El tiempo se acurruca como polvo en las esquinas,
un año es una taza de café recién hecho
una promesa,
una caja de cerillos repleta de pasado
revuelta.
Los recuerdos dormitan entre las grietas.
Líneas doradas unen las pieza rotas
que muestran orgullosas las batallas peleadas.
Así las manos por las formas ondulantes
esculpidas en la piedra arden,
están vivas
se deslizan diestras sobre las agitadas olas.
La voz grave despierta la alerta sísmica,
manos fuertes con un golpe certero modelan.
Así el dulce tacto sobre las heridas detienen su sangrado
con efecto sanador.
Recorre con la vista el territorio expuesto
de la anatomía humana
que golpe a golpe de cincel se rebela,
emerge victorioso del océano de piedra.
Tierna seda son sus ojos
que bajo la luz benefactora
evocan con su expresión sus ideas expandidas,
congeladas en el tiempo.
Pozo profundo es el eterno movimiento
circular de errático sentido.
Su agitado palpitar de mármol he concebido
en un parto violento con el que me sincronizo.
En su pecho el ave anida y gorjea,
aletea con la sensación de cercanía,
pide alimento exento de delito
con generosidad entregado.