Querida Paris,
Hoy no estoy en la cafetería escribiendote esto. Estoy en mi casa, esperando que con suerte, alguna vez me hablaras.
Yo lo haría.
Te juro por mi vida que te hablaría.
Pero no puedo.
Algún día lo entenderás.
Espero que ese día no tarde en llegar, Paris.
Ójala estuvieras aquí.
Con esa sonrisa bañada en rojo, y el mechón de pelo quente pones trás la oreja. Luces como un ángel, Paris.
Pero el demonio también fue ángel antes, Paris.
Y la verdad...
No sé como me gustarías más.