cero: de un nuevo inicio

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El alfa estaba aburrido, tenía la mirada presionada duramente sobre la omega que hablaba sin cesar, como si a él le importara una mínima mierda lo que le estuviera diciendo.

Escuchó un par de palabras que llamaron su atención, pero que simplemente flotaron lejos de él con el resto del cansino discurso, estaba algo agobiado, escuchaba el "tic tac" del reloj en la pared tras él, e incluso eso le pareció mucho más interesante que las palabras de la regordeta mujer.

Parecía exasperada, olía a un barato perfume que pretendía imitar feromonas dulces y a Rubén Doblas, con un severo dolor de cabeza, y los sentidos a todo lo que daban, simplemente lo estaba mareado.

— ... reclamos de tus maestros... — alcanzó a escuchar un instante. — ¿quieres que te derive con un nutricionista...?

Y ahí estaba de nuevo, claro, porque todos los problemas con él, de alguna manera terminaban estando relacionados con su peso, con aquel incidente que había empezado y terminado hacía años, pero que nadie se dignaba a soltar.

— No — responde, tiene en la voz un tono más duro del que pretende. —, estoy bien.

— ¿Estás seguro...? — inquiere ella, y Rubén notó en su mirada lo que parecía compasión, eso le revolvió el estómago más que el perfume.

— Sí — insiste. —, además, pensé que el motivo de que estuviera aquí eran mis calificaciones, no mi peso.

— Lo es, lo es... — asiente ella, revolviendo los papeles entre sus manos, el alfa, demasiado cansado para estar allí un jueves por la mañana, se apoyó contra un escritorio tras él, suspirando. — ... solo... nos preocupamos por nuestros estudiantes, joven Doblas...

Pero el alfa parecía mucho más hastiado que antes, odiaba ese pequeño salón, y odiaba la sensación de ser reducido a algo que había pasado hacía años, y la psicóloga lo entendía, al menos trataba, así que suspiró y volvió a hablar, tratando de sonar un poco más compresiva, solo un poco más.

— Mire, joven Doblas, su puesto en el equipo de basquetbol depende también de sus calificaciones, — y eso sí que había llamado la atención del alfa. — si es eso lo que está afectando su desarrollo en clases o no, no lo sabemos, así que lo que recomiendo es mejorar sus calificaciones, de su comportamiento hablaremos luego.

— ¿Entonces dice que tome clases particulares? — pregunta, parecía incluso más agobiado que antes, aunque no lo demostraba en su voz.

¿Cómo iba a decirle a sus padres que tendría que pagar clases particulares porque el instituto se le daba fatal? La sola idea le revolvía el estómago con culpa.

— No, seguro que podemos ponernos de acuerdo en algo, — tranquiliza la mujer, sonriéndole con dulzura, aun así, las manos del alfa seguían sujetándose firmemente entre sí. — revisaré un par de expedientes y mañana podemos reunirnos otra vez para intervenir en los pormenores, ¿le parece bien? — pero los labios del peliblanco estaban sellados, presionados juntos por el agobio de verse inmiscuido en eso. — Si quiere podríamos intentar otras soluciones, pero tiene que entender que est-

— ¿Mañana, entonces? — interrumpe él, la mujer asiente quedamente, Rubén descubre en sus ojos compasión una vez más, así que suspira. — En ese caso me largo, me he perdido ya la mitad de mi clase de química.

La omega quiso decir algo más, pero el portazo le atrapó las palabras en los labios y dejó que el chico simplemente se fuera, si aún no lograba acostumbrarse a lo hormonales e inestables que los adolescentes eran, los que asistían a ese instituto eran otro puto nivel.

Rubén Doblas, con la cabeza echa un lío, se detuvo un instante tras cerrar la puerta, el uniforme le sofocaba y el cabello blanco caía desordenadamente sobre su frente, lo pasillos estaban casi vacíos, por lo que se permitió quedarse un momento allí, tratando de descifrar que haría si al final tenía que contarle eso a sus padres.

Levantó la mirada en cuanto escuchó el tumulto de voces al final del pasillo frente a él, el pequeño grupo de personas allí era dirigido por un chico pelinegro, alfa, le conocía de vista, era imposible no hacerlo, tenía las facciones afiladas, unas pestañas espesas y los ojos violetas, atractivo, aunque Rubén no quisiera admitirlo.

— ... entonces el reloj irá aquí... — escucha mientras empieza a caminar una vez más. — a menos que a alguien no le parezca adecuado...

Los ojos violetas de ese alfa se posaron sobre el peliblanco que caminaba en su dirección, tenía el cabello blanco, revuelto, y una expresión de pocas migas que le pareció pretenciosa, demasiado falsa para ser creíble.

Lo conocía del equipo de básquetbol, era un año menor, amigo de Alex, el tesorero del comité, y de Auron, la pareja de Luzu. Los ojos mieles lo miraron un instante cuando se cruzaron, y fue Samuel el primero en apartar la mirada, lo conocía también por lo que había escuchado en los pasillos más de una vez.

"Rubén Doblas, se cree la gran cosa porque es bueno en el basquetbol."

"... un patán, si hasta tiene la cara y todo..."

"¿Sabías que por su culpa despidieron al profe de historia? Si era tan majo y todo..."

"Es un mimado, no me sorprende que sea tan asqueroso con cualquiera que no le haga caso..."

— ¿Entonces marcamos el sitio aquí, Samuel? — llama una omega tras el pelinegro, quien asiente quedamente, dedicándole un último vistazo al alfa peliblanco que desaparece tras la esquina del pasillo, que tipo más peculiar.

Rubén Doblas, con las manos metidas en los bolsillos de su sudadera y con la mirada gacha, se frotó la nariz con el dorso de la mano, tratando de borrar el aroma a arándano y lavanda que había olfateado de algún sitio.

Volteó un último instante, arrugando la nariz, que tipo más estirado era ese alfa, se le veía lo pijo en la cara.

High-school Cliche - OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora