueran cada vez en aumento. La tiró al piso nuevamente, pero esta vez la castaña no pudo levantarse, ya que el cuerpo semidesnudo de Ian estaba sobre ella

Antes de que algo más pasara, la puerta fue tirada, y por el umbral apareció el centinela de América, los ojos azules fueron hasta encontrarse con los verdosos de Ian. Después se encontró con la mirada canela de su novia, tenía ya un moretón formándose en su mejilla derecha, manchas de sangre, ropa rasgada y rastros de lágrimas por sus ojos.

—Te dije que te alejaras de mi familia.

—Amor -tocó con cuidado el rostro de su novia

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—Amor -tocó con cuidado el rostro de su novia.

—Lo lamento tanto, Steve -nuevas lágrimas bañaron el rostro lastimado de la bella castaña.

—Oh, nena, no es culpa tuya, tranquila mi amor, aquí estoy yo.

—¿Qué pasará con él?

—Pues, Wanda y Natasha se ofrecieron para darle pequeña charla sobre que no debió de hacer lo que te hizo -le dio una pequeña sonrisa, Steve dejó un beso sobre su cabeza-. Mañana iré yo para retomar la lección de las chicas. Incluso los demás se ofrecieron para aportar a esta pequeña y leve sanción.

—Tenía tanto miedo...

—Lo sé, lo sé, amor mio, no hace falta que digas nada más.

Acurrucados en su cama, Steve daba besos impregnados de amor, ternura y tranquilidad a la que él juraba era el amor de su vida.

One Shots. (Steve Rogers/ Chris Evans)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora